Una hermosa oda a la maltratada naturaleza
Il Cimento dell'Armonia e dell'Inventione | Crítica de danza
La ficha
***** ‘Il Cimento dell’Armonia e dell’Inventione’. Anne Teresa de Keersmaeker, Radouan Mriziga, Amandine Beyer / Rosas, A7LA5, Gli incogniti. Coreografía: Anne Teresa de Keersmaeker, Radouan Mriziga. Creado con y bailado por: Boštjan Antončič, Nassim Baddag, Lav Crnčević y José Paulo dos Santos. Música: Antonio Vivaldi ('Las cuatro estaciones), Amandine Beyer, Gli Incogniti. Músicos en directo: Gli Incogniti (Amandine Beyer, violín solo y dirección musical, Alba Roca, Yoko Kawakubo, violines, Marta Paramo, viola, Marco Ceccato, violonchelo, Francesco Romano, tiorba, Baldomero Barciela Varela, violone, Anna Fontana, clavecín). Poemas: Aasma Jama, Antonio Vivaldi. Escenografía e iluminación: Anne Teresa de Keersmaeker, Radouan Mriziga. Vestuario: Aouatif Boulaich. Lugar: Teatro Central. Fecha: Viernes 20 de diciembre. Aforo: Casi lleno.
Anne Teresa de Keersmaeker ha regresado a Sevilla, a su casa que es el Teatro Central, para presentar con carácter de estreno en España su último trabajo: Il Cimento dell'Armonia e dell'Inventione, título extraído de un conjunto de doce conciertos escritos por Antonio Vivaldi y publicados en 1725, en los que se incluyen Las cuatro estaciones.
Todos sabemos que la gran coreógrafa belga se caracteriza por sus inmersiones a pleno pulmón en las partituras musicales que elige, hasta hacer del movimiento parte integrante y esencial de las mismas.
En esta ocasión, sin embargo, la elección de una pieza de algún modo tan trillada como Las cuatro estaciones se debe más a su narrativa que a sus estructuras musicales. No es un secreto que, tras más de cuarenta años de buceos coreográficos, la naturaleza se ha convertido para ella -además de en una preocupación-, en uno de los principales motores de su creatividad.
ATDK da así un nuevo giro a su trabajo y, sin abandonar la abstracción, la geometría -siempre con líneas en el suelo- o las caminatas que la han hecho famosa, se une a Radouan Mriziga, y a la magnífica violinista Amandine Beyer con su ensemble para contarnos un montón de historias.
Y lo hace rompiendo la cronología de las piezas musicales, dividiendo algunos de sus pasajes y alternándolos con silencios para que escuchemos el sonido de los pájaros (mientras un bailarín-águila intenta levantar el vuelo), o el relincho de los caballos o el gruñido de otros animales, o los pies de un dúo de bailarines adelantando la melodía de la Primavera; o los ronquidos de las siestas veraniegas…
Es imposible describir la densidad y la riqueza dancística que se despliega en el escenario vacío, iluminado con unas frías luces laterales de neón.
Los cuatro bailarines, de edades, colores y calidad de movimiento muy diferentes, son cuatro titanes que llenan por completo el escenario, pasando de los solos - break incluido- a unas escenas corales donde, con el brazo derecho levantado con la palma hacia el cielo -como los derviches- gana la fluidez sin abandono, el círculo en todas sus posibilidades, la belleza, la emoción e incluso el humor.
También la pintura está presente. Brueghel, entre otros. Hay sembradores en primavera, cazadores, patinadores en el blanco invierno… aunque las estaciones estén a punto de desaparecer.
Estamos ante una oda a la maltratada naturaleza, ante una llamada de atención. Pero si el mundo exterior y el cambio climático son un desastre, Il cimento… nos devuelve la confianza en el ser humano, en su talento, en su generosidad y en su capacidad para el diálogo. Un fantástico diálogo entre coreógrafos y bailarines en el que los músicos participaron maravillosamente desde el foso. No podíamos terminar mejor el año.
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