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La Ross: verdades, mentiras y viceversa

Huelga de la Sinfónica

La Orquesta arrastra desde sus comienzos un problema estructural que nunca ha sido solventado

La ROSS con su titular Soustrot en concierto al principio de la temporada 22-23 / Guillermo Mendo

Que la vida de la ROSS no ha sido en sus más treinta años "un mar en calma y viaje feliz", como el título de la cantata de Beethoven, es algo bien sabido para los aficionados más fieles y para los que gustan de seguir las noticias culturales en la prensa local. A la memoria asoman inmediatamente momentos de tensión, como aquel concierto de Teresa Berganza para conseguir fondos para desempeñar los instrumentos de la orquesta inmovilizados como aval por las deudas de la empresa. O aquella representación de Otello en octubre de 2002 con sólo un pianista en el foso del Teatro de la Maestranza bajo las órdenes de Jesús López Cobos por la huelga de la orquesta, una huelga que se volvió en su contra por el repudio de los aficionados. Y así en más ocasiones. A la vista de los datos aportados en este periódico por Pablo J. Vayón, cabe hacer algunas reflexiones para situar el conflicto en sus justos términos.

La ROSS arrastra desde sus primeros momentos un problema estructural grave que nunca ha sido solventado: su sobredimensionamiento. Crear una orquesta de 96 músicos fue una insensatez desde su primer día de existencia. Máxime si, además, en tiempos de la dirección de Pedro Halffter, años de vacas gordas y de sueños irrealizables, tal número se elevó hasta los 103 músicos. Las reivindicaciones de los músicos de recuperar dicha plantilla responden a sueños alejados de la realidad, insostenibles económicamente y sin parangón con el resto del contexto orquestal español incluso para la actual dimensión de la orquesta. Porque, ¿para qué tantos músicos fijos si son contadas las ocasiones en que se sientan a la vez en un mismo concierto? Valga un simple dato muy reciente: para las representaciones de Le nozze di Figaro del pasado mes de diciembre se programó una plantilla de 37 músicos. Pues bien, hubo que contratar músicos extra porque entre turnos y permisos no había manera de completar la orquesta con los más de cincuenta músicos restantes.

Otra de las cuestiones clave desde sus principios es la indecisa situación laboral de los músicos de la ROSS. ¿Empleados públicos o privados? Está claro que el propio comité de empresa juega a la confusión en esta cuestión, pues si bien reclaman ser tratados igual que los trabajadores públicos en materia de actualización salarial, se acogen a la opción contraria cuando se les esgrime desde la empresa la limitación en la reposición de bajas decretada para el sector público. O en cuestiones de turnos, horarios, permisos, licencias, etc. O en materia de exclusividad. La ley del embudo.

Crear una orquesta de 96 músicos fue una insensatez desde su primer día de existencia

Eterno motivo de conflicto ha sido la relación con el Teatro de la Maestranza, el espacio que les permite desarrollar su temporada de abono a cambio de prestar sus servicios para óperas, zarzuelas (cuando las había) y ballets. El reparto de fechas para la ocupación del escenario siempre ha sido problemático, pero no siempre, como aducen los músicos, por culpa de un Maestranza que no les deja fechas para sus actividades. Es verdad que cada vez que hay una ópera, entre ensayos y funciones, hay un parón de un mes en la temporada de la orquesta. Pero cabría considerar que decenas de orquestas europeas alternan sin conflicto sus actuaciones en el foso y sus programas sinfónicos. Una orquesta profesional debe ser capaz de ensayar o tocar una noche una ópera y al día siguiente un programa sinfónico. Todo es cuestión de una adecuada programación, de cerrar agendas con el Maestranza y de exigir el cumplimiento de los horarios de trabajo. ¿Con los más de cincuenta músicos que libraron durante el mes largo de Le nozze di Figaro no se podrían haber ofrecidos programas centrados en el Clasicismo y primer Romanticismo? La infraestructura escénica del Maestranza es más que suficiente para ello y así no prolongar, como este año, los conciertos hasta mediados de un desolado e inclemente mes de julio.

Y, por último, las acusaciones del comité de empresa por la escasa ambición de la programación de la ROSS debido a los problemas económicos. No todo es economía. Desde el momento en que los músicos optaron por los actuales responsables artísticos era de esperar este giro hacia el repertorio más trillado (y el más facilón para los músicos también). No es la primera vez que los músicos eligen a maestros poco exigentes en lo artístico y/o condescendientes en lo laboral y así les ha ido. Y a los casos Lombard, Halffter y Axelrod me remito. No conozco ninguna empresa en la que se les pida a los trabajadores la opinión sobre quién quieren que sea su jefe, uno exigente u otro más relajado. Ya lo quisiéramos muchos.

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