'La imagen humana' o el relato que los artistas trazaron del mundo
Exposiciones
Caixafórum analiza en Sevilla, con obras del British Museum y fondos propios, cómo el arte ha representado los cuerpos y los rostros para preguntarse por los dioses, el poder y la existencia
A la entrada de La imagen humana, la nueva exposición de Caixafórum Sevilla, los visitantes se topan con un misterioso cráneo humano desenterrado en 1953 en la antigua Jericó, Cisjordania. Algo llama la atención en aquellos restos: unas conchas marinas ocupan las cuencas de los ojos, y otro detalle invita a la extrañeza, una capa de yeso que redondea los rasgos faciales. Esa intervención hace creer que se trata de una reliquia conmemorativa, la de un ancestro venerado por sus descendientes. Al final del recorrido de la muestra, un brutal conjunto de fotografías de la yemení Boushra Almutawakel titulada Mother, Daughter, Doll genera desasosiego en los espectadores: a medida que van avanzando las imágenes, la madre, la hija y la muñeca del título se van cubriendo con un niqab, un velo que tapa el rostro, y otras prendas que hacen que las tres siluetas desaparezcan en un intenso negro, sean tragadas por la oscuridad. Entre una pieza y otra, 155 obras del British Museum y de la colección de Caixafórum exploran cómo se ha representado la figura humana a lo largo de los siglos: al servicio del poder, como invocación a los dioses o como encarnación de los cánones estéticos de la época. Una historia de la humanidad, de ese enigma llamado existencia, en la que participan creadores de la talla de Durero, Goya, Matisse, Tàpies o Esther Ferrer.
La exposición, programada en Sevilla hasta el 29 de mayo, ilustra cómo "todas las culturas, hombres y mujeres" se han inspirado en la figura humana, y la han "pintado, moldeado, tallado, fotografiado o filmado", apunta Ignasi Miró, director corporativo del Área de Cultura y Ciencia de la Fundación La Caixa, que destaca que las obras expuestas, "seleccionadas no sólo por su magnífico valor artístico, sino por su significación", permiten "tejer analogías, similitudes, diferencias que dotan de riqueza a este atlas. Al final es interesante ver cómo piezas de diferentes geografías y épocas hablan un lenguaje común: una moneda romana o una fotografía de arte contemporánea se plantean las mismas preguntas". Tal como señala Miró, La imagen humana. Arte, identidades y simbolismo prolonga la colaboración de Caixafórum con el British Museum tras otras muestras conjuntas, La competición en la antigua Grecia y Faraón. "Y ni siquiera palabras que ni sospechábamos cuando nos aliamos por primera vez, como Brexit o Covid, han evitado que sigamos trabajando", celebran desde la Fundación La Caixa.
Para Brendan Moore, conservador del departamento de exposiciones internacionales del Museo Británico y comisario de esta cita, la figura humana ha sido, sin duda, el motivo "clave" en las artes visuales, y durante los siglos en cada cultura los hombres han creado figuras a su semejanza para explicarse "la vida que les rodea", cada imagen de un cuerpo "tiene sus raíces en el deseo primordial de ubicarnos y de explicar nuestro lugar en el mundo". Aunque, tal vez, la representación no pueda distanciarse del misterio: junto al cráneo intervenido que el público se encuentra a la entrada, a modo de bienvenida, se proyecta un vídeo del colombiano Óscar Muñoz, El yo fugaz: Re/trato, en el que una mano dibuja un rostro pero los trazos se van difuminando, como si pese a nuestros esfuerzos por construirnos una identidad el empeño estuviese irremediablemente abocado al fracaso.
En el primer apartado de la exposición, Belleza ideal, los fondos indagan en cómo los artistas reivindicaron los cuerpos proporcionados y jóvenes y entendieron esta perfección como un sinónimo de virtud moral. Figuras femeninas de generosas curvas que simbolizan la fertilidad, como una delicada escultura procedente de Siria y del año 5000 a.C., conviven con los cuerpos atléticos de la cultura griega o con un grabado de Durero en el que Adán y Eva lucen espléndidas fisonomías a punto de ser desterrados del Paraíso. Los creadores contemporáneos cuestionarán o revisitarán estos parámetros: Craigie Horsfield propone una particular maja desnuda dentro del proyecto La ciudad de la gente, que realizó en Barcelona en 1996, y Koya Abe reinterpreta La Venus del espejo recubriendo su cuerpo de vistosos tatuajes y señalando, de paso, que la sensibilidad estética se renueva en cada tiempo.
En La expresión de la personalidad, otro de los apartados, se repasa la larga tradición del retrato como un vehículo certero para captar el carácter de sus protagonistas. Bastan algunas pistas para revelar qué vidas llevaron: la vasija de un sacerdote peruano, una pieza de barro de la cultura moche, muestra a un señor con un ojo entornado que sugiere algún problema de visión o ceguera en el personaje; una madera concebida como un adorno funerario para acompañar el cuerpo embalsamado de una mujer inmortaliza a una dama egipcia, ataviada con joyas y de excepcional belleza. Aquí también miradas más recientes desafían las convenciones para elaborar retratos sorprendentes: el italiano Michelangelo Pistoletto crea sus Mirror Paintings para que el espectador se sume a la composición al verse reflejado, como ocurre con su Autorretrato con gafas amarillas. El iraní Khosrow Hassanzadeh pone de manifiesto la admiración que suscitaba el luchador Gholamreza Tajti al insertarlo en una suerte de altar lleno de luces centelleantes.
El cuerpo divino, por su parte, recoge cómo deidades y seres sobrenaturales adoptan apariencia humana, y abunda en imágenes que "ayudan a la oración y a la meditación", apunta Brendan Moore, que de esta sección destaca una figura de Buda sentado en la postura del loto, "una de las más antiguas", o el retrato de Saeed Adam Omar, uno de los guardianes de la mezquita del Profeta, en Medina (Arabia Saudí).
La encarnación del poder analiza cómo los gobernantes han difundido su propia imagen como muestra de su autoridad, a veces en imperios que se extendían hasta territorios insospechados. El emperador Marco Aurelio, venerado como estadista pero también por su sabiduría; Isabel la Católica, que aparece aquí en una obra pintada por Madrazo y propiedad del Prado, o Indira Ghandi, como una criatura que en una deliciosa estampa nace en medio del mapa de la India, son algunos de los líderes que asoman por la exposición.
La última de las secciones, El cuerpo transformado, exhibe anatomías vulneradas por las tensiones, el miedo o por los rituales fúnebres. Máscaras mortuorias y cabezas de difuntos, procedentes de culturas donde el tránsito al más allá genera devoción, como las de Egipto o México, comparten espacio con reflexiones como la que plantea Leonard Baskin en El hombre de hidrógeno, una figura mutilada que encarna el temor a la amenaza de las armas nucleares.
Como es habitual en las exposiciones de Caixafórum, La imagen humana se acompaña de un ciclo de conferencias, visitas y actividades "con alto nivel de prevención Covid", como destacó Moisés Roiz, que se pueden consultar en la web www.caixaforum.org.
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