La intimidad, ese bestiario

Guadalupe Nettel parte de los hábitos de los animales para hablar del hombre en 'El matrimonio de los peces rojos', Premio Ribera del Duero.

Guadalupe Nettel, fotografiada estos días en la promoción de su libro.
Guadalupe Nettel, fotografiada estos días en la promoción de su libro.
Braulio Ortiz Sevilla

12 de junio 2013 - 05:00

A Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973) le regalaron un ejemplar de la familia de los Betta splendens, y quizás porque le afectó pensar en la terrible soledad que le aguardaba a aquel pez, se planteó adquirir otro para que le hiciera compañía. "Me lo desaconsejaron, me dijeron que era muy mala idea, que se iban a matar entre ellos. Así empecé a darme cuenta de a quién tenía en casa", asegura entre risas la escritora, que a continuación demuestra con sus recuerdos que la mala fama de esas criaturas no parece infundada. "De verdad, si les acercas un espejo se ponen muy agresivos, nada más con ver el reflejo ya se sienten atacados, no quiero ni pensar qué ocurriría si tuviesen una presencia cerca...". Aquel pececillo condenado a la soltería "resistió, resistió, resistió, hasta que un día que yo había ido de viaje se murió", pero Nettel se ha inspirado en aquel elemento que una vez formó parte de su paisaje doméstico para el relato que inicia El matrimonio de los peces rojos (Páginas de Espuma), el libro con el que la autora obtuvo el codiciado III Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero. Un conjunto de relatos que se inspira en el mundo animal -la obra se presentó al concurso con el título de Historias naturales- para retratar cuanto de primitivo, oscuro y enigmático tiene la intimidad de los seres humanos.

A Nettel, finalista del Herralde con El huésped y autora de otra aplaudida novela, El cuerpo en que nací, le interesaba crear desasosiego en los lectores, acercarse al horror, pero hacerlo desde la observación de lo inmediato, de lo que puede suceder. "Me gusta leer algunos bestiarios, lo que ocurre es que muchos de ellos son mitológicos y te dan para reflexionar sobre animales posibles, que no existen pero que si existieran serían de tal o cual manera...", declara esta doctora en ciencias del lenguaje por la EHESS de París. La creadora sabía que la realidad también alumbraba prodigios inesperados, como le sugerían los testimonios de Ambroise Paré, "que se inventa unos remedios a partir de sangre de iguana, historias muy raras que a mí me atraían". Su idea, "con estos cuentos, era que el lector se sintiera reflejado. Todas las especies a las que me refiero en el libro existen realmente", explica en conversación telefónica la mexicana, que por complicaciones en la agenda de promoción no pudo desplazarse a Sevilla como estaba previsto en un principio.

Nettel se sirve de unos simples peces para hablar de la inevitable descomposición de una pareja que acababa de tener a su primera hija y que parecía afrontar un porvenir envidiable; una invasión de cucarachas ayudará a definir la personalidad introspectiva de un muchacho al que sus padres abandonan en casa de una tía, y que, más tarde, será profesor de biología y estudiará los hábitos de los insectos; la propagación de unos hongos o la adquisición de una serpiente, en distintos relatos, simbolizarán el avance irrefrenable de un amor prohibido. Temas como la maternidad -"es una etapa reciente para mí, y he tenido mucho tiempo para reflexionar sobre padres e hijos, también para ver todos los cambios que atraviesa alguien cuando tiene descendencia", confiesa la narradora-, la dificultad de elegir un destino o las relaciones tortuosas son algunos asuntos en los que ahonda una prosa precisa y lúcida.

La fascinación por lo anómalo de El matrimonio de los peces rojos no está reñida con la compasión, porque Nettel -y eso se advierte en la deriva de sus protagonistas- siente ante la especie humana "muchísima ternura. Me conmueven todas sus contradicciones, sus dilemas, sus dramas, dramas que se originan muchas veces por exceso o proliferación de pensamiento".

En Felina, uno de los cuentos que forma parte del volumen, los gatos deciden qué hacer con su vida, pero su propietaria se conduce sin criterio por culpa de un carácter dubitativo. Por algo Nettel ha elegido una cita rotunda de Plinio el Viejo como preámbulo a su obra: "Todos los animales saben lo que necesitan, excepto el hombre".

En Guerra en los basureros, una de las piezas más impactantes, Nettel narra la sorprendente lucha que se da en un hogar para acabar con las cucarachas [evitaremos spoilers, pero digamos que la trama reserva momentos estremecedores], pero al final se produce una rara identificación entre el protagonista y uno de los bichos, ambos huérfanos de distinta manera, probablemente hermanados en el miedo. "Yo conozco bien la aversión que pueden generar esos insectos cuando se quieren apoderar de nuestra casa", admite Nettel, "yo he sentido esa lucha por el territorio, esas vivencias están reflejadas ahí. Pero me gustaba que después de esa guerra, de esa lucha de especies, tanto esa cucaracha como el narrador estaban pasando por una situación semejante, uno era un insecto mientras que el otro se sentía como tal".

Los hombres y mujeres que desfilan por las páginas del libro "no saben ni hacia dónde moverse ni qué hacer con su vida. Y en la mayoría de los casos todo puede parecer perfecto desde fuera, como la chica que tiene un brillante porvenir académico, que en apariencia está muy segura de lo que está haciendo, pero por dentro está viviendo un drama silencioso", resume la escritora, que en Hongos describe con maestría una pasión enfermiza, "cuando el amor llega así de fuerte que se apodera de todos los rincones de tu conciencia, y por más que quieras erradicarlo es tan difícil o más que acabar con un hongo incrustado en una uña".

Nettel se reconoce en deuda con ficciones de Julio Cortázar, Patricia Highsmith, J. R. Ackerley o la chilena Alejandra Costamagna, pero puede presumir de que el tribunal que otorgaba el Premio Ribera del Duero lo presidía Enrique Vila-Matas, un autor "del que he bebido mucho. ¡Pero es que el jurado era realmente exquisito!", exclama, antes de enumerar a otros integrantes: "También estaba Samanta Schweblin, que es muy buena cuentista, y Marcos Giralt Torrente, que también ha sido una influencia para mí. Ganar un galardón con ese jurado", concluye la escritora, "fue para mí como una parte del premio".

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