Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Resulta inevitable pensar que el Perro enterrado en la arena es el propio Goya. Por supuesto, ya sabemos que el perro es un añadido posterior; pero también sabemos que Goya añadió precisamente eso, un perro que se desliza, que se inmerge en un arenal ocre, y cuyo silencio, en absoluto animal, nos desazona y nos alarma. Ante las esculturas de Giacometti es posible adivinar un mismo y universal desamparo. Son hombres que caminan o se yerguen con un temblor esencial que recuerda, que quizá conoce, la interna titilación del Theotocópuli. Dice Maubert en La última modelo que Bacon y Giacometti adoptan una plástica inversa para fijar una verdad pareja: la radical soledad humana. Esa verdad, que atraviesa todo el XX, es la que los contertulios de Giacometti, Sartre y Genet, han penetrado con éxito por otras vías.
Quizá lo más sugestivo, lo más eficaz, de esta breve obra de Maubert sea su modestia. Una modestia que alcanza tanto a su configuración (el sencillo relato de un encuentro con el último amor del artista), como al limitado alcance de sus indagaciones. A través de esta larga conversación con Caroline, Maubert no pretende reconstruir la figura de Giacometti. Y tampoco ensaya una formulación estética de su obra. Y sin embargo... Sin embargo, de esos recuerdos dispersos es posible colegir algo de la ambición y la estatura artística del escultor, así como del proceder atormentado, fatigoso, tenaz, con que el escultor aborda sus creaciones. Si Caroline fue la última "desmesura" de Alberto Giacometti ( una "desmesura" 40 años más joven que él, que había emergido de la equívoca noche parisina), también es cierto que a través de ella asistimos a la intimidad y los hábitos de un hombre impar. De esa intimidad no se deduce, necesariamente, la cualidad ni el carácter de su obra. Aun así, hay algo conmovedor en la cortesía, en la discreción, en el desprendimiento de este Giacometti de Maubert/Caroline. Hay algo doloroso en su reserva, en su cautela, en el estrecho vínculo con su hermano. Hay mucho del Giacometti artista ("tanto esfuerzo para nada", le dirá a Caroline) en el hombre que se aproxima, fatigado y trémulo, a su propia muerte.
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