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Todo eran elogios ayer en el Museo de Bellas Artes de Bilbao al descubrirse la primera obra en la que Murillo reflejó su compromiso con la pintura social: El piojoso del Museo del Louvre. La joya cedida por Francia para la exposición El joven Murillo quedó instalada entre enormes medidas de seguridad en la pinacoteca vasca, donde podrá admirarse del 19 de octubre al 17 de enero de 2010, antes de viajar a Sevilla en febrero del año próximo.
Esta magna muestra, comisariada por Alfonso Pérez Sánchez y Benito Navarrete, es una coproducción de las pinacotecas bilbaína y sevillana que reunirá por primera vez la obra de juventud y primera madurez de Murillo a través de 42 obras maestras; 25 proceden de colecciones extranjeras, de las que 16 se ven por vez primera en España. Entre esos préstamos excepcionales ocupa un lugar de relevancia este joven mendigo propiedad del Museo del Louvre, primera obra de tema profano del artista y con la que atendió las demandas de justicia social de los religiosos franciscanos de su época. Apodado El piojoso, el lienzo fue pintado entre 1645 y 1648 en Sevilla, de donde salió en el siglo XVII para formar parte de una colección privada francesa. Allí lo localizó el monarca Luis XVI, que en 1782 lo compró para las colecciones reales. Es la primera de sus obras en la que Bartolomé Esteban Murillo retrata como motivo principal a un muchacho, tema que se convertiría con el tiempo en uno de los más característicos de su producción.
La pieza ha sido sometida en el Louvre a un proceso de restauración que le ha devuelto todo su esplendor y que, según el profesor Benito Navarrete, ha permitido descubrir un "arrepentimiento" del artista, que colocó una vasija junto al niño aguador para luego cubrirla y volver a pintarla más alejada del personaje. Sentado en una esquina de un desangelado interior, este joven sevillano intenta librarse de algún parásito que le molesta con un talante desvalido y solitario que evoca a los protagonistas de la literatura picaresca, como el Lazarillo de Tormes o el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, obras presentes en la biblioteca de Murillo.
La composición, según explicó Navarrete, es "un magnífico estudio de luz y sombra, producto de la influencia de la pintura de Ribera y, a través de él, de Caravaggio". Pero, sobre todo, es una manifestación de la presencia de Velázquez, "tanto en la paleta empleada como en la forma de representar personajes desamparados y objetos humildes".
Con la llegada de esta primera obra maestra de Murillo a Bilbao comenzó ayer la cuenta atrás para la gran cita expositiva que, patrocinada por la Junta de Andalucía y la Fundación BBK, marcará un hito cultural no sólo en la capital de Vizcaya sino también en el Bellas Artes de Sevilla, donde podrá verse del 18 de febrero al 30 de mayo de 2010.
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