El humor blanco más infalible
Gabino Diego. Texto original e interpretación: Gabino Diego. Dirección: Gina Piccirilli. Iluminación: Tony Ubach. Lugar: Teatro Quintero. Fecha: Jueves, 3 de febrero. Aforo: Lleno.
Desde que, siendo un adolescente de aspecto extravagante, fuera elegido -según él por feo- para actuar en la película Las bicicletas son para el verano (1984), Gabino Diego se ha convertido en un completo actor. Y no sólo por su magnífico trabajo en algunas de las películas más emblemáticas del cine español de los últimos años, ni por sus apariciones en la pequeña pantalla. Si el auténtico alcance de un actor se ve en un escenario, Diego lleva ocho años demostrando su dominio del mismo con Una noche con Gabino.
El espectáculo, que en estos años ha recorrido algunos teatros andaluces sin recalar en Sevilla hasta anoche, muestra a las claras la personalidad y el contagioso humor del actor. Sin grandes alardes técnicos ni de ningún tipo, echando mano de sus experiencias personales, de sus amigos y de sus conocidos, a los que imita con un arte encomiable, el cómico hilvana un trabajo de hora y media en el que en ningún momento pierde la mirada o la complicidadad del espectador. Con un humor completamente blanco, aunque no falten las imitaciones de algún que otro político -incluida la estupenda pincelada del Rey cuando recibió a los actores de la película El rey pasmado-, el actor cuenta episodios de su vida, canta canciones de Elvis Presley, recita poemas y en ocasiones hace participar al público, de todas las edades, con una naturalidad y una eficacia en verdad apabullantes. Y todo ello en un tono interpretativo amable y contenido, sin caer, como generalmente sucede, en la exageración o la chabacanería.
Hay que reconocer también que la pieza, como a veces aparenta su personaje, se vuelve algo caótica, tal vez porque sus hilos son muchos o tal vez porque vaya necesitando un repasito de dirección. No debe ser nada fácil mantener una propuesta como ésta durante tantos años sin actualizarla o sin cambiar lo necesario para mantenerla orgánica.
Lo más importante, sin embargo, es que un actor solo, con sus gestos, sus guiños y sus confesiones, fue capaz, además de arrancar numerosísimas carcajadas, de mantener durante todo el espectáculo la sonrisa de un público que llenaba por completo la sala y que, al final, le demostró su agradecimiento aplaudiéndole por sevillanas.
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