La historia detrás de Oz
El maravilloso mago de Oz | 120 aniversario
La editorial El Paseo reedita 'El maravilloso mago de Oz' con sus ilustraciones originales, un cuento creado a cuatro manos por L. Frank Baum y W. W. Denslow
Sevilla/Hasta la publicación de El maravilloso mago de Oz, los cuentos, anclados en la tradición europea, nos hablaban de niños castigados por sus malas conductas a los que les ocurrían mil y una desdichas: se perdían en el bosque, se los comía el lobo, les atacaba una bruja mala... En la introducción a esta historia, L. Frank Baum, empeñado en sentar las bases del cuento de hadas norteamericano, escribió que era hora de que desaparecieran "los estereotipados genios, enanos y hadas, y con ellos todos los incidentes horribles y espeluznantes ideados por sus autores para asestar una temible moraleja en cada narración". En Oz, no hay castigo sino búsqueda decidida de los sueños. El espantapájaros quiere ser inteligente, el hombre de hojalata quiere tener corazón, el león ser valiente y Dorothy anhela un mundo de fantasía. Buscan superarse. No hay mensaje de más vigencia -y repetido en la historia del hombre- que éste.
120 años después de ver la luz por primera vez, ninguno de los personajes de esta fábula tendría el calado que hoy han alcanzado en el imaginario universal -y sus lecturas no serían tantas ni tan variadas: ¿es una sátira política? ¿una alegoría religiosa?, ¿un alegato feminista?- sin la corporeidad que les insufló W. W. Denslow, el ilustrador de esta historia que quedó eclipsado para siempre por la fama del escritor. Con la reciente reedición de El maravilloso mago de Oz con sus ilustraciones originales, la editorial sevillana El Paseo reivindica la importancia de la imagen al nivel del relato y hace gala, una vez más, de su exquisito gusto por rescatar joyas imperecederas de la memoria universal de la literatura. Ésta es la historia detrás de Oz.
Baum-Denslow, del éxito a la ruptura
No fue Oz la primera experiencia del tándem Baum-Denslow pero sí la definitiva. Después de múltiples oficios, algunos de ellos ligados al mundo del teatro, y ya asentado en Chicago junto a su familia, Baum editaba una suerte de boletín, The Show Window, destinado a las agencias de publicidad donde escribía relatos y sueltos con distinto éxito. Por su parte, tras trabajar como artista y reportero en diferentes ciudades, Denslow, un personaje profundamente político como habitual viñetista de sátiras políticas, también recaló en la ciudad, donde en 1893 conoció al escritor en el Chicago Press Club, al que ambos pertenecían pues, como muchos autores de la época, orbitaban el mundo de la prensa a la espera del reconocimiento del gran público. Pronto colaboraron juntos en aquella revista publicitaria.
Ya en 1899 publicaron juntos El libro de Papá Ganso, una colección de poesía del absurdo que publicó la editorial de George M. Hill Company de Chicago, que inicialmente mostró sus reticencias por tener que hacer frente a la onerosa impresión de los dibujos en color. Las primeras 5.700 copias volaron… y pronto se llegó a las 75.000 impresiones. Convertido ya en todo un best seller del público infantil de la época, el editor no dudó en lanzar a los pocos meses El maravilloso mago de Oz, el libro definitivo que les catapultó a la fama. No es casualidad que la protagonista de Oz fuera una niña (en el cuento original es una pequeña aunque en la película, de 1939, Judy Garland sea una adolescente) ya que Baum se casó con Maud Gage, hija de Matilda Joslyn Gage, famosa sufragista que luchó por el voto de la mujer. Razón por la que una de tantas lecturas de esta obra sea la de alegato feminista.
"Baum entregó las 40 mil palabras contratadas el 9 de octubre de 1899; la versión original salió el 16 de noviembre de 1899 y fue muy corta y desechada", apunta el editor David González, eso sí, añade "llevaba un dibujo de Denslow al mismo tamaño que el de Baum", y en la portada original ambos nombres tenían la misma tipografía y tamaño. Ya el 1 de marzo de 1900 salió una edición que se puede considerar la primera de éxito. Hasta entonces, lo habitual era que el ilustrador se plegara al relato pero en absoluto fue éste el caso. "Es un cuento escrito a cuatro manos, de igual a igual, se influían mutuamente; los dibujos de Denslow no son decorativos sino absolutamente complementarios, tanto que hay partes del relato que no se entienden si no es con la ilustración que se ha visto inmediatamente antes o que se va a ver nada más pasar página. Por eso es de celebrar el trabajo tan extraordinario que ha hecho El Paseo con esta maquetación", subraya Óscar Mariscal, responsable de la traducción de la obra que en esta edición rescata el prólogo de Baum que se añadió en una edición posterior, una vez constatado el fulgurante éxito del libro.
Sin duda, la sociedad Baum-Denslow fue rentable. De ahí que a los dos años de publicarse el Mago de Oz, aprovecharan su popularidad para lanzar la adaptación teatral. En parte, Baum quería ir allanando el camino para la versión cinematográfica a la que aspiraba en unos años, los primeros del siglo XX, donde el cine era esa fábrica de sueños que inventaron los Lumière.
En la adaptación teatral, Baum escribió el libreto, Denslow se encargó de la escenografía y el vestuario y Paul Tietjens de la música. La obra resultó un gran éxito, con casi 300 representaciones en Broadway y giras por Estados Unidos hasta 1911. Pero, como tantas veces ha pasado a lo largo de la historia, la distribución de los beneficios separó las vidas de Baum y Denslow para siempre, ya que el ilustrador no estaba de acuerdo con el reparto de los derechos de autor. No obstante, los beneficios obtenidos fueron suficientes para que emprendiera una aventura disparatada y poco conocida. Mucho antes de que los actores de Hollywood pusieran de moda ser dueños de su propia isla -Marlo Brando fue uno de los pioneros con su famosa Tetiaroa en Tahití-, Denslow compró un islote en las Bermudas, se construyó un castillo y se autoproclamó Rey Denslow I, Monarca de las Islas Denslow y Protector de los Arrecifes de Coral. Durante un tiempo siguió explotando los derechos de los personajes de Oz -publicó en varios periódicos las tiras protagonizadas por el hombre de hojalata y el espantapájaros- y su vida en las Bermudas le inspiró en 1904 el cuento de hadas bajo el agua La Perla y la Calabaza, que también llevó a Broadway con un éxito de crítica desigual pero sin el respaldo del público. Asediado por las deudas, vendió por 30 mil dólares la isla, en 1908 se mudó a Nueva York pero fue incapaz de encontrar la estabilidad laboral. Se refugió en el alcohol. Murió de neumonía y prácticamente en la indigencia el 27 de mayo de 1915.
Baum, en cambio, enfocó mejor su vida. Como recuerda Óscar Mariscal, al principio se veía incapaz de continuar escribiendo historias en torno a Oz y Ciudad Esmeralda al faltarle la otra mitad de la ecuación: Denslow. Pero animado por el nuevo editor, Reilly & Britton, publicó junto al ilustrador John R. Neill hasta 13 historias más vinculadas a Oz. "Al principio, se limitaba a acompañar al texto y a redibujar los personajes de Denslow que todos los lectores conocían; con el paso del tiempo, Neill encontró su propio estilo en Oz y empezó a crear nuevos personajes e historias en las que Dorothy se fue haciendo mayor y en algunos cuentos cedía el protagonismo a otros personajes", relata el traductor.
Baum murió en California en 1919, sólo un año antes publicó el último libro sobre Oz, Glinda de Oz. El Paseo ya publicó en 2016 uno de estos volúmenes, Historias de Oz, y aspira a continuar con el rescate de estos cuentos siguiendo el camino de baldosas amarillas.
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