"Las personas llevan su historia en la cara, todos hacemos una representación teatral de nosotros mismos"
Hernán Cortés | Pintor
La retrospectiva 'Cortés. Retrato y estructura', que la Fundación Unicaja ofrece en Cádiz hasta el 30 de enero, repasa a través de 75 obras la trayectoria de uno de los mejores retratistas europeos
Entre algunos de sus innovadores retratos el artista Hernán Cortés habla de su primera exposición hace 40 años en la Caja de Ahorros de Cádiz a esta última retrospectiva, Cortés. Retrato y estructura, que la Fundación Unicaja ofrece en su sede de Cádiz hasta el 30 de enero. Y de cómo ha ido moldeando la arquitectura pictórica de sus creaciones desde que cogió el pincel cuando apenas contaba con 6 años.
–¿Qué supone exponer en casa?
–Siempre supone mucho, muchas veces hasta más respeto que en foros artísticos de ciudades tan importantes como Nueva York. También supone ver los cuadros en su ambiente natural, algo parecido a lo que me pasa cuando veo la belleza y el alma de la estatuaria antigua en su ambiente, como en el Museo de Arte Antiguo de Atenas o el Museo Nacional de Nápoles.
–¿Qué recuerda de aquella primera exposición de hace 40 años?
–Yo había hecho exposiciones colectivas incluso en Jerez hacía poco con mi amigo y compañero de la época Pedro Escalona. Pero ésta en la Caja de Ahorros de Cádiz en San José fue la primera netamente mía. Fue una experiencia muy grata, me tenía muy nervioso porque Cádiz no era una plaza fácil y exponer en tu propia tierra suponía una responsabilidad. Pero me llevé la sorpresa de vender todos los cuadros, unos 40. Estuve viviendo como pintor dos años y me permitió hacer el viaje a Italia que llevaba tiempo soñando para ver los frescos del Giotto, de Piero della Francesca... Algo que para mí fue revelador.
–¿Empezó a ir todo sobre ruedas desde tan pronto?
–Tuve claro que quería vivir de la pintura desde incluso antes de acabar la carrera de Bellas Artes en Madrid. Y esta exposición la perfilé pensando en el paisaje de Cádiz, que me encantaba, y que en cierta medida garantizaba una buena acogida. También tuve mucha suerte con la acogida de Diario de Cádiz y de la familia Joly porque antes de exponer me dirigí allí y con la osadía de un joven de 25 años le pedí a Federico Joly y a Pepe Joly que me apoyaran, y así lo hicieron. Tanto, que hasta me compraron varios cuadros, lo cual me trajo muy buena suerte de cara a la exposición.
–Ha hablado de los nervios de aquella primera vez. ¿Continúan esas sensaciones?
–Ante una exposición siempre se siente inseguridad, que puede ser positivo para el pintor. Sobre todo para uno como yo, que por el tipo de obra que hago realizo pocas exposiciones, porque son complicadas de hacer, son obras caras que están en colecciones, en instituciones públicas o privadas. Pero a cambio tiene la enorme ventaja de que ves tu obra en su conjunto. Y creo que como soy un pintor de tipo cerebral funciono bien en general en las exposiciones porque se ve el objetivo de mi búsqueda. No sólo me paro en el retrato tal o cual, sino que hay un hilo conductor desde las primeras obras hasta estas últimas recientes. Como fuente de aprendizaje para ti mismo hacer un balance de tu obra y de cómo mejorarlo en un futuro es importante.
–En el hilo argumental de su obra ha hablado mucho de la Bahía de Cádiz. ¿Tanto ha influido esta ciudad en la formación de su sensibilidad estética?
–Seguramente sí. Ese es un juicio que se hace a posteriori, pero es cierto que mi experiencia pictórica siempre fue mirando a la Bahía, pintando barquitos y el mar. No sólo hablo como pintor, hablo como persona porque los que hemos nacido al lado del mar no podemos evitar siempre esa nostalgia cuando no estamos cerca. Si unimos a esto mi recuerdo del paseo por las playas del litoral de la mano de mi padre, oyéndole hacer referencias al mundo clásico y aportarle a aquel niño información de todas las culturas que se habían sedimentado sobre la arena de esas playas, pues todo esto va saliendo después. También se une a aquel recuerdo la experiencia de la pintura abstracta, pues en mi pintura el paisaje y la figura humana se dan la mano desde el principio, y esto ha cristalizado después en mi manera de ubicar la figura humana dentro de un ambiente espacial.
–¿Qué tenía claro que no podía faltar en la exposición que lleva ahora a la Fundación Unicaja desde Madrid?
–La sala de Cádiz es más pequeña pero la exposición en sustancia es prácticamente la misma, simplemente que hay ciertos cuadros de los que se ha prescindido. Lo esencial es la relación del paisaje, de la luz y el espacio del aire libre en el retrato y en la figura, eso es lo que no ha desaparecido. Otros aspectos que se han mantenido es mi idea de que un retrato es ante todo un cuadro. El espectador tiene tendencia a pensar que en un retrato los elementos psicológicos son los más importantes, y pueden serlo, pero lo fundamental es que sea un cuadro y esté sustentado por una buena arquitectura pictórica. Por eso la exposición se llama Retrato y estructura.
–Transcurridos 40 años de aquella exposición, ¿qué permanece tal cual en usted?
–La ilusión, quiero creer. Aunque no sé si un viejo pintor puede mantener la misma ilusión del joven que pelea con algo que no domina. Y también se mantiene mi deseo de plenitud, esa misma que experimenté pintando la Bahía de Cádiz, esa búsqueda de una espacialidad que dé una sensación de grandeza dentro del cuadro. Espero.
–Su padre quería que usted fuera un hombre de ciencias, médico como él. Y Dámaso Alonso intervino . ¿Qué le dijo?
–Yo estaba destinado a ser médico como mi padre y mi hermano, pero desde los 6 años ya pintaba y a los 17 quise ser pintor, así que llevo 59 años pintando. En mi casa mi decisión fue escandalosa y traumática y le pedí ayuda a Dámaso Alonso [del que hay una foto en la exposición con su hermano Antonio, su padre, Dámaso, su mujer y Hernán Cortés] , que convenció a mi padre con un argumento muy poético: "¡Antonio, déjese de pamplinas que un buen pintor puede ganar mucho más dinero que un médico mediocre!" [risas]. Pedro Laín también influyó y le argumentó a mi padre a favor de que me dejara ser pintor. Mi padre, aparte, era un hombre muy tolerante, que tenía una intuición natural para no intervenir excesivamente donde no podía intervenir.
–Y hablando de saga, ¿algún hijo suyo ha seguido sus pasos?
–Mis hijos, pintores no, pero los dos tienen profesiones relacionadas con el arte y conmigo, pues mi hija es arquitecta y mi hijo es músico. Incluso a mi hijo Carlos le pasó como a mí, que empezó a vivir de músico antes de terminar sus estudios.
–Dicen que sus retratos son diferentes, innovadores, más aún en los años 80.
–Es muy difícil explicar si innovo o no. Pero siempre intenté sacar al retratado del mundo del retrato de salón o convencional. Y por eso intenté inspirarme primero en el retrato renacentista, que como ejemplo del retrato como cuadro era muy evidente, pues se creaba toda una atmósfera alrededor de un ser humano. Y después, a su vez, también me inspiré en el realismo y en la pintura del siglo XX. En síntesis sacar el retrato del salón y convertirlo en una narración pictórica que enlace con una tradición humanista.
–Y esto le hizo conquistar la escena retratística nacional e internacional...
–Es que en el retrato institucional es importante que si pintas un cuadro como el del arquitecto Norman Foster [incluido en la exposición], tienes que hacer en los elementos que rodean su figura una narración de lo que supone este personaje. Con Francisco González [presidente del BBVA; también está este cuadro en la muestra– ocurre lo mismo, se representa lo que es un presidente de un banco con la narración que conlleva.
–¿Se considera un "pintor del alma", como lo han llamado?
–Es bonito. Pero no es algo que pretenda de una manera muy deliberada porque pienso que basta que busques mucho ese tipo de peculiaridad para que no la consigas. Me dejo llevar. Lo que sí te digo es que las personas llevan su historia en la cara y en los gestos, todos lo llevamos y hay que fijarse. Todos hacemos una representación teatral de nosotros mismos y un pintor de retratos se convierte en un especialista en analizar esta representación teatral que hacemos.
–¿Y cómo es el proceso con el cliente para ayudarle a capturar esta narración?
–Me gusta conocer a la persona, hablar con ella, almorzar juntos, ver lo gestos que más se repiten y luego tomo información exhaustiva. Hago fotos, hasta vídeos, pues toda la recopilación de datos es muy fructífera. Luego ya vienen las poses del natural, a las que pretendo llegar con una ligera idea de lo que ando buscando.
–¿Qué cuadros tiene ahora mismo sobre el caballete?
–Tengo uno grande de tres figuras femeninas de madre, hija y nieta, que enlaza con una tradición de representación de las tres edades de la vida, y pintaré a los Reyes. Siempre se me olvida qué cuadros tengo en el caballete [risas].
–Ha retratado a multitud de personajes influyentes hasta el punto de que le denominan el retratista de la corte del siglo XX y XXI. ¿Cómo le sienta?
–Primero habría que ver si existe una corte como tal en el siglo XX y XXI. También se me ha llamado retratista de la Transición, que lo prefiero. El retrato desde sus orígenes, desde la Grecia de Pericles, representa a las personas influyentes en la sociedad. Precisamente el premio era que su imagen no se perdiese en el tiempo, sino que quedase plasmada como ejemplo para las generaciones venideras. Y el retrato tiene en su esencia la representación de las personas que destacan en la sociedad.
–¿Le gustaría retratar a Pedro Sánchez o Pablo Iglesias?
–Son personalidades representativas de la sociedad española y por supuesto que los pintaría. Pero la obligación de un retratista no es prejuzgar al retratado, pues donde encuentra su campo es en el hecho de atender el desafío de la demanda de un retrato, institucional o privado, y cumplirlo con valentía, respeto y veracidad.
–¿Cómo van esos planes de volver a Cádiz para quedarse?
–En mis planes está... Pero la realidad es tozuda y me lleva a ir retrasando ese proyecto constantemente. Pero la idea de seguir pintando la Bahía me seduce.
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