Interesantes variaciones sobre un tema archiconocido

DE NATURALEZA VIOLENTA | CRÍTICA

Secuencia del largometraje. / SELECTA VISION

La ficha

**** 'De naturaleza violenta'. Terror. Canadá. 94 min. 2023. Dirección y guion: Chris Nash. Fotografía: Pierce Derks. Intérpretes: Ry Barrett, Andrea Pavlovic, Cameron Love, Reece Presley, Liam Leone, Charlotte Creaghan, Sam Roulston, Lea Rose Sebastianis.

Adolescentes en un bosque. El hallazgo de algo que mejor no hubieran encontrado y en ningún caso debieron llevarse. Una maldición antigua ligada a un crimen cometido hace muchos años. El despertar (más que resucitar) de quien nunca debió ser despertado. Y por supuesto las posteriores muertes truculentas e imaginativamente retorcidas de los jóvenes profanadores a manos de ese no muerto empeñado en recuperar lo que es suyo.

Los protagonistas adolescentes de películas de terror no deben ser aficionados al género. De serlo sabrían qué peligroso es pasar unos días en un bosque, una cabaña o cualquier otro lugar apartado, y qué puede y qué no puede cogerse si se encuentra allí. Porque todo, por supuesto, son cosas sabidas por muy vistas y mil veces contadas. ¿Cuándo empezaron las películas de terror a privilegiar a los jóvenes como víctimas de oscuros poderes y poderosos asesinos reales o sobrenaturales? Quizás con La última casa a la izquierda de Craven en 1972 y seguro que con aquel punto de giro del género que fue La matanza de Texas y su Leatherface con sierra eléctrica allá por 1974, iniciadores de una variante del género de terror que no ha decaído medio siglo después.

Sin embargo, el debutante Chris Nash -hasta ahora dedicado a los efectos especiales- ha logrado dar un aire nuevo a lo tan manoseado gracias a una puesta en imagen precisa y voluntariamente despaciosa (no es una película lenta, sino una película que elige lo pausado como efecto de tensión); gracias a la recuperación de uno de los mejores recursos del terror, el siempre sugestivo fuera de campo que desata la imaginación, tan poco usado en el gore o el slasher, tan dados al efectismo de lo obvio; y gracias a una visualización puntual del horror que emerge tras un tenso tiempo de espera. Aquí se visualiza el horror, por supuesto, hasta el punto de que la pantalla chorree sangre; pero también se utiliza la sugestión. Y el silencio: la arriesgada decisión de prescindir de la música -de la que tanto se abusa en el terror de chimpún- es un acierto. Como acertado es también el literal seguimiento del asesino, heredero de Michael Myers o de Jason, centrando la narración en él en vez de utilizarlo como un efecto o un recurso. Si está en plano, con la cámara siguiéndolo en largas tomas, asusta. Si no está, y se vuelve a los jóvenes, asusta aún más: porque existe, les sigue y les alcanzará.

En su primera película Nash ha hecho algo parecido a un ensayo visual sobre los orígenes del subgénero en los 70 utilizando una historia voluntariamente convencional para, a partir de ella, hacer variaciones estilísticas que la presenten con nuevas formas, como si fuera un músico improvisando a partir de una melodía archiconocida. El resultado es, desde luego, interesante. Y desasosiega.   

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