Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
El andaluz es una de las variedades lingüísticas más estudiadas de todas las que tiene el español y, a pesar de ello, una de las peor conocidas, incluso por los propios andaluces. Quizá porque ni los estudiosos del andaluz, ni los medios de comunicación, ni las instituciones competentes han sabido proyectar ese conocimiento a la sociedad. A ello se une el hecho de que el andaluz se haya visto reducido, a menudo y con polémicas de por medio como la protagonizada por la diputada catalana del PP Montserrat Nebrera en sus descalificaciones a la forma de hablar de la ex ministra Magdalena Álvarez, a estereotipos negativos que se han "manipulado e instrumentalizado" por diversos intereses. Dicho de otro modo: "Los andaluces no hablamos mal; hablamos andaluz", una modalidad de nuestro idioma que "está en una situación privilegiada" por recibir la influencia del español "de la península, las islas y la América Hispana". Una percepción en positivo que choca con el "complejo de inferioridad lingüístico" que arrastramos desde que se comienzan a forjar las peculiaridades andaluzas allá por el siglo XIII.
Éstas son algunas de las conclusiones del informe del Centro de Estudios Andaluces La identidad lingüística en Andalucía que ha coordinado Antonio Narbona, catedrático de Lengua Española de la Universidad de Sevilla y que fue presentado ayer en la sede sevillana de la institución por su director, Demetrio Pérez.
"Existen más de 1.500 obras que tratan el asunto", según Narbona. Sin embargo, pocas se han propuesto "una aproximación a la identidad lingüística andaluza desde el rigor científico", que es el objetivo que persigue este informe en el que han trabajado, entre otros, los profesores Rafael Cano, Elena Méndez y que pretende convertirse, además, es una "obra de referencia" para investigadores y estudiosos de la diversidad y riqueza lingüística de nuestro idioma.
Ése es el principio que defiende esta obra: la riqueza del andaluz que no acaba -ni siquiera empieza- en el ceceo o el seseo. "El andaluz se ha visto a menudo reducido a clichés que han ocultado los elementos que lo singularizan como la variedad geográfica, léxica, morfológica y sintá ctica", explica el catedrático. Es decir, hablamos andaluz, sí; pero en cada provincia e incluso cada pueblo y ciudad de cada provincia se habla de forma distinta a la del vecino. "En Andalucía hay una conciencia de identidad lingüística colectiva, pero -continúa Narbona- los andaluces son conscientes de que no es homogénea". Sin embargo, la falta de autoestima al hacer uso de esos localismos lleva a "esconder" ciertas peculiaridades del habla andaluza. "Cada vez son más los que no tienen inconveniente en despojarse de aquellos rasgos que no gozan de prestigio ni fuera ni dentro de la región", continúa el catedrático.
Esta tesis viene avalada por el estudio histórico que ha realizado Rafael Cano. "El ceceo históricamente se ha relacionado con un ambiente rural, poco cultivado, mientras el seseo era propio de la capital", explica Cano, que señala a los viajeros románticos del XIX y principios del XX como los creadores del cliché de la Andalucía pintoresca. "Para los viajeros franceses e ingleses el culmen del pintoresquismo español era Andalucía y esa mirada de fuera ha acabado siendo asumida por los andaluces", explica Cano. "Las valoraciones no son inamovibles. Pueden ser injustas -continúa-, pero tienen una base histórica".
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