La infinita poesía de la intimidad
V. Ghielmi & R. Prada. Femás 2011. Programa: Obras de G. Finger, Ch. Simpson, M. Locke, B. Bartók, J. de Saint-Colombe, Ch. Schaffrath y anónimas. Intérpretes: Vittorio Ghielmi y Rodney Prada, bajos de viola. Lugar: Centro Cultural Santa Clara. Fecha: Miércoles, 9 de marzo. Aforo: Lleno.
Bien lo dice el título del programa de este memorable concierto: "Mejor que una viola... sólo hay dos violas". Y tiene razón, porque pocas combinaciones instrumentales hay que, como la del dúo de bajos de viola da gamba, sean capaces de crear una atmósfera más refinada, íntima, evocadora y sugerente, tanto en lo tímbrico como en lo expreivo. Si ya un solo bajo de viola resulta uno de los instrumentos de sonido más acariciador, el entrelazamiento y el trenzado del juego de dos violas abre un enorme campo de posibilidades para compositores e intérpretes.
A Vittorio Ghielmi ya lo conocíamos por esta ciudad tanto en su faceta de solista como de mano rectora de su grupo Il Suonar Parlante, pero nos faltaba comprobar cómo era capaz de entenderse con un su igual sobre las partituras, en este caso el costarricense Rodney Prada. Y el resultado fue, a todas luces, espectacular. Ambos desplegaron un sonido poderoso, carnoso, rico en armónicos y de amplio espectro de colorido. En contraste con los primeros tiempos en que Ghielmi y su grupo asombraron por la agresividad de sus ataques y por la energía de su fraseo, ahora, en esta dimensión íntima y recogida, el dúo optó por la sutilidad y la delicadeza, sin forzar nunca los glopes de arco ni estirar al máximo los contrastes dinámicos. Desde este punto de partida expresivo abrieron todo un muestrario de recursos en el fraseo, milimétricamente matizado en el caso, sobre todo, de Ghielmi. Si a Prada se le pudo resistir en algún breve pasaje la siempre problemática cuerda superior, Ghielmi controló en todo momento la afinación y el sonido, merced, sobre todo, a una prodigiosa técnica de arco que le permite sutilizar al máximo el sonido y dosificar las dinámicas con el leve giro de la mano derecha, haciendo oscilar el arco sobre las cuerdas con breves golpes (spiccato) que producen leves pero apreciables cambios en el color y suaves contrastes fraseológicos.
Intachable fue, por otra parte y en ambos casos, el virtuosismo de la mano izquierda, muy vistoso en el caso de Prada en las piezas de Finger y simplemente asombroso por parte de Ghielmi en la anónima sonata parisina. Tras un interesante y muy sugerente (por devolver los ásperos acentos del original folclórico) trasvase a las violas de dos dúos para violín de Bartók, la cumbre poética y anímica de la velada estuvo en el matizadísimo tombeau del Señor de Saint-Colombe.
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