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Varada entre la alegoría y el ‘thriller’

El hombre del sótano | Crítica

Jérémie Rénier, en 'El hombre del sótano'. / D. S.

La ficha

*** 'El hombre del sótano'. Thriller / Drama, Francia, 2021, 114 min. Dirección: Philippe Le Guay. Guion: Philippe Le Guay, Gilles Taurand, Marc Weitzmann. Música: Bruno Coulais. Fotografía: Guillaume Deffontaines. Intérpretes: François Cluzet, Bérénice Bejo, Jérémie Rénier, Martine Chevallier, Jack Claudany, Antoine Levannier, Jonathan Zaccaï, Denise Chalem.

Quizás sea una metáfora de la actual Europa o una goyesca pintura negra que representa con trazos exagerados algunas de sus debilidades. Es tentador pensar –aunque este crítico sea enemigo jurado de las interpretaciones– que el matrimonio más bien simple que alquila su sótano representa a la Europa alegre y confiada; que el educado y culto profesor que lo alquila en principio como guardamuebles de su difunta madre representa a los movimientos negacionistas, antisistema y/o populistas de extrema derecha y/o extrema izquierda que pululan por las redes y tienen cada vez más presencia pública participando, como sucede en España, en gobiernos nacionales o regionales de partidos tradicionales socialdemócratas o conservador-liberales; naturalmente el sótano alquilado representaría ese mundo de las redes en los que se cultivan conspiraciones, falsas noticias, renacimientos de sanguinarias ideologías oxidadas y otros males mientras arriba seguimos viviendo ignorándolos… Hasta que sea, como sucede con los arrendadores de la película, demasiado tarde.

Es tentador, ciertamente. Aunque la debilidad mayor de esta película, pese a sus alusiones directas al Holocausto y las teorías conspiranoicas, es su indecisión entre ser una variación del thriller clásico de vecinos, invitados o inquilinos indeseables (desde el Joseph Cotten de La sombra de una duda de Hitchcock al Michael Keaton de De repente un extraño de Schlesinger o el Jeffrey Dean Morgan de La víctima perfecta de Jokinen) o si utiliza mecanismos del thriller para internarse en los terrenos de la alegoría con fuerte carga política o existencial (desde el Edward G. Robinson de El extraño de Welles al Polanski de El quimérico inquilino o, ya que estamos en su centenario, el invitado de Teorema de Pasolini). ¿El progresivo desvelamiento de la personalidad negacionista y conspiranoica del inquilino del sótano –teniendo en cuenta que sus arrendadores son judíos que perdieron familiares en el Holocausto– la lleva del suspense y la tensión propios del thriller hacia esa representación simbólica de lo que está sucediendo en los sótanos de Europa? No queda claro y ello lastra la película que, si bien cuenta con interpretaciones muy convincentes –sobre todo la de François Cluzet (importante su tono en la versión original)– y logra un notable crescendo de tensión, tras prometer mucho va decepcionando por lo convencional de su planteamiento.

Con cierto músculo en la comedia social y costumbrista (Las chicas de la sexta planta) o de lucha entre egos de actores (Molière en bicicleta) a Philippe Le GuayPhilippe Le Guay le falta fuerza para llevar hasta sus últimas consecuencias lo interesante del guión haciendo que al final no logre ser la alegoría que quizás pretendió ser ni el thriller absorbente que en su primera parte promete. Para lo primero le falta ambigüedad y capacidad de sugestión, para lo segundo le falta intensidad y maldad. Queda en entretenimiento con vocación televisiva.

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