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Sensación térmica | Crítica

Libros del Asteroide publica la segunda novela de Mayte López, 'Sensación térmica', donde se eplora la arquitectura íntima del dolor, fruto del abuso

La escritora mejicana, nacida en Nueva York, Mayte López
Manuel Gregorio González

19 de diciembre 2021 - 06:00

La ficha

Sensación térmica. Mayte López. Libros del Asteroide. Barcelona, 2021. 176 págs. 18,95 €

Sensación térmica es una novela de apariencia sencilla, escrita en un lenguaje preciso. Por otra parte, el tema que aborda no ofrece dificultad alguna: una muchacha ve cómo su amiga se abisma en una relación sentimental que la destruirá fatalmente. La distinción de la novela reside, pues, en el cómo de este qué, de apariencia convencional, donde una chica sucumbe al encanto y al prestigio de un profesor brillante, dipsómano y execrable. El cómo, sin embargo, reviste cierta complejidad, pues posee un doble carácter. Por un lado, la protagonista relata la vida de su amiga, al tiempo que la suya se trasparece. Por el otro, la historia de estas dos chicas, de estas dos mujeres jóvenes (una mejicana y una colombiana que estudian o trabajan en la Universidad de Nueva York), es una historia de violencia. Una historia de violencia familiar y doméstica; o de violencia y menosprecio amoroso. La cuestión, sin embargo, es que la autora parece saber algo que traslada a sus personajes: la violencia engendra o reclama más violencia. De modo que incluso el perseguido se envilece soñándose perseguidor; soñando con su venganza.

López indaga sobre los mecanismos del poder y cómo obran sobre los sentimientos más puros

Este es el discreto poso de amargura sobre el que actúan los protagonistas de Sensación térmica. Acaso la narradora ame, con un amor no sólo fraterno, a su desdichada amiga. Sin embargo, esto no hace sino añadir una delgada angustia a la indagación sobre los mecanismos del poder (el amado contra la amante, el padre sobre la mujer y la hija), que obran sobre los sentimientos más puros y perpetúan, secretamente, la injusticia. Es así como la narradora descubre que también lleva la mácula de la arbitrariedad y el mal adherida a su pecho; y que otro fuego, el fuego de la ingratitud y de la culpa, le acompañará siempre, pero no a pesar, sino precisamente, porque ha conocido el dolor y la desdicha.

Digamos, pues, que la protagonista de esta breve novela, que orilla con éxito el melodrama, no hace sino construir su propia imagen de la vida, de su aspereza (la fría sensación térmica a la que remite el título), gravitando sobre la ausencia de su amiga. Desde Ramón Llul, o desde Montaigne, esta dolama del amigo ausente es una fértil y gastada convención literaria. No parece, en cualquier caso, que esta sea la intención primera de Mayte López. Bajo una sencilla estructura, el tema principal de esta novela quizá sea el dolor y su ceguera; vale decir, el modo en que el dolor arbitra y redirige la vida de quienes lo sufren, hacia un lugar, hacia unos sentimientos (el rencor, el odio, el remordimiento), que nunca hubieran escogido por modo propio. Todo lo cual viene compensado eficazmente por una hermosa e inmisericorde visión de Nueva York, que corre pareja de una cálida concepción de lo latino, considerado en su totalidad benévola y apabullante. Esa floración vital, reiterada en la obra, es también parte destacada, lo blanco sobre lo negro, en este retrato de un amor, de una ferocidad y de una ausencia.

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