Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Cine
Cuando a Irene Escolar le propusieron participar en Competencia oficial, la nueva comedia de los argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn, la actriz andaba en Budapest, "agotada como una niña" por la exigencia que le suponía la grabación de la serie Dime quién soy, la adaptación de la novela de Julia Navarro en la que su personaje asistía a los acontecimientos más relevantes del siglo XX. La intérprete valoró la oferta de los directores de El hombre de al lado y El ciudadano ilustre, y se dijo que estaba ante el proyecto perfecto. Le entusiasmó el guión, pero también que el suyo fuera "un personaje pequeño, agradecí no tener que cargar con todo el peso, esa responsabilidad de si funcionaba o no", recuerda Escolar (Madrid, 1988), que aquí encarna a la hija de un empresario (José Luis Gómez) que al cumplir los 80 años, insatisfecho con sus logros hasta entonces, decide producir una película importante en la que reclutará a una directora extravagante y de métodos poco ortodoxos, Lola Cuevas (Penélope Cruz), a la estrella de Hollywood Félix Rivero (Antonio Banderas), al divo del teatro Iván Torres (Óscar Martínez).... y a su propia hija, Diana, para otro de los papeles. Así comienza una sátira sobre los egos y las rivalidades, también sobre la vulnerabilidad de quien se expone a la opinión pública, que arrancó carcajadas en los festivales de Venecia y San Sebastián y que este viernes llega a los cines.
Escolar "admiraba" el trabajo de Duprat y Cohn, esa mirada corrosiva, nada complaciente que dedican a la condición humana, y celebró "la posibilidad de entrar en su universo", cuenta la intérprete. "Me puede la curiosidad, yo no paro de hacerme preguntas, pero esa curiosidad me parece un motor bonito porque te acerca a los otros y te ayuda a salir de ti misma", defiende la madrileña. "Y me intrigaba cómo sería rodar con esos dos cineastas, y estar en el mismo set con un elenco como Antonio, Penélope y Óscar, un equipo impresionante que no se limita a los protagonistas".
Competencia oficial confronta dos maneras de encarar la interpretación: el actor de método (Martínez), que vive su profesión como si se tratara de una liturgia sagrada y explora hasta el último rincón de la psicología de su personaje, tendrá que medirse con un astro impulsivo e inconsciente (Banderas) que se retrasa en los ensayos y cree que saberse los diálogos es todo el truco que requiere su oficio. Dos sensibilidades en las antípodas que sí coinciden en ir acompañadas de unas autoestimas estratosféricas, condenadas inevitablemente a la colisión, y por las que Escolar reflexiona en esta entrevista sobre la vanidad y sus peligros. "Creo que hay que cultivar la humildad, y no olvidar esa postura por muy bien que te vayan las cosas. Los trabajos que más me interesan suelen tener ese punto de partida", asegura la protagonista de montajes como Un enemigo del pueblo, la revisión de Álex Rigola de la obra de Ibsen, o Hermanas, de Pascal Rambert, y ganadora del Goya por Un otoño sin Berlín. "Al ego hay que prestarle atención hasta un punto: determina tu identidad, cómo eres, quién eres, es una especie de sostén, pero una vez que sabes qué hay ahí debes dejarlo ir porque puede convertirse en un gran enemigo. Gastón y Mariano ironizan de una manera muy brillante sobre hasta dónde te puede llevar la soberbia. En la película te topas con situaciones delirantes que, en el fondo, pueden resultar familiares. No pude ir a la proyección en San Sebastián y no la vi hasta ayer [el lunes], y en varias escenas me dije: ¡Yo he vivido esto!".
Algunas de esas situaciones delirantes las sirve en bandeja el personaje de Penélope Cruz, una directora que desestabilizará a sus actores con las medidas más insospechadas. Escolar puede presumir de haber colaborado con profesionales de la talla de Gerardo Vera, Mario Gas, Andrés Lima o Miguel del Arco y, afirma, en los ensayos "nunca he llegado a ese extremo, pero voy a decir una cosa: prefiero una directora como esta Lola que vaya hasta el fondo con su propuesta a alguien que se quede a medias, que no tenga claro lo que quiere. Me decanto antes por alguien un poco loco que te proponga jugar frente a otro centrado que no me lleve por ningún lado".
Porque a la actriz, lo demuestra la carrera valiente y sólida que tiene a sus espaldas, le atraen los saltos sin red. En la conversación asoman los nombres de Nao Albet y Marcel Borràs, a cuyas órdenes ha interpretado los espectáculos Mammón y el más reciente Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach, y con los que saca la parte más lúdica. "Pero con ellos se da algo curioso: no les interesa que la gente se ría, cuando preparábamos la última función cortaban antes de que se llegara al gag. Igual que a Mariano y Gastón, a ellos les gusta incomodar, no tanto provocar una carcajada sino algo parecido a la estupefacción, y a mí eso me parece muy estimulante. Sé que a veces me vinculan al drama, porque he hecho mucho y eso es como un sello que llevo, pero a mí lo que me gusta es entrar a jugar", declara.
La descendiente de la saga de los Gutiérrez Caba promovió en la época más crítica de la pandemia, junto con su compañera en Hermanas Bárbara Lennie, la serie Escenario 0, un proyecto para HBO en el que aclamadas obras de teatro dialogaban con el lenguaje audiovisual. "Pero eso ya acabó. Pensamos que, ya abiertos los teatros, no tenía sentido seguir con esa historia. Aunque fue una de las aventuras más bellas de mi vida", rememora. La actriz espera volver pronto al escenario del Central, en Sevilla, "uno de mis teatros favoritos, por la programación y por el público, que está muy bien educado". Mientras se concreta ese regreso –¿tal vez la próxima temporada?– los espectadores pueden reencontrarse con ella en los cines, en Competencia oficial. "Es una película para ver en las salas. No sólo porque es muy divertida, sino porque formalmente es maravillosa. La fotografía de Arnau [Valls Colomer] es espléndida, el sonido también, y Mariano y Gastón usan el espacio, los encuadres, de una manera especial. Es una experiencia".
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