El problemático matrimonio entre Sinfónica y Maestranza

Huelga de la ROSS

El comité de huelga de la ROSS sitúa en las difíciles relaciones con el Teatro de la Maestranza el origen de los problemas para desarrollar con fluidez su temporada de conciertos y una de las razones del descenso del número de asistentes a los mismos

John Axelrod durante uno de los conciertos de la ROSS.
John Axelrod durante uno de los conciertos de la ROSS. / Víctor Rodríguez

Quizá todo venga de aquella decisión durante los preparativos de la Exposición Universal de 1992 de eliminar de la planificación el proyectado teatro de ópera y reconvertir sobre la marcha el Palacio de la Cultura en Teatro de la Maestranza en el antiguo solar frente a las Atarazanas. Con aquella decisión, argumentada en la falta de tradición de Ópera en Sevilla por cierto vicepresidente del gobierno, se limitaron para el futuro las posibilidades de desarrollar en Sevilla una vida musical más intensa y fluida de lo que ha venido siendo desde entonces. Esta situación ha obligado necesariamente a entenderse a la ROSS y el Maestranza en el uso de los espacios, sobre todo desde que la orquesta abandonase la Sala Apolo, primero como sala de conciertos y luego como sala de ensayos. La ampliación del Maestranza en 2005-2007 dotó al teatro de una sala de ensayos de orquesta que, si bien permitió liberarse del alquiler de la Sala Apolo, no ha acabado de cumplir las expectativas técnicas que los músicos de la orquesta reclaman. Utilizar el propio escenario del teatro para los ensayos sinfónicos supone un determinante para la programación del teatro a la hora de disponer del escenario. Claro que, por otra parte, la programación propia del Maestranza (óperas, ballets, zarzuelas, conciertos varios…) crea también condicionantes para el desarrollo fluido de la actividad sinfónica.

Se achaca a esta dicotomía orquesta-teatro la reducción del número de programas de abono de la orquesta y la irregularidad del desarrollo de los conciertos a lo largo de la temporada. Analizando las programaciones de la ROSS desde 1991 a la actualidad se puede apreciar que hasta la temporada 1998-1999 hubo veinte programas de abono por temporada, cantidad que desciende desde entonces hasta los catorce de la temporada 2006-2007. El abono se mantendría en torno a los dieciséis programas de abono hasta la temporada 2018-2019, momento en el que descienden hasta catorce e incluso (como en la actual) hasta los doce programas. Pero hay que matizar que dicha reducción de los programas de abono no supone necesariamente una reducción de la oferta orquestal disponible para los aficionados, porque la ROSS ha desarrollado programas paralelos fuera de abono que mantienen el número de actuaciones sinfónicas en torno a los cuarenta conciertos por temporada.

Directores como Alain Lombard o John Axelrod intentaron compensar los problemas de uso del Maestranza desplazando la actividad de la orquesta a otros espacios escénicos de la ciudad, como el Teatro Lope de Vega, el Espacio Turina, el Cartuja Center y el auditorio de FIBES. Bien por problemas acústicos (Lope de Vega, Espacio Turina), bien por las distancias, estos experimentos no alcanzaron los resultados esperados.

Está claro, pues, que Maestranza y ROSS están llamados a convivir en el Paseo de Colón. Ello supone, inevitablemente, llegar a acuerdos que supondrán renuncias por ambas partes. Es evidente la irregularidad de los últimos años en el decurso de los conciertos de la ROSS. Han ido aumentando los vacíos temporales en la actividad de la orquesta, con mayor intensidad desde que se separó la dirección artística de la ROSS y del teatro en 2014, momento hasta el cual ambas habían recaído en Pedro Halffter. La coexistencia entre Halffter y el nuevo director de la ROSS, John Axelrod, fue progresivamente deteriorándose y ello se materializó en que en 2017-2018 hubiese tres meses (octubre, febrero y mayo) sin conciertos y que la temporada se tuviera que alargar hasta julio. Dos años más tarde la situación era aún peor: cinco meses con solo un concierto, otro sin ninguno y de nuevo conciertos en julio. No parece haberse suavizado la convivencia tras las salidas de Axelrod y Halffter, porque en la actual temporada de la ROSS nos encontramos con que en los meses de noviembre, febrero, marzo y mayo sólo hay programado un concierto; y ninguno en diciembre. Y con un ciclo Beethoven bien entrado julio que mucho me temo será un desastre de asistencia.

¿Soluciones? Dadas las circunstancias económicas y el espectacular descenso del número de asistentes a los conciertos de la ROSS (de los 2.100 abonados de la temporada 1994-1995 a los 1.800 de 2008-2009, 1.385 en 2014-2015, 999 en 2018-2019 y 833 en la actual, con la matización de que de esos 833 sólo son 632 los abonados al programa general, pues 230 corresponden al abono joven de reciente creación y 21 al propio personal de la ROSS. En total, un descenso de más del 60%), sería materia de fantasía pedir la construcción de un auditorio para la orquesta. Un auditorio cuyo mantenimiento lastraría aún más las maltrechas finanzas de la orquesta, finanzas aún más tocadas de muerte a raíz de las consecuencias de los paros convocados, pues si hasta hace un mes el déficit era de 130.000 euros, dicha cifra se ha incrementado en cerca de 250.000 euros por las devoluciones de entradas y abonos de los conciertos suspendidos por la huelga. Deuda que se incrementará en igual medida de continuar la huelga y que, paradójicamente, impedirá materializar algunas de las reivindicaciones de la orquesta, como la de cubrir las plazas vacantes.

Pero hablábamos de soluciones partiendo de los elementos disponibles. La orquesta debería modificar algunos hábitos y algunas costumbres que, no por estar recogidas en el convenio, se convierten en frenos para buscar un desarrollo más armónico a lo largo del año de sus conciertos. Por ejemplo, ese curioso artículo que establece dos semanas de inactividad cada trimestre para algunos músicos (solistas y primeras partes) “para facilitar su recuperación y asegurar su descanso”. Dos meses de descanso a sumar al de vacaciones, que impiden alternar actuaciones en el foso con conciertos sinfónicos. Es algo muy habitual en las orquestas europeas tocar un día en una ópera y al día siguiente un programa sinfónico en el mismo teatro. Todo es cuestión de planificación (laboral y artística) y de acomodarse a las circunstancias, utilizando en la mayor medida de lo posible la sala de ensayos (para la cual habría que estudiar la posibilidad de una reforma) para liberar el escenario para otros espectáculos. Por su parte, el Maestranza debería facilitar el que la ROSS interpretase sus conciertos durante los periodos de ensayos y funciones de ópera. Aunque estén instalados los decorados de una ópera, hay espacio suficiente entre el telón y la boca del escenario, sobre todo si para estas ocasiones (y sólo para éstas por cuestiones acústicas) se proyecta el escenario sobre las cuatro primeras filas del patio de butacas, como se ha hecho ya en muchas ocasiones.

De esta forma, ambas instituciones podrían llevar adelante sus programaciones sin interferencias, colaborando entre sí en vez de enfrentándose, con el sufrido público como rehén. Tirar del gatillo fácil de la huelga repetidamente priva de razones a los músicos y le sustrae, cada vez más, el apoyo de su (cada vez menor) público.

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