En una irlanda sin patatas
Antonio Rivero Taravillo traduce 'La saga del sagú de Slattery', la novela póstuma de Flann O'Brien El sello Nórdica culmina así la edición de toda la novelística del autor de 'En Nadar-dos-pájaros'.
La saga del sagú de Slattery. Flann O'Brien. Traducción de Antonio Rivero Taravillo. Nórdica. Madrid, 2013. 96 páginas. 12,50 euros
Flann O'Brien conforma junto a James Joyce y Samuel Beckett la santísima trinidad literaria irlandesa aunque, todavía, sigue siendo más apreciado fuera de su país que en la Isla Esmeralda. El autor de El tercer policía y Crónica de Dalkey, obras incluidas por Harold Bloom en su canon occidental como hitos de la narrativa del siglo XX en lengua inglesa, ha fascinado a autores tan dispares como Graham Greene -que le editó con fervor durante su etapa como director de Penguin-, el poeta galés Dylan Thomas, Jorge Luis Borges o el propio Joyce, de quien se dice que leía con lupa las novelas de su compatriota antes de quedarse prácticamente ciego.
La editorial Nórdica, que dirige Diego Moreno, ha publicado todas sus novelas -incluida la experimental En Nadar-dos-pájaros, "justo el libro que uno puede regalar a una hermana, si ella es una chica borracha, sucia y mal hablada", a decir de Dylan Thomas- así como La gente corriente de Irlanda, la recopilación de sus columnas periodísticas. Esta antología la vertió al castellano Antonio Rivero Taravillo, que previamente había traducido del gaélico La boca pobre, "un título donde O'Brien puso en solfa todas esas novelas que hablaban de la pobreza secular de Irlanda, de un modo similar a lo que hizo El Quijote con las novelas de caballerías", explica. Ahora, el también poeta sevillano ha vuelto a enfrentarse a este autor de culto con la traducción de su novela póstuma: la intensa y desopilante sátira La saga del sagú de Slattery.
O'Brien aborda aquí, con su personalísimo humor, las complejas relaciones entre Irlanda y Estados Unidos con la patata como protagonista. Durante la Gran Hambruna (Great Famine) de mediados del XIX, provocada por una enfermedad de la patata -la base de la alimentación nacional- y agravada por el sometimiento del campesinado a los terratenientes ingleses, Irlanda perdió un cuarto de su población entre muertes y emigraciones, principalmente a América. Para Crawford MacPherson, la excéntrica filántropa que protagoniza La saga del sagú, lo que esos irlandeses llevaron con ellos y sembraron en el Nuevo Mundo no fueron otra cosa que "borracheras, pensiones llenas de mujeres pintadas, sífilis... y la religión católica". De ahí que se plantee, con el dinero de su marido, Ned Hoolihan, irlandés enriquecido con el petróleo de Texas, erradicar el cultivo de patata y sembrar en su lugar un tubérculo oriental, el sagú, que tiene un sabor parecido a la mandioca. Con esa medida -sostiene Crawford- el país se librará de futuras hambrunas y eso evitará que sus vicios y flaquezas, principalmente el alcohol y la corrupción, se propaguen allende los mares.
O'Brien, creador de universos extraños y alocados, escribía indistintamente en inglés e irlandés, dos lenguas que conoce a la perfección Rivero Taravillo, que ha dotado de un ritmo propio esta obra "que encapsula en siete capítulos todo el mundo de su autor". Aquí está, ciertamente, el meollo de sus obsesiones: Irlanda, la jovialidad, el alcohol y la relación con los americanos, especialmente tras la visita en 1963 de JFK. El regreso del hijo pródigo desde la Casa Blanca creó una efervescencia en la isla que es, insiste su traductor, "la espoleta del libro". La obra, aunque inacabada, se lee de un tirón como un cuento de humor corrosivo donde también aparece ese cientifismo disparatado tan típico del autor, que plantea incluso una documentada teoría sobre la siembra y recolección del sagú.
Si John Updike, otro de sus acérrimos defensores, consideraba que O'Brien "poseía, como Beckett, el don de la frase perfecta", la esmerada traducción de Rivero Taravillo nos devuelve toda su frescura y lirismo. También su modernidad. El autor, cuyo verdadero nombre era Brian O'Nolan -usaba otro seudónimo, Myles na gCopaleen, para las columnas periodísticas que publicó entre 1935 y 1953 en The Irish Times- nunca pagó peaje alguno a políticos, empresarios o salvadores de la patria. Y prueba de ello son los personajes que habitan este libro, donde encontramos desde adictos a la morfina, como el doctor Baggeley, a los gánsteres y políticos de Texas (imposible distinguirlos) que reclaman dinero negro al magnate Hoolihan o su flemático hijastro Tim, escéptico acerca de cualquier evolución en los hábitos de labranza irlandeses. Sobre todos ellos, con su celo reformista, se impone la poderosa presencia de la estrafalaria Crawford MacPherson.
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