Herrero contra el ISIS (y contra el cine)

La dejamos pasar en el SEFF previendo su carácter meramente comercial y fuera de sitio, este inminente estreno y, sobre todo, sabiendo de la poca fiabilidad que ofrece un cineasta-productor como Gerardo Herrero, inasequible al desaliento después de más de veinte largos y no pocos fracasos que no impiden que siga encadenando nuevos proyectos.

El de Raqa lo lleva hasta un imaginado (porque hay que echarle imaginación) Estado Islámico en Siria rodado a caballo entre España y Marruecos con evidentes limitaciones de producción y un inerte aliento aventurero en una trama de espionaje doble que busca sacar réditos de thriller a la actual situación geopolítica en la zona y, ya de paso, sumarse discretamente a la denuncia global del maltrato a la mujer en la cultura integrista.

Todo le sale mal al pobre Herrero, incapaz de convertir un pésimo guion (basado en una novela de Tomás Bárbulo) en algo medianamente entretenido o intenso en el juego de estrategias y ocultación entre una agente de la Europol (Mina el Hammani) y un espía internacional (Álvaro Morte) que buscan capturar a un líder de ISIS en la ciudad que le da nombre al film por distintos caminos.

De la explícita condición postiza de los decorados y la figuración a las escasas prestaciones del elenco, la fotografía o la música, todo en esta Raqacanta, espanta, confunde y aburre sin que ni siquiera nos podamos llevar a la retina una mínima tensión erótica a la vieja usanza entre nuestros mustios agentes encubiertos. Y ahora, a por la siguiente.