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Ahora que es verano, y fiesteamos más de lo habitual, el ejercicio que planteo puede ser hasta recomendable, a modo de entrenamiento. Si nos encargan que nos ocupemos de la selección musical en una fiesta de amigos, priorizando la producción nacional, y queremos satisfacer a todos, Los Secretos, y especialmente Loquillo, estarán presentes. Pero, afinemos: todos los que asisten a la fiesta tienen más de 45 años, por ejemplo. Entonces no es que deban aparecer Los Secretos y Loquillo, es que deben hacerlo repetidamente, hasta el punto de que nos costaría seleccionar las canciones a escuchar. Propiciando, en algunos casos, hasta un debate con nuestros amigos, con los que podemos diferir en cuanto a nuestra selección.
Sucede algo semejante cuando nos toca elegir, e incluso admitir, la banda sonora de nuestra vida. Esa que todos tenemos interiorizada, y que hemos ido confeccionando a lo largo de las madrugadas, los brindis, las horas de gimnasio, los conciertos a los que hemos asistido o las celebraciones colectivas. Canciones que nos trasladan y zarandean, que tocan esas terminaciones nerviosas que no aparecen en los libros de Medicina y que, de un modo u otro, nos representan, hablan de nosotros. Todo esto, y mucho más, es lo que vivimos en la calurosa noche del domingo, en la Plaza de España, en el Icónica Festival, durante las actuaciones de Los Secretos y Loquillo.
Los Secretos siguen siendo esa banda melancólica, con ese punto (dulcemente) depre que siempre tuvieron, pero que el tiempo y sus aprendizajes han convertido en unos virtuosos. Sonido limpio, donde las guitarras brillan a gran altura (comandadas por Ramón Arroyo, miembro legendario), acariciando unas bases sólidas, perfectamente engrasada toda la banda. Los Secretos de hoy suenan muchísimo mejor que los que descubrimos hace cuatro décadas, bajo el confeti de aquella maravillosa fiesta (por fin) en color, que bautizaron como La Movida. Y se desenvuelven a sus anchas, muy cómodos, en ese espacio entre el country, el pop, la canción de autor, la ranchera y el rock sureño. Liderados por el incombustible Álvaro Urquijo, esa suerte de Neil Young con ramalazo sabinero, Los Secretos recuperaron esos temas que son leyenda, como Ojos de gata, Bulevar de los sueños rotos, Y no amanece (dedicada al fallecido y siempre presente Enrique Urquijo), Sobre un vidrio mojado, la reciente Mi paraíso o la eterna Déjame, que fue aclamada por todos los presentes, a modo de himno escondido en el baúl de las emociones.
Loquillo tal vez fue el primer Rockstar de nuevo cuño que conocimos en la España democrática. Desde sus inicios, su personalidad, su actitud sobre el escenario y su autenticidad han tallado al músico que conocemos, y que respira con comodidad en el atuendo que le cubre en la actualidad. Loquillo nunca se ha resignado a vivir solo de la nostalgia y nunca ha dejado de ofrecernos nuevas obras, algunas de ellas en el riesgo de las fronteras traspasadas. Una fidelidad que el propio Loquillo proclama en El Rey, canción que da nombre a su gira de este 2023, y que interpretó en el escenario de Icónica. Yo siempre estoy y se me espera, nunca vi la vida desde la barrera, yo me expongo y también propongo, y lo hago todo a mi manera. Cuando la cosa se puso fea, cuántos escondieron la cabeza, yo, sin embargo, di la cara, y cuando hizo falta, puse calma. Soy heredero de un charnego, quise salir muy pronto del agujero. ¿cómo es posible ser el rey y escribir mi propia ley? ¿Cómo es posible ser el rey sin apellidos compuestos, solo estribillos perfectos? Mis dominios oficiales son mis canciones, mis conciertos imperiales.
Contemplamos a un Loquillo imperial, tal y como señala en su canción, agigantado, en la Plaza de España, completamente de negro (a lo Johnny Cash), repitiendo sus habituales poses de artes marciales orientales, que tanto recuerdan al Elvis en el mítico concierto de Hawaii, mientras desplegaba un repertorio que arrancaba con sus creaciones más presentes (Los buscadores o Línea clara) y que retrocedía en el tiempo, ejecutando algunos de sus grandes éxitos. El rompeolas, Carne para Linda, El ritmo del garaje o Rey del Glam.
Cuando sonaron los acordes de Cadillac solitario, en la despedida, un estremecimiento colectivo se apoderó de todos los presentes. Recuerdos de otras noches, de otros conciertos, de otras emociones, con la banda sonora de canciones que siguen retando a nuestro aliento. Como muchas de las que el domingo por la noche pudimos escuchar en el Festival Icónica, en la Plaza de España de Sevilla. La nostalgia, esa emoción, a la que no debemos aferrarnos para seguir en esto, pero que gusta recuperar de tanto en tanto, sobre todo si es través de las canciones. Y dice la gente que ahora eres formal, y yo aquí borracho en el Cadillac, bajo las palmeras, cruce solitario. Y no estás tú...
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