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Artes Escénicas
'Broken Chord'. Teatro Romano de Itálica, hoy y mañana a las 22:30. Entradas a 13 y 16 euros
"La danza es libertad y a través de ella debemos liberar a los demás de las trampas que enfrentan en diferentes rincones del mundo". Estas palabras, escritas por Gregory Vuyani Maqoma (Soweto, 1973) para el Manifiesto del Día de la Danza del pasado año, constituyen de alguna forma el leitmotiv de una carrera artística, hoy ampliamente reconocida.
En toda su trayectoria, el bailarín, coreógrafo y actor sudafricano no ha dejado de decir –y seguimos con su Manifiesto– que "necesitamos bailar para recordar al mundo que la humanidad todavía existe […], como salida al dolor universal que invade la tristeza, la dura realidad que sigue impregnando a los vivos y a los que se enfrentan a la muerte, el rechazo y la pobreza".
De hecho, su pasión por la danza nació de un diálogo, de la fusión entre el pop que escuchaba en la radio y la televisión (era forofo de Michael Jackson) y las músicas y danzas tradicionales africanas que veía y escuchaba de los inmigrantes que llegaban para trabajar en las minas cercanas a su localidad.
Muy pronto, decidió entablar un diálogo también con la danza contemporánea occidental y, desde su África natal, se marchó, con una beca, a estudiar durante un año a la P.A.R.T.S., la célebre escuela de coreografía fundada y dirigida a la sazón en Bruselas por Anne Teresa de Keersmaeker (Rosas).Anne Teresa de Keersmaeker
"Mientras que la mayoría de maestros imparten una enseñanza lineal, cada uno según su propia técnica, los coreógrafos de la PARTS desafiaban al sistema; afrontaban el trabajo coreográfico con maestría, pero desde el instinto; porque se trata, no de cómo se ve, sino de cómo se siente. Y todo esto, además de lo que me enseñó, supuso un alivio para mí. Fue un año realmente fascinante", comentaba ayer a este periódico Gregory Maqoma en la sede de la Diputación Provincial.
Durante su estancia en Bruselas entró en contacto con coreógrafos hoy tan conocidos como Akram Kham, Sidi Larbi Chercaoui o el tarraconense Roberto Olivan, con quien realizaría en 2014 la pieza Lonely Together, presentada en el Grec de Barcelona y, más tarde, en el Festival Umbrella de Johannesburgo.
A su regreso a Soweto en 1999, el artista fundó una compañía con su segundo nombre, la Vuyani Dance Theater (VDT) que cuenta con 17 miembros entre hombres y mujeres a los que, según afirma "he tratado de darles una voz mediante sus cuerpos para que se conviertan en generadores del cambio que todos desean y el mundo necesita; porque bailar es uno de los mejores modos de transmitir esperanza".
Con ellos, en colaboración con otros creadores o en solitario, el sudafricano no ha parado de bailar desde entonces. Ni tampoco de recibir premios a su labor, incluido el nombramiento de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras que el gobierno francés le concedió en 2017.
El espectáculo, que esta noche y mañana se podrá ver en el Teatro Romano de Itálica, se presenta con carácter de estreno absoluto por cortesía del Festival Grec de Barcelona (ambos, Itálica y Grec, son dos de sus coproductores) donde debía haberse producido el estreno y donde Broken Chord estará finalmente los días 18 y 19 de este mismo mes.
El origen de este solo de danza del propio Maqoma se encuentra en la instalación The African Choir 1891 Re-Imagined que Philip Miller y Thuthuka Sibisi expusieron en 2014 en Londres y, más tarde, en el Apartheid Museum de Johannesburgo. Con el fin de recaudar fondos para una escuela, este grupo de cantantes africanos emprendió una gira por Gran Bretaña y América del Norte que alcanzó un éxito sin precedentes.
Un hecho que fascinó literalmente a Maqoma, empeñado en sacar a la luz la rica historia africana de su país –con nada menos que once lenguas oficiales y un complejo entramado de culturas–, negada durante mucho tiempo por el colonialismo occidental.
De este coro del siglo XIX se conservan sólo algunas fotos y el programa de mano de su actuación ante la Reina Victoria de Inglaterra. Ni una sola de sus canciones, desgraciadamente. Pero para suplir ese vacío, el compositor Thuthuka Sibisi ha creado canciones que serán interpretadas en el escenario por un cuarteto de voces africanas junto a una quincena de miembros del coro sevillano Proyecto ELE que dirigen Carlos Cansino y Ainara Estívariz.
El espectáculo, lleno de referencias a las historias personales de los miembros del viejo coro y a las políticas coloniales de Sudáfrica –extrapolables a las de todo el mundo actual–, tiene previsto invitar a un coro local en cada ciudad donde se represente ya que, como nos cuenta el también director musical de la pieza, Thuthuka Sibisi, "queremos potenciar el diálogo en todos los terrenos y por ello hemos entablado una conversación en el escenario entre las cuatro voces negras, que representan o describen la mirada africana, y el coro de Sevilla que, en este caso, representa la mirada europea. Será el sonido de dos mundos, dos formas abstractas de hacer arte que, en realidad, caminan en una misma dirección".
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