Entre HAL 9000 y 'El sirviente'

Proponiéndose como una crítica de la inteligencia artificial, lo que Diabólica desvela es la debilidad de la inteligencia humana de quien la ha escrito y dirigido, Chris Weitz, coguionista y codirector con su hermano Paul de American Pie, De vuelta a la tierra y Un niño grande, y realizador en solitario de La brújula dorada, La saga crepúsculo: luna nueva, Una vida mejor y Operación final, siendo las dos últimas sus propuestas más alejadas de la fantasía y más logradas, la primera sobre la inmigración en Estados Unidos y la segunda sobre el secuestro de Eichmann.

Con su hermano o en solitario Weitz ha firmado un par de grandes éxitos de taquilla y dos o tres películas interesantes. No es el caso de Diabólica, que insiste en el tema de una posible autonomía de los robots inteligentes y la inteligencia artificial, como profetizó Kubrick con el HAL 9000 de su gigantesca obra maestra que más crece cuanto más tiempo pasa, que pone en peligro la vida de los humanos, palabra cada vez más devaluada conforme unos la amplían a los bichos y otros a las máquinas.

En M3GAN era un robot humanoide -hay que recordar que también fue Kubrick quien adquirió en los años 70 los derechos de Los superjuguetes duran todo el año de Brian Adliss que en 1991 Spielberg convirtió en IA- y aquí es un programa experimental de inteligencia artificial de asistencia doméstica que no facilita precisamente la vida de la familia que se ofrece a probarlo. O, mejor, que es obligada a hacerlo porque hay un sustancioso contrato de por medio entre la empresa en la que trabaja el padre de familia y la del programa de IA doméstica. 

Como si fuera una versión tecnológica de aquel peñazo de prestigio que se llamó El sirviente, el criado, allí, y la IA, aquí, acaban por hacerse los dueños que aquellos a quienes debían servir. Produce Blumhouse, la hiperactiva y habitualmente triunfadora productora de terror que también lanzó M3GAN el año pasado. Esta vez no ha acertado.