La gran interpretación de Marisa Abela salva este retrato de Amy

BACK TO BLACK | CRÍTICA

Marisa Abela en el papel de Amy Winehouse.
Marisa Abela en el papel de Amy Winehouse. / D. S.

Ficha

*** 'Back to black'. Biopic, Reino Unido, 2024, 122 min. Dirección: Sam Taylor-Johnson. Guion: Matt Greenhalgh. Fotografía: Polly Morgan. Música: Nick Cave, Warren Ellis. Intérpretes: Marisa Abela, Ryan O'Doherty, Jack O'Connell, Lesley Manville, Eddie Marsan, Sam Buchanan.

En 2009 Sam Taylor-Johnson -fotógrafa de celebridades, video artista y realizadora de videos musicales y episodios de series televisivas- rodó una discreta película sobre la juventud pre-Beatle de John Lennon, Nowhere Boy. En 2018 adaptó con resultados igualmente discretos el best-seller autobiográfico En mil pedazos”, en el que el bloguero y escritor James Frey contaba su rehabilitación de las drogas. Parece que le van las biografías. Sobre todo si se tiene en cuenta que entre una y otra rodó su peor película, el bodrio de Cincuenta sombras de Grey, adaptando el best-seller erótico de E. L. James.

Uniendo su gusto por las biografías y su dedicación a las celebridades y los vídeos musicales, ahora, en su cuarto largometraje, filma la corta, creativa y desdichada vida de Amy Winehouse que despilfarró sus extraordinarias dotes musicales, que le permitían moverse con igual seguridad en el jazz, el soul o el Rythm & Blues, a causa de sus depresiones y adicciones, uniéndose tardíamente al siniestro Club de los 27 formado por estrellas del rock -Jim Morrison, Kurt Cobian, Brian Jones, Jimmy Hendrix y Janis Joplin- que murieron con 27 años, tras una breve carrera de ocho años (2003-2011) en la que solo grabó dos álbumes más un recopilatorio póstumo.

El interés de la directora es mostrar a la pequeña mujer oculta tras la enorme artista y a la enorme artista de alguna manera devorada por la inestabilidad emocional de la pequeña mujer de caótica vida. Apostando por la posibilidad -a veces real, a veces una invención del malditismo romántico- de que la fuerza de la estrella se alimentara de la debilidad, el caos sentimental, las adicciones y el sufrimiento de la mujer. Lo logra solo a medias. Esquivando o endulzando algunos extremos escabrosos y personajes -las relaciones con su padre o con Blake Fielder-Civil, el turbulento amor de su vida- quizás para no reducir a Amy a lo que la prensa sensacionalista tanto aireó o quizás evitar los problemas que rodearon al excelente documental Amy de Asif Kapadia (2015) premiado con un Oscar.

Como sucede con muchas películas biográficas se presta más atención a la persona y a la estrella que a la profesional, es decir, a su intenso trabajo -por muy indisciplinada que fuera- en la creación y selección de sus canciones, en las sesiones de grabación, en su control sobre la producción y las orquestaciones interactuando con sus productores musicales buscando referencias en los universos del jazz, el soul o el funk… Queda un retrato correcto, casi tratado como un musical, pero incompleto. Eso sí, realzado por una poderosa interpretación de Marisa Abela que, siendo siempre excelente, mejora cuanto más vulnerable y perdida se encuentra su personaje. Ella, en la medida en que se convierte en Amy más allá de su tan reconocible maquillaje y peinado, es la razón de ser de la película. Además de su banda sonora, por supuesto, que además de las de Amy, interpretadas por Abela -doblar o no a quienes interpretan a grandes cantantes es siempre una difícil decisión-, incluye temas de Thelonious Monk, The Shangri-Las, Little Anthony & The Imperials o Tony Bennet, con quien interpretó la última canción que grabó antes de morir, el clásico del jazz Body and Soul.

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