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CANTÁNDOLE A LA ALAMEDA. Cante: José de la Tomasa, Gabriel de la Tomasa. Guitarra: Juan Ramón Caro, Miguel Salado, Manuel de Estrella. Lugar: Espacio Santa Clara. Fecha: lunes 26 de septiembre. Aforo: Lleno.
José de la Tomasa es un cantaor de memoria. Memoria familiar. Una parte importante de la historia del flamenco del siglo XX está en su árbol genealógico. De Jerez y Sevilla, de la Alameda y Triana. Pero eso no le impide ser un cantaor personal, fresco, con una voz y unas formas propias. Su timbre es claro, natural, pero a la vez conmovedor.
Estuvo magnífico por seguiriyas. Es su cante bandera y fue el colofón de su recital, al filo de la una del martes. El cantaor sevillano está en una forma asombrosa. Alguno dirá que hace 45 años que está en forma. Y le daré la razón. La seguiriya íntima y dolorida, con su voz enérgica y cobriza, es uno de los monumentos del cante jondo de todos los tiempos. Él apela a su tío abuelo Manuel Torre en cada concierto. En la misma línea materna se sitúa el taranto que el hijo de la Tomasa hace de forma austera y con letras propias, como en casi todos sus cantes, de temática minera. Los fandangos fueron un recuerdo a su padre Pies Plomo y a esos cantes terribles y febriles de posguerra. La soleá con la que inició su recital fue un prodigio de naturalidad y musicalidad. Juan Ramón Caro le ofreció un acompañamiento seguro e imaginativo, con unas falsetas solemnes y morosas muy notables.
El concierto acabó con una ronda de martinetes con Gabriel de la Tomasa, hijo del cantaor, que había protagonizado en solitario la primera parte del espectáculo. Hizo Gabriel la farruca de Manuel Torre, malagueñas con fandangos de Lucena y Granada y jabera, cantiñas y soleares de Triana, además de un cante en el que unió romances de diversas procedencias. El cantaor sigue la línea estética de su padre e, incluso, canta las mismas letras que compuso José de la Tomasa, y también él hace sus pinitos como letrista.
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