Javier Cordovilla: "La música tiene que reflejar quién eres, no quién fuiste"

JAVIER CORDOVILLA | Batería de Hora Zulú

Hora Zulú arranca mañana en Sevilla, en la sala Malandar, la gira de celebración de sus 25 años con un mensaje claro: su música sigue viva y refleja la esencia del presente del grupo

julia de arco: "Soy de la Generación Z, pero mi música me representa a mí misma"

Hora Zulú (Paco Luque, Aitor Velázquez y Javier Cordovilla)
Los componentes de la banda granadina Hora Zulú: Paco Luque, Aitor Velázquez y Javier Cordovilla

Hora Zulú no es simplemente una banda, es un latido incandescente del rock andaluz, una leyenda en carne viva que lleva más de un cuarto de siglo haciendo retumbar el alma de la música española. Desde las entrañas de Granada, este trío indomable: Aitor Velázquez a la voz, Paco Luque a la guitarra y Javier Cordovilla a la batería, apoyados por Manu Romero al bajo, ha forjado una identidad sonora inconfundible, donde el metal se funde con el rap, el flamenco y la poesía, como lava que arrasa y a la vez fertiliza. No ha transitado la senda fácil; han conocido la gloria, las reinvenciones, los precipicios, y aún así, han seguido caminando con la cabeza alta, desafiando el tiempo y los márgenes de la industria. De los locales sudorosos del underground granadino a los grandes escenarios del país, su historia es la de una resistencia apasionada, un arte que se niega a claudicar. Ahora, celebrando 25 años de batalla sonora, se lanzan a una gira conmemorativa que dará su primer rugido el sábado 29 en la sala Malandar de Sevilla. En esta entrevista, Javier Cordovilla nos invita a cruzar el umbral y asomarnos al corazón palpitante de Hora Zulú, una banda que sigue en pie, no por inercia, sino por convicción.

Pregunta.-Cuando mira atrás, ¿cuáles diría que han sido los momentos que les han hecho tocar el cielo y cuáles los que les arrastraron al barro?

Respuesta.-No es casualidad, ni un simple capricho del destino, que hayamos decidido rescatar El que la lleva la entiende, nuestro tercer disco, para darle una nueva vida en vinilo. Este álbum, que vio la luz en 2006 bajo la producción de BigSimon, marcó un antes y un después en nuestra trayectoria. Fue ese punto de inflexión en el que todo cambió: la forma de componer, de producir, incluso la manera en la que nos expresábamos musicalmente. Nuestro cantante dio un salto audaz, dejando atrás el rap para explorar nuevos territorios vocales, experimentando con el canto. Fue una época de transformación, de descubrimiento, y ahora, 25 años después, nos encontramos revisitando esos momentos con una mezcla de nostalgia y orgullo. No se trata de darle una vuelta de tuerca más, ni de intentar replicar lo que ya hicimos. Es más bien un homenaje, una forma de celebrar aquel momento crucial que nos definió como banda. Cada disco, cada gira, cada escenario, ya fuera un festival multitudinario o una sala íntima, ha dejado su huella en nosotros. Hemos vivido de todo, risas, lágrimas, triunfos y, por supuesto, momentos difíciles. Pero el tiempo, como un filtro sabio, se ha encargado de suavizar las aristas. Hoy, cuando miro atrás, me cuesta incluso recordar esos instantes de dificultad. Lo que perdura, lo que realmente importa, son los recuerdos luminosos, las experiencias que nos han moldeado y que siguen siendo parte de nuestra esencia. Para mí, personalmente, y creo que también para mis compañeros, este viaje ha sido una montaña rusa de emociones. Pero al final del día, lo que queda es la gratitud por haber podido vivir de la música, por haber conectado con gente a través de nuestras canciones, y por seguir aquí, reinventándonos, pero sin olvidar de dónde venimos. El que la lleva la entiende es más que un disco; es un pedazo de nuestra historia, y ahora, en vinilo, es como si le diéramos una segunda oportunidad para brillar.

P. -¿Ha habido algún momento en estos 25 años en el que haya sentido que la banda lo salvaba, o al menos lo sostenía, a nivel personal?

R.-Por supuesto que sí. A nivel personal, y no puedo hablar por mis compañeros, pero sí por mí, la música ha sido siempre ese refugio, ese espacio donde puedo olvidarme de todo lo que hay más allá. Es ese proyecto que me permite escapar, aunque sea por un rato, de las complicaciones de la vida. Todos soñamos con dedicarnos a lo que nos apasiona, con hacerlo en las mejores condiciones posibles, pero la realidad no siempre es tan generosa. Hay momentos en los que las cosas no salen como esperabas, en los que te sientes perdido, en los que el peso de los proyectos personales y laborales se hace cuesta arriba. Y es ahí, justo en esos instantes, donde la música se convierte en algo más que un simple arte, se transforma en terapia. Para mí, hacer música es sanador. Es ese lugar donde puedo reconectar conmigo mismo, donde las preocupaciones se desdibujan y todo fluye de otra manera. Tocar con mis compañeros, crear nuevos proyectos, dar vida a ideas que antes solo existían en nuestra imaginación... todo eso tiene un poder increíble. Es como si, de repente, el mundo exterior dejara de importar. Recuerdo cuando decidimos rescatar nuestro segundo disco, hace tantos años, y replantearlo como nos hubiera gustado hacerlo en su momento, con los medios y la experiencia que ahora tenemos. Esas pequeñas cosas, esos detalles, son los que te alejan de una realidad que a veces no es tan sencilla ni tan bonita como quisiéramos. La música tiene esa magia, te transporta, te transforma, te hace ver las cosas desde otra perspectiva. No es solo un trabajo o un hobby, es una forma de vida, una herramienta que te ayuda a navegar por los altibajos de la existencia. Y creo firmemente que debería ser casi obligatoria en las terapias, porque su capacidad para sanar, para unir, para inspirar, es algo que va más allá de las palabras. La música no solo nos hace fluir, nos hace sentir vivos.

P.-¿Hay alguna decisión que cambiaría, vista desde hoy, o asume cada paso como parte inevitable del camino?

R.-Creo que todo está conectado, que cada paso, cada decisión, incluso las equivocadas, forma parte de lo que somos hoy. No solo como individuos, sino también como banda. Esas experiencias, por duras que hayan sido en su momento, han sido necesarias para llegar a donde estamos ahora. Hoy, por ejemplo, estamos completamente inmersos en la autogestión. Nos encargamos de todo, desde buscar nuestros propios fabricantes hasta organizar el merchandising de nuestras giras. Tenemos una red de proveedores, desde el textil hasta los diseñadores, fotógrafos y técnicos, que se han convertido en una especie de familia. Son personas en las que confiamos, con las que hemos construido una relación sólida a lo largo del tiempo. Y todo esto, esta forma de trabajar, nació precisamente de las malas experiencias del pasado. Hubo un tiempo en el que confiamos en discográficas y terceros, pensando que sería lo mejor para nosotros. No es que tuvieran malas intenciones, pero sus objetivos no siempre coincidían con los nuestros. Ahora, mirando atrás, entiendo que los errores, los contratos mal firmados, las decisiones apresuradas, fueron necesarios. Sin ellos, no habríamos aprendido. Seguiríamos siendo tan ingenuos como hace 25 años, firmando todo lo que nos pusieran por delante sin cuestionarlo. Pero esos tropiezos nos enseñaron a ser más cautelosos, a tomar el control de nuestra carrera, a no depender de otros para hacer lo que amamos. Sí, hubo momentos de los que no estoy orgulloso. Decisiones que, en retrospectiva, sé que no fueron las mejores. Pero incluso esas decisiones nos llevaron a donde estamos hoy. Cada error, cada problema, fue un peldaño en esta escalera que hemos ido construyendo poco a poco. La trayectoria de una banda es como la de una persona, un cúmulo de aciertos y desaciertos que, al final, te definen. Y hoy, después de todo lo vivido, puedo decir con certeza que no cambiaría nada. Porque cada paso, incluso los más difíciles, nos ha hecho quienes somos.

Ves una foto con 24 años y piensas: qué hambre de mundo. La nostalgia te recuerda por qué empezaste"

P.-¿Qué significa para ustedes celebrar 25 años con Hora Zulú? ¿Les ha dado por ponerse nostálgicos o lo viven más como reafirmación de que la banda sigue viva? ¿Qué han preparado para que esta gira esté a la altura de esa cifra?

R.-Miras una foto de cuando tenías 24 años y piensas: ¡Qué chaval, qué ganas de comerse el mundo, qué energía! Es inevitable sentir un punto de nostalgia, no solo por esa época, sino por todo lo que representaba. Es algo que nos pasa a los músicos, pero también a quienes nos escuchan. Esos primeros discos, esos primeros temas, tienen algo especial. A mí, por ejemplo, me encanta nuestro primer disco. Siempre lo he dicho. Es como si fuera una parte de mí, como si estuviera grabado en mis sentidos: el olor del local de ensayo, el sabor de las primeras canciones, la sensación de que todo estaba por descubrir. Esa energía, esa ilusión, se queda contigo para siempre. Es como una huella imborrable, un recuerdo que te acompaña durante años, décadas incluso. Esa nostalgia no es algo malo. Al contrario, es un recordatorio de por qué empezamos todo esto. Por eso, cuando anunciamos el 25 aniversario de la banda, también quisimos compartir que estamos trabajando en nuestro próximo disco. Y no es cualquier disco. Es un proyecto que estamos abordando con calma, sin prisas, sin presiones. Queremos volver a esa esencia, a esa libertad creativa que teníamos hace 25 años, cuando éramos cuatro chavales metidos en un local de ensayo diminuto, probando cosas a ver qué salía. No queremos seguir los cánones de la industria, los plazos ajustados, las fechas límite, las expectativas que a veces ahogan la creatividad. Queremos que todo fluya de manera natural, como fluía entonces, cuando lo único que importaba era la música. Es como volver a los orígenes, pero con la experiencia y la madurez que nos ha dado el tiempo. No se trata de imitar lo que hicimos, sino de capturar esa misma esencia, esa misma pasión que nos impulsó a empezar. Porque al final, eso es lo que nos define: la música, la conexión, la libertad de crear sin ataduras. Y eso es lo que queremos transmitir con este nuevo disco. No es solo un trabajo más; es un regreso a lo que siempre nos ha movido, la ilusión de hacer música, simplemente porque nos hace felices.

P.-La gira arranca en Sevilla. ¿Casualidad de agenda o hay alguna razón simbólica o sentimental detrás?

R.-No es casualidad, en absoluto. Hace tiempo que venimos dándole vueltas a algo que, para nosotros, es fundamental, la forma en la que organizamos nuestras agendas de conciertos. Antes, todo seguía un esquema bastante rígido, el disco salía en tal fecha, la gira empezaba un mes después para que la gente tuviera tiempo de escuchar las canciones, y así sucesivamente. Pero desde hace un tiempo, hemos decidido romper con esa dinámica. Ya no queremos planes establecidos, ni fechas marcadas a fuego. Queremos que todo fluya de manera natural, como siempre debió ser. El año pasado, por ejemplo, tocamos en Malandar. Fue el 8 de marzo, un día que quedará grabado en nuestra memoria. La sala estaba llena, la energía era increíble, y el público nos transmitió una vibra que nos hizo disfrutar como hacía mucho no lo hacíamos. Fue uno de esos conciertos en los que todo encaja: la música, la gente, el momento. Al terminar, empezamos a desmontar el equipo, como siempre, pero antes de irnos nos acercamos a la puerta de la sala. Allí nos esperaban unas 15 o 20 personas, a pesar de que estaba lloviendo a cántaros. Los técnicos, empapados, cargaban las cosas en la furgoneta a toda prisa, mientras nosotros nos refugiábamos bajo el pequeño techado de la puerta y charlábamos con los que se habían quedado. Entre ellos estaba un compañero con el que solemos trabajar mucho en Sevilla, y en medio de la conversación, me soltó: Tío, tenéis que venir a Sevilla todos los años. Siempre os veo tocando en Granada, pero aquí la gente os quiere ver más seguido. Yo asentí, reconociendo que era verdad, que venir a Sevilla todos los años era algo que debíamos hacer. Esa misma semana, de vuelta en la oficina, lo primero que hice fue llamar a Jonathan, el programador de Malandar, y decirle: No tengo nada planeado todavía, pero reserva la fecha para marzo del año que viene. Vamos a volver a Sevilla. Y así fue como todo empezó. A partir de ese momento, la gira tomó forma, casi sin darnos cuenta. No hubo planes meticulosos, ni calendarios rígidos. Simplemente, dejamos que las cosas sucedieran, como aquella noche bajo la lluvia, rodeados de gente que nos demostró que la música no es solo lo que suena en el escenario, sino también lo que se crea en esos pequeños momentos de conexión.

P.-Granada está en la esencia de Hora Zulú. ¿Cuánto de la banda está influenciado por la ciudad y cuánto de la ciudad está en su música? ¿Sería otra banda si hubiera surgido en otro sitio?

R.-Por supuesto, totalmente diferente; en nosotros lo que hay de Granada es todo. Se habla mucho de ese crisol cultural que hay en Granada, pero a veces tengo la sensación de que siempre se menciona lo mismo, como si la ciudad se redujera a unos pocos referentes. Sin embargo, Granada es mucho más de lo que se cuenta. Es una ciudad vibrante, llena de artistas que están haciendo cosas increíbles, aunque quizás no sean del agrado de ciertos sectores. Aquí hay una diversidad musical que te condiciona, que te influye, que moldea tu forma de componer, de vivir y de sentir la música. Y esto no es algo reciente, viene de muy atrás. Creo que es una cuestión profundamente andaluza, más que solo granadina. Andalucía es una región con un patrimonio cultural tan vasto y tan rico que merece ser reivindicado una y otra vez, aunque a veces nos cueste hacerlo. Es curioso, porque en otros lugares reivindicamos nuestra cultura con facilidad, pero aquí, en Andalucía, parece que nos cuesta más sentirnos orgullosos de lo que tenemos. Y eso es algo que debemos cambiar. Hay que reivindicar que Andalucía es una cuna de artistas, de todo tipo de estilos y de expresiones artísticas. Aquí hay un arte carente de prejuicios, lleno de atrevimiento y valentía. Esa capacidad para mezclar, para innovar, para crear algo nuevo a partir de lo tradicional, es algo que nos define. Y creo que es importante sentar esa base, aunque a veces piense que pueda sonar un poco egoísta. Me gusta pensar que grupos como Hora Zulú, y otros muchos granadinos y andaluces, han tocado esa fibra, esa esencia que nos conecta. Que han tomado la herencia cultural y la han transformado en algo nuevo, mezclando hip hop, poesía, rock, metal, e incluso el rock andaluz. Esa mezcla, esa fusión, es algo que me ha influenciado profundamente, no solo como músico, sino como persona.

Andalucía es cuna de artistas que rompen moldes, hay que decirlo. Nuestra cultura no se esconde: se celebra"

P.-La cultura andaluza no está solo en vuestra música, también en vuestra actitud, vuestro discurso. ¿Cómo habéis trabajado para integrarla sin caer en tópicos ni en un folclore vacío?

R.-En nuestro primer disco, por ejemplo, hubo una declaración de intenciones con la canción Andaluz de nacimiento. No era un intento de crear un himno ni de imponer una identidad, sino algo que surgió de manera espontánea, casi inevitable. Esa esencia andaluza está en nuestra actitud, en nuestra imagen, en nuestra forma de ser. Nos sentimos cómodos siendo quienes somos, sin necesidad de imitar otros estilos o actitudes. No nos vería usted cómodos intentando ser una banda de rock clásico americano, por ejemplo. No es que tengamos nada en contra, simplemente no es lo nuestro. Lo que sí hemos hecho en los últimos tiempos es ser más conscientes de la necesidad de reivindicar esa identidad. No es solo una forma de ser o de actuar; es algo que hay que defender, que hay que poner en valor. Y hay que hacerlo sin tapujos, sin complejos. Andalucía es una tierra de artistas, de creadores, de gente que se atreve a romper moldes y a hacer cosas diferentes. Y eso es algo que debemos celebrar, no solo entre nosotros, sino también hacia afuera. Porque nuestra cultura es un tesoro, y es hora de que el mundo lo sepa.

P.-Se les ha comparado con Rage Against the Machine con duende andaluz. ¿Se reconocen en esa definición o cree que no les hace justicia?

R.-A lo largo de los años, nos han comparado con tantas cosas; sobre todo al principio, con los dos primeros discos. Nos llegaron a comparar con Linkin Park, con Rage Against the Machine, e incluso hubo alguien que una vez nos dijo: Sois como los Rammstein andaluces. Me hizo mucha gracia, la verdad. Los Rammstein andaluces, ¿se imagina? En cierto modo, me sentí halagado. Es curioso, porque, aunque algunos de nosotros hemos escuchado a esos artistas, no todos lo han hecho. Y eso es lo bonito de todo esto, la forma natural en la que las cosas nos salen. Creo que es el resultado de una mezcla bestial que llevamos dentro, una amalgama de influencias que cada uno traía consigo cuando empezamos a hacer música. Cuando nos juntamos por primera vez, cada uno venía de un lugar diferente. Algunos venían de hacer hip hop, otros estábamos descubriendo el doom metal americano, Paco venía de tocar con Enrique Morente y Lagartija Nick; todos trajimos influencias completamente distintas. Era como un gazpacho musical, una mezcla que, al principio, podía parecer caótica, pero que con el tiempo terminó definiéndonos. Y eso es algo que me encanta. Nunca me ha molestado que nos comparen con otros artistas, al contrario. Si me pregunta si me identifico con esas comparaciones, puede ser. Como batería, por ejemplo, siempre me ha gustado mucho ese sonido potente y enérgico de algunas bandas, y es posible que algo de eso se me haya pegado. O Paco, al ser guitarrista, que escucha otras cosas, quizás eso se refleja también en su forma de tocar. Pero al final, creo que esas comparaciones no son malas. Todo lo contrario. Son una muestra de que nuestra música conecta con algo en la gente, de que hay algo en lo que hacemos que les recuerda a esos grandes referentes. Y eso, en el fondo, es un halago. No buscamos sonar como nadie en particular, pero si nuestra música evoca algo en quienes nos escuchan, bienvenido sea. Al final, lo importante es que lo que hacemos sale de nosotros de manera natural, sin forzar nada. Y eso es lo que nos define, esa mezcla única.

P.-Una mezcla de metal, rap, flamenco; lo de Hora Zulú no es fusión fácil. ¿Ha sido complicado mantener esa mezcla sin que se les desmadre?

R.-Hay algo que puedo decir con total seguridad, que nunca hemos sacado nada que no nos gustara. De hecho, a lo largo del camino, hemos dejado cosas atrás. No es lo habitual, porque normalmente los discos nos han salido bastante bien. Cuando estábamos en el ensayo, por ejemplo, y Paco, que es un gran compositor, tiene una forma muy completa de visualizar las canciones en su cabeza y para él es muy fácil expresarse, decía: Oye, se me ha ocurrido esto, tengo esta idea, con esta intro y con este desarrollo, lo cogíamos y a partir de ahí es como se iban formando los temas, cómo se iban componiendo las canciones. Pero sí que es verdad que, en alguna ocasión, después de montar algo y darle vueltas, nos hemos preguntado: ¿Y si le cambiamos esto? Y cuando ya le habíamos cambiado cuatro cosas, nos dábamos cuenta de que no funcionaba, que no iba con nosotros, que había algo que no encajaba con la esencia de la banda. Creo que el haber sabido desechar a tiempo lo que no nos cuadraba ha sido clave. Nos ha ayudado a tener muy claro lo que queremos hacer y lo que no. Nunca ha habido una intención forzada de decir: Voy a hacer una mezcla de flamenco con metal, con esto y con lo otro. No. Ha habido mucha experimentación a lo largo de nuestra carrera, pero siempre de manera natural. Como le decía al principio de la entrevista, en el tercer disco hubo un cambio importante en la forma de cantar las canciones. Y en el quinto disco, por ejemplo, cuando empezamos a trabajar con Rémy Deliers, que es un productor francés, fue un proceso muy diferente. Ese disco se hizo con mucha calma, dándole tiempo a cada canción para que respirara. Empezamos a experimentar con cosas que nunca nos habíamos planteado, pero no porque las estuviéramos buscando de manera forzada, sino porque surgían de forma espontánea. Escuchábamos la idea que traía Paco al ensayo y si nos encantaba tirábamos para adelante. Porque al final, eso es lo que nos mueve, hacer música que nos guste, que nos emocione, que nos represente. No hay una fórmula mágica ni un plan preconcebido. Es simplemente dejarnos llevar por lo que sentimos, por lo que nos apasiona. Y creo que esa honestidad es lo que nos ha permitido mantenernos fieles a nosotros mismos a lo largo de los años.

Hora Zulú
Hora Zulú

P.-Aunque se pueda definir como nu-metal con influencia del flamenco, la música de Hora Zulú tiene una sofisticación lírica y musical, fraseos, cadencias armónicas, métrica y el sentimiento andaluz que no lo tiene ninguna otra banda con su nivel de contundencia. ¿Siente usted que tienen una responsabilidad como referentes o portavoces de algo, en lo musical o incluso más allá de lo musical?

R.-La verdad es que no tengo la intención de sentirme responsable de lo que otros artistas o músicos puedan esperar de nosotros. Soy una persona bastante humilde y no quiero cargar con esa sensación de responsabilidad. Para mí, lo primero es tener la libertad creativa de hacer lo que uno quiera en cada momento, sin miedo a que el público diga: Uff, esto no es lo que yo esperaba de Hora Zulú. Cuando haces un disco, hay que tener en cuenta que es algo que queda grabado para siempre. Es una huella imborrable, un pedazo de ti que permanece ahí. Por eso, sacar un disco por sacar, sin que realmente represente lo que eres o lo que quieres transmitir, no tiene sentido. Ahora, en esta etapa en la que no tenemos la presión de una discográfica y podemos trabajar con la tranquilidad que siempre hemos querido, nos hemos dado el lujo de tomarnos nuestro tiempo. Tenemos muchísimas canciones hechas, pero no todas representan exactamente lo que queremos sacar en este momento. Estamos trabajando en ello, sin prisas, sin correr. No es que estemos preocupados por lo que diga la gente, aunque es cierto que siempre vamos a cuidar y a mantener una línea que hemos creado nosotros mismos para Hora Zulú. No es que hayamos inventado un estilo musical, pero sí hemos construido una banda con una identidad definida, con una repercusión que es la que es, y estamos muy orgullosos de ello. Creo que es fundamental que una banda crea en lo que hace antes de presentárselo a los demás. Para nosotros, evidentemente, es muy importante que a la gente le guste lo que hacemos, y creemos que lo que estamos haciendo les gusta. También estamos convencidos de que lo que vamos a hacer en el futuro les va a gustar mucho. Pero lo importante es que no lo hagamos con miedo, con esa preocupación constante del qué dirán. Si uno se deja llevar por ese temor, termina estancándose. Te quedas repitiendo una y otra vez lo mismo, como si tuvieras que aferrarte a Andaluz de nacimiento, a Tango, a esas primeras canciones que marcaron un momento. Y eso, al final, es un error. Porque si no te permites experimentar, si no te sales de la línea que ya conoces, te quedas atrapado en un lugar del que es difícil salir. La música, como cualquier arte, debe ser un reflejo de quién eres en cada momento. Y si en ese proceso cambias, evolucionas o exploras nuevos caminos, está bien. Lo importante es ser fiel a ti mismo, creer en lo que haces y tener la valentía de compartirlo con el mundo, sin miedo a lo que puedan pensar. Porque al final, lo que queda es la honestidad con la que lo has hecho.

P.-¿Qué canciones de su repertorio les remueven todavía cuando las tocan en directo, como si aún dolieran o ardieran por dentro?

R.-El tercer disco, por ejemplo, tiene una canción que le podría mencionar de inmediato: Camarada. Es una de esas canciones que rara vez falta en nuestro repertorio. No es solo una canción más; es un tema que lleva consigo un sentimiento muy profundo. Como le decía antes, ese disco representa un punto de inflexión para nosotros, un momento en el que todo cambió. Camarada está impregnada de ese ambiente, de las vivencias que compartimos con BigSimon, de todo lo que experimentamos en aquella época. Es una canción que me toca muy adentro, tan intensa y tan poderosa que cada vez que la tocamos en directo es inevitable que se me escape alguna lagrimilla. Es como si, al interpretarla, reviviéramos esos momentos, esos recuerdos que quedaron grabados para siempre. Luego está el quinto disco, con canciones como Mis barraqueras, una de las que surgieron de manera natural, casi sin esfuerzo. Fue una de esas ideas que fluyen tan rápido que, cuando la escuchas por primera vez, sabes que no hay que retocarla más; que es perfecta tal como es. Es como si la canción ya estuviera completa en tu cabeza desde el principio, y solo tuvieras que dejarla salir. Esas canciones, las que nacen así, de repente, se te quedan grabadas en el corazón y en la mente. Están ligadas a un momento concreto de tu vida, y cada vez que las interpretas, te transportan de vuelta a ese instante. Para nosotros, Mis barraqueras es una de esas canciones que llevan consigo un sentimiento especial, un pedazo de nuestra historia. Y luego está el primer disco, claro. Es nuestro primer trabajo, y como tal, tiene ese cariño especial, la inocencia, la pureza que solo se tiene al principio. Para el público, es el disco que nos dio a conocer, pero para nosotros es mucho más. Es el punto de partida, el que nos marcó el camino. Aunque hay varias canciones en ese disco que nos traen recuerdos, como le digo, es en canciones como Camarada o Mis barraqueras, donde encontramos esas piezas que nos conectan con emociones más profundas. Son canciones que no solo suenan, sino que también sientes.

P.-¿Qué hay de debate interno? ¿En la banda todos piensan igual? ¿Cómo gestionan las diferencias creativas para mantener una visión artística coherente?

R.-Entre nosotros, la verdad es que nunca hubo muchas diferencias artísticas. A lo largo de todos estos años, hemos sido un grupo de personas que ha sabido entenderse en el plano compositivo. Eso no quiere decir que no hayamos tenido desacuerdos, claro. Como en cualquier familia, grupo de amigos o equipo de trabajo, siempre hay momentos de tensión. Es inevitable. Las diferencias surgen cuando se trata de decidir cómo hacer las cosas, por dónde tirar, cuál será el siguiente proyecto, cuánto tiempo dedicarle, si tocamos aquí o allá. Son mil detalles que, en algún momento, pueden generar roces. Pero eso es algo normal, incluso necesario. Al final, se aprende a gestionarlo. Sin embargo, en lo que respecta al plano creativo, siempre hemos estado bastante unidos. Principalmente, por la forma en la que trabajamos. Las ideas suelen surgir de Paco, y son ideas musicales que luego se desarrollan. A partir de ahí, Aitor trabaja en las letras, en la poesía que va a acompañar a esa música. Luego vienen los arreglos, la producción, y todo el proceso de darle forma a la canción. Es un flujo que, con el tiempo, hemos perfeccionado y que nos ha permitido funcionar como un buen equipo. Creo que esa dinámica ha sido clave para que no haya diferencias notables en el plano creativo. No es que siempre estemos 100 % de acuerdo en todo, pero sí hay un entendimiento mutuo que nos permite avanzar sin grandes conflictos. No es común que surjan situaciones del tipo esto te gusta a ti, pero a mí no. Aunque, claro, alguna vez ha pasado. Pero son excepciones, no la regla. Al final, lo importante es que todos remamos en la misma dirección.

P.-La rabia, la precisión, la palabra… después de tanto tiempo no se les han oxidado…

R.-No se han oxidado porque cada uno tiene su propia visión, y es inevitable que, a estas alturas, esa visión sea más madura que antes. No es que ahora tengamos prejuicios y antes no, pero sí es cierto que con el tiempo hemos aprendido a cocinar las cosas con más calma. Queremos que las canciones tengan un cuidado especial, que el sonido sea el adecuado, que todo esté bien pensado. En los primeros discos, todo era más fresco, más espontáneo. Las ideas fluían sin tanto análisis, y las canciones salían casi por sí solas. Es parte del proceso de crecimiento de una banda. Al final, esos desafíos creativos no hacen más que aportar. Nos obligan a reflexionar, a mejorar, a buscar nuevas formas de expresarnos. Y eso, aunque a veces sea complicado, es bueno para la carrera musical de cualquier grupo. No se trata de quedarse estancado en lo que ya sabes hacer, sino de seguir explorando, incluso cuando eso implica salir de tu zona de confort. Porque al final, es en esos momentos de dificultad donde surgen las ideas más interesantes, las que te hacen crecer como artista y como banda.

Hay mucha gente nueva con ideas increíbles, que quizás no encajan en el mainstream, pero que dentro de unos años podrían ser revolucionarias"

P.-¿Cómo imagina el futuro para una banda como la suya en un contexto de algoritmos, festivales uniformados y saturación de estímulos?

R.-El futuro es incierto. Esa es la palabra: incierto. Nosotros tenemos muy claro que no somos una banda de festivales. Y esto es algo que llevamos asumiendo desde hace mucho tiempo. No tengo nada en contra de los festivales, al contrario, entiendo que son eventos importantes dentro del tejido musical. Pero sí creo que, con más frecuencia de la que me gustaría, se olvida que la cultura musical no puede sobrevivir si no hay un circuito de salas, de conciertos íntimos, de espacios donde puedas ver a una banda de verdad. Y cuando digo de verdad, no me refiero a que en los festivales las bandas no sean auténticas, sino a esa experiencia única de tener a un artista a 50 centímetros de ti, en su esplendor, con su equipo bien montado, con una prueba de sonido cuidada al detalle. Eso es insustituible. Los grandes festivales son, sin duda, acontecimientos que han triunfado y tienen su lugar en la industria. Pero el exceso de festivales puede ser contraproducente para la música y para el futuro de muchos músicos. La riqueza de la música andaluza, o de la música en general en nuestro país, radica en su heterogeneidad, en esa diversidad de estilos y propuestas que la hacen única. Sin embargo, esa diversidad está en peligro si no hay un tejido que la sustente. Hay mucha gente nueva con ideas increíbles, propuestas que quizás no encajan en el mainstream o en lo que suena en las principales cadenas, pero que dentro de unos años podrían ser revolucionarias. Esos artistas necesitan un circuito que les permita crecer: salas pequeñas, conciertos para 100, 200, 500 personas, antes de dar el salto a estadios o festivales masivos. El futuro se me antoja incierto, pero también soy optimista. Creo que, como todo en la vida, la música pasa por ciclos. Los estilos van y vienen, las formas de consumir música evolucionan. Recuerdo cuando el CD llegó y el vinilo parecía cosa del pasado. El vinilo es de viejos, decían. Y ahora, mire, el vinilo está más vivo que nunca. ¿Quién nos lo iba a decir? Incluso ahora hay gente que está volviendo a apreciar la calidad del sonido, que busca música bien mezclada, bien producida, para escucharla en equipos de alta fidelidad. Es un ciclo que se repite, una reacción ante la música hiper comprimida que domina plataformas como YouTube o Spotify, diseñada para un consumo rápido y superficial. Pero todavía hay música hecha con cariño, mezclada con esmero, pensada para el oyente que valora los detalles. Y creo que ese oyente sigue ahí, aunque a veces parezca que ha desaparecido. Los ciclos siempre vuelven. Quizás el rock, o algún estilo que ahora parece desfasado, resurja con fuerza en el futuro. Los artistas que arriesgan, los que se atreven a traer de vuelta lo que parecía olvidado, son los que mantienen viva esa llama. Son los que demuestran que, en la música, nada muere del todo. Solo espera el momento adecuado para volver a brillar.

P.-Sabemos qué celebran ahora, pero si se imagina dentro de otros 25 años, ¿Qué les gustaría estar celebrando entonces?

R.-Madre mía; yo espero que lleguemos y que podamos seguir celebrando la vida. Dentro de 25 años, tendré 70 años...

P.-…oiga, que yo cumplo 68 dentro de poco; a ver si vamos a empezar a sentirnos viejos ya; la edad es solo un número…

R.-Claro -risas-, y lo importante es seguir disfrutando de lo que hacemos. Como le decía al principio, estábamos hablando de cómo han pasado 25 años desde aquel primer disco, y creo que es muy importante celebrar esos momentos. Cuando digo celebrar, no me refiero a hacer una gira de aniversario tras otra, aunque también nos gusta eso. Somos de celebrar, pero sobre todo nos gusta estar con la gente, compartir esos momentos con nuestro público. Tenemos un público muy especial, muy fan. Hoy en día se habla mucho de términos como superfan, un concepto que los grandes festivales y las grandes empresas buscan explotar para vender entradas carísimas o crear mega éxitos. Pero nuestro público es diferente. Es gente a la que nos gusta cuidar, con la que nos sentimos conectados. Por eso, por ejemplo, insistimos en volver a Sevilla cada año. Aunque un año venga la mitad de gente y al siguiente el doble, sabemos que hay personas allí que merecen vernos, que nos esperan con ilusión. Esa conexión es lo que nos mueve. Nos gusta tocar para ellos, porque es lo que nos hace felices. Hace unos meses, en octubre, organizamos una fiesta en Granada. Fue algo pequeño, para celebrar los 20 años de nuestro segundo disco, Crisis de calidad. Invitamos a amigos, familiares y algunos fans muy cercanos. Montamos un pequeño escenario, tocamos las canciones de ese disco, y la verdad es que lo pasamos increíble. Fue una de esas experiencias que no se olvidan, porque era pura celebración. No se trataba de llenar un estadio o de hacer algo espectacular, sino de compartir un momento especial con la gente que nos importa. Eso es lo que significa para nosotros celebrar: estar con la gente, disfrutar de esos pequeños grandes momentos. Y yo espero que tengamos muchos más años para seguir celebrando, porque creo que es algo que hace falta. Después de todo lo que vemos en la televisión, de las noticias que nos llegan cada día, de las cosas difíciles que ocurren en el mundo, creo que es importante celebrar las cosas buenas. Porque si no, madre mía... la vida se llena de ruido y nos olvidamos de lo que realmente importa: compartir, conectar, disfrutar. Así que sí, espero que dentro de 25 años sigamos aquí, celebrando la vida, tocando para la gente que nos quiere y nos sigue, y recordando por qué empezamos todo esto. Porque al final, eso es lo que nos mantiene vivos: la música, la gente y esos momentos que nos hacen sentir que todo vale la pena.

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