"No iré como un mono de feria de aquí para allá porque me quemaría"
Juan Pérez Floristán. Pianista
Las grandes salas mundiales le esperan tras ganar el Concurso Paloma O'Shea. Él, de 22 años pero prudente, advierte que no quiere un éxito "fulgurante", sino una carrera "de larga distancia".
-La primera pregunta es obvia y obligada: ¿qué supone para usted el triunfo en Santander?
-Bueno, pues lo obvio es lo obvio: es un honor y una gran recompensa, creo que justa, la verdad, por todo el trabajo que he hecho, no sólo para el concurso y ni mucho menos sólo para la fase final. Entiendo que estas cosas son las que más trascienden, pero detrás de ellas hay muchísimo trabajo. En este sentido ha sido un alivio. Porque no nos vamos a engañarnos, al ganar también sentí, sobre todo, cansancio. Así que voy a coger las vacaciones con muchas ganas.
-¿Buenos planes?
-Ahora me voy a Mallorca con tres amigos a conocer las playas y después a un pueblo en Navarra con mi familia para descansar. Bastante buenos, sí.
-¿En qué consiste la preparación específica para un concurso internacional de este tipo?
-Desde que hace un año decidí presentarme, el trabajo ha sido fundamentalmente de mentalización. A la preparación seria-seria para el concurso en sí le he dedicado unos seis meses. La gente que me conoce y que lleva siguiéndome tiempo ha notado ese trabajo al escucharme en el concurso. Evidentemente, con ese trabajo jamás va a bastar, hace falta toda la preparación previa, de toda una vida de trabajo duro. También tuve una preparación física muy fuerte, pero sobre todo el esfuerzo ha sido mental. En realidad se parece mucho, pero mucho, eh, a lo que hace un deportista en los meses previos a unas Olimpiadas.
-¿Qué repertorio tuvo que tocar en el concurso, y cuál es el que más le gusta a usted?
-Nos daban libertad pero dentro de unas guías. Por ejemplo, todos estábamos obligados a tocar Mozart; ahora, qué Mozart, eso ya lo elegías tú. Yo he tocado en Santander Mozart, Beethoven, Schubert, Schumann, Ravel, Falla, Bartok y Rachmaninov. Que es parte del repertorio que más me interesa, pero sólo parte, aunque sea una buena parte. Va un poco por etapas, a veces me llega más Schumann, a veces me llegan más otros... Por otro lado, uno elige para un concurso algo con lo que cree que tendrá éxito, con lo que puede mostrar bien sus cualidades, pero también debe ser algo con lo que uno se sienta identificado, porque eso siempre se nota.
-¿Por qué decidió presentarse?
-Me lo recomendaron mis maestros, sobre todo mi mentor ahora en Berlín, Eldar Nebolsin, con el que estoy encantado a más no poder. Yo era un poco reticente, pero si alguien como él, que ganó este mismo concurso en 1992 y cuya opinión me merece toda la cofianza, me insistía tanto... Hizo que me lo replanteara. Por algo me lo dirá, pensaba yo. Y entonces ya me lo planteé de verdad.
-¿A qué se debía esa reticencia?
-Bueno, éste es un mundo muy peculiar, un poco aparte de todo, una especie de burbuja que no acepta como referencia la vida real. Yo he ganado el primer premio y ahora estoy contentísimo, obviamente, pero a veces puede deprimirte un poquito meterte en internet y ver la lista de ganadores de tantos y tantos concursos de otros años llena de nombres de pianistas a los que hoy nadie conoce. Los concursos son una gran primera oportunidad, y como tal el ganador tiene que intentar usarla con toda la inteligencia que pueda para sacarle provecho de verdad. Es una herramienta muy útil en un mundo muy competitivo y durísimo. Por eso sigo pensando, a pesar de haber ganado, que el mundo de los concursos es muy especial, no está hecho para cualquiera. Hay que hacerlo solamente si ves que te puede servir como artista, para tu profesión, como persona...
-En su caso, ¿para qué le gustaría que le sirviera, cuáles son sus expectativas ahora?
-Hacer una carrera a mi ritmo y, en la medida de lo posible, según mis términos. Sin prisa pero sin pausa, que se dice, ¿no? Desde luego lo que no quiero, seguro, es una carrera fulgurante, sino de larga distancia. Además yo pienso que las cosas más importantes que un artista tiene que decir no las dice con 22 años. Me alegro de que la gente se emocione escuchándome tocar, de eso se trata, claro, pero no estoy dispuesto a ir como un mono de feria sin parar de aquí para allá, porque eso no haría más que quemarme.
-Tiene las ideas muy claras...
-Bueno... Lo intento. Veremos si aguanto el tirón ahora.
-Es bastante duro eso que ha dicho del mundo de la música clásica profesional: que no acepta la vida real como referente...
-Algunas escuelas, aunque sean muy buenas, aislan demasiado a los músicos, y entonces a ellos se les hace creer durante un montón de tiempo que son el no va más. Y entonces salen de la escuela y descubren el mundo real. No es que sea tampoco algo exclusivo del mundo de la música, puede darse una brecha muy parecida entre el ambiente universitario y el mundo laboral. Pero por eso uno siempre debe tener en cuenta que es en el día a día dónde y cómo se hace la vida. Un concurso como el de Santander es lo excepcional: nos juntamos veinte personas de forma azarosa, porque cada uno llega de sitios muy diferentes del mundo, nos medimos entre nosotros, y ya está, no hay que extrapolar mucho más. Yo, insisto, he tenido la suerte y el honor de que me han dado la oportunidad, pero ahora soy yo el que la tiene que aprovechar lo mejor posible.
-¿Cómo se sintió siendo el único español o, a mayor escala aún, la única persona no procedente de Asia en la final?
-Es una cuestión demográfica y estadística. Yo esperaba que hubiera asiáticos en la final, pero que fueran cinco no, la verdad. Pensé: "madre mía, dónde me he metido". Y por otro lado es que hasta parecía un chiste: van dos coreanos, dos japoneses, un chino y un español; ¡de Sevilla, además!... Cada uno tiene algo personal que aportar, o esa es la idea al menos. Me alegra ver que el jurado, casi por completa unanimidad, ha preferido elegir mi potencial. Porque aquí es eso sobre todo lo que se juzga.
-¿Qué cree que han visto en usted? O al menos ¿qué clase de pianista le gustaría ser?
-Lo que los demás ven lo tienen que decir ellos. Yo puedo decir lo que intento. Y yo intento tocar siempre lo más honestamente que puedo. No me gusta tocar de forma caprichosa, no me gusta ese tipo de artistas que se dejan llevar por la fantasía totalmente. Hasta Dalí sabía, vamos a decirlo entre comillas, dibujar "normal". Y Picasso lo mismo. Se sabían todas las reglas de la pintura, y una vez que conocieron la artesanía tras el arte, con esas herramientas, lo usaron todo con cabeza y ya a partir de ahí se dejaron llevar. Pero lo de la fantasía libre... yo no creo en eso. La fantasía y la emoción es la fuente de todo el arte valioso, pero tocar de forma caprichosa es otra cosa, que además a mí, sencillamente, no me va. Yo quiero creer que es importante el trabajo cerebral, lógico, el estudio...
-Su padre, Juan Luis Pérez, es director de orquesta, y su madre, María Floristán, pianista y profesa del Conservatorio Cristóbal de Morales. Se ha criado con ellos, así que es evidente que fueron modelos importantes para usted, pero ¿qué otras personas lo han sido en el apartado musical?
-Ha habido muchas... En el comienzo de mi andadura fueron mis padres, obviamente. Ana Guijarro supuso para mí todo un descubrimiento cuando fui a Madrid a dar clases con ella. Tuve esa sensación, al sentir algo nuevo, de pensar: "creía que sí, pero no sé tocar el piano". Me decía cosas que no me habían dicho nunca. Después vino Galina Eguiazarova en la Escuela Reina Sofía, Elisabeth Leonskaja fue también fundamental, y actualmente Eldar Nebolsin me está descubriendo, otra vez, cosas que yo no sabía para nada el piano, lo cual me deja alucinado. Quiero pensar que mi forma de tocar es también un homenaje a todas las personas con las que he aprendido y a las que admiro.
-¿Algún sueño que le gustaría ver cumplido como pianista?
-Bueno, yo aspiro a ser feliz. Bastante feliz. Y si es posible, dentro de mi profesión musical. Pero todo eso está por ver... Está claro que ahora tocaré en buenas salas, con buenos directores, y a mí lo que más me inspira es tocar con grandes artistas. Y aprender de ellos. Es lo que hay que hacer siempre en cualquier profesión: rodearte de gente que sabe más que tú.
-¿Cómo ve las posibilidades que existen en España si uno quiere dedicar su vida a la música?
-Vivir de la cultura, del arte, siempre es peliagudo. Eso ha sido así en todos los tiempos. Son arenas movedizas. En este aspecto España ha mejorado muchísimo en la última década, sin duda alguna, pero aun así nos queda tanto por aprender de otros países... No me refiero al talento; de hecho muchas veces tengo la sensación de que son los demás europeos los que tienen que aprender de los mediterráneos, y nosotros hemos tenido etapas doradas en la literatura, en la pintura, hemos sido admirados en todo el mundo, o sea que en este aspecto no hay que sentirse apocados, que es algo muy español. Pero sí es verdad que el sistema que depende de las instituciones públicas para canalizar ese talento ha fallado estrepitosamente. A las pruebas me remito. Por desgracia son muchos los artistas que están yéndose del país. Esto no es ya una opinión mía, es una realidad. El sistema, y evidentemente cuando hablo de sistema hablo también de las personas que gestionan el sistema, está fallando. Y con la crisis está yendo claramente a peor.
-Hace dos años dejó Madrid y se fue a Berlín a completar su formación. ¿Por qué allí?
-Siempre quise vivir en una capital europea y después de estar en Madrid me pareció el siguiente paso para mi crecimiento personal. Berlín siempre me ha atraído mucho. Es una ciudad muy especial, no es para nada una capital al uso, aparte de que tiene una actividad cultural y de música clásica extraordinaria. Cuanto supe que Elder Nabolsin había sacado una cátedra en el conservatorio superior de allí me dije: "ésta es la mía". Era una combinación ideal entre profesor y ciudad. Lleva tiempo conocerla, pero cuanto más tiempo llevas en ella, más te enamora. Es un sitio que propicia experiencias casuales de lo más insospechadas. Es muy estimulante vivir allí.
-La música es una actividad muy absorbente, más aún en el nivel en el que está usted, pero habrá otras cosas que le guste hacer...
-Muchísimas, por supuesto. Por ejemplo el clásico de salir a despejarte y tomarte una buena cerveza alemana con los amigos, sin duda alguna. Me encanta leer, me encanta el cine; en Madrid era la persona más feliz del mundo porque hay muchos cines de versión original. Oye, y me encantan las videoconsolas también, que todos somos humanos. Y no escucho sólo clásica: me encanta el jazz de todos los tipos, free, be-bop, de los años 20 y el de Django Reinhardt; me encanta el flamenco, Gerardo Núñez, Vicente Amigo, los Habichuela en general, Estrella Morente, Niño Josele, Paco de Lucía por supuesto; me encanta el rock progresivo y las bandas inglesas de los 70, Led Zeppelin, Bowie, Queen; también algunos estilos de música electrónica... En fin, que tengo la mente bien abierta.
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