El hilo rojo
Renacimiento publica un ensayo de Manuel Aznar Soler en torno a la literatura comprometida con los ideales revolucionarios de los años 20 y 30 en España
República literaria y revolución (1920-1939). Manuel Aznar Soler. Renacimiento. Sevilla, 2011. 414 + 998 páginas. 40 euros.
Hace ya tiempo que los escritores falangistas, aunque algunos no se hayan enterado, fueron rehabilitados en tanto que escritores, al margen de la militancia política que durante un tiempo les aseguró la nombradía y después, cuando cambiaron las tornas, los condenó al ostracismo. También los comunistas, largamente silenciados, vivieron su momento de gloria tras la restauración de la democracia, pero no puede decirse que en la actualidad disfruten, salvo casos contados, de gran predicamento. El problema, en definitiva, es que damos demasiadas cosas por sabidas. Que nadie o casi nadie lee ya a la mayoría de los escritores de anteguerra. Que mientras discutimos acaloradamente a propósito de la memoria histórica, no tenemos una idea demasiado precisa de lo que ocurrió en aquellos años. Por fortuna, hay todavía estudiosos que se acercan a ellos y reúnen el conocimiento suficiente para trazar, de primera mano, el fresco de un tiempo trágico que tuvo su fiel reflejo en la literatura.
Este libro rescata una parte de esa historia, la referida al nacimiento y evolución de una forma de literatura radicalmente comprometida, cultivada por una o varias generaciones de escritores que apelaban al pueblo y defendieron en libros, editoriales, periódicos y revistas los principios revolucionarios en cualquiera de los diferentes credos disponibles, sobre todo el de los comunistas -el espejismo soviético aún mantenía un enorme ascendiente sobre la izquierda internacional- que desempeñaron un papel de avanzadilla. Fundador y director del Grupo de Estudios sobre el Exilio Literario de 1939 e impulsor, junto con Isaac Díaz Pardo, José Esteban y Abelardo Linares, de la benemérita Biblioteca del Exilio, Manuel Aznar Soler (Valencia, 1951) lleva décadas investigando los trabajos y los días -las obras y las vidas- de la España transterrada, pero también ha estudiado la época de las vanguardias, la literatura combativa de los años de la República y la política cultural durante la Guerra Civil. Todo ese caudal de conocimientos ha revertido en este vasto panorama, que recorre el "hilo rojo" de las letras españolas desde el Ultraísmo -no del todo inmune al resplandor de Octubre- hasta la victoria definitiva de los nacionales y el comienzo de la diáspora.
República literaria y revolución se abre con un retrato de Max Estrella, el inmortal personaje de Valle-Inclán, y acaba con una evocación de los últimos años de Antonio Machado. Ambos, Valle y Machado, eran escritores de la generación modernista, dos hombres, por lo tanto, del tiempo viejo, pero no por ello se vieron libres de las "utopías radicales" que anunciaban, conforme a un estado de opinión ampliamente compartido, el declive de la cultura burguesa. Aznar Soler divide su ensayo de interpretación en tres tramos históricos, correspondientes a la década de las vanguardias, el sexenio de la República y los años de la guerra. A lo largo de este tiempo, un grupo no desdeñable de escritores e intelectuales, en un contexto general de progresiva radicalización política, se desentendió del experimentalismo formal y optó por una literatura "rehumanizada" que en bastantes casos se adhirió abiertamente a las consignas del Partido Comunista. Como militantes activos o como compañeros de viaje, estos escritores lideraron el Frente Popular de la cultura española, republicano, revolucionario y antifascista.
Aznar Soler documenta exhaustivamente la ideología pugnaz y el ambiente exaltado de la izquierda revolucionaria, la retórica ardorosa, el fervor colectivista, la dimensión europea e hispanoamericana de un movimiento que alcanza su máxima resonancia en el Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en plena guerra. El discurso del autor no es indiferente ni lo pretende, pues desde el principio se propone combatir el "edificio de tópicos" cansinamente reiterado por muchos historiadores y críticos literarios, aunque tampoco elude la mención a los "errores y miserias de la política cultural comunista". Su posición es de clara simpatía por la causa, pero todo lo que nos cuenta está rigurosamente contrastado. Aznar Soler ejerce de historiador militante, pero ello no impide al lector apreciar los frutos admirables de su esfuerzo investigador. "Todo resistente es fundamentalmente un testigo, un hombre leal que se ha comprometido en la transmisión fidedigna de lo mejor de una idea", dice en su prólogo José-Carlos Mainer. Eso, lo mejor de una idea, es lo que podemos seguir en este libro, que permite comprender cómo aquellos años, pese a todo, siguen siendo un poderoso referente en el imaginario de las izquierdas.
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