"Los grandes profesores amplían tu visión de la música"

Ivory & Reed

El saxofonista toledano Pedro Pablo Cámara graba junto a su compañera de Ivory & Reed, la pianista alemana Camilla Köhnken, su primer disco para el sello granadino Iberia.

Pedro Pablo Cámara y la pianista Camila Köhnken forman el dúo Ivory & Reed.
Pedro Pablo Cámara y la pianista Camila Köhnken forman el dúo Ivory & Reed.
Pablo J. Vayón

23 de agosto 2015 - 05:00

Nacido en 1986 en el pueblo toledano de Villanueva de Alcardete no fue hasta los años finales de sus estudios profesionales, que hizo con su tío Vicente Toldos en Alcalá de Henares, que Pedro Pablo Cámara decidió que lo suyo iba a ser definitivamente la música. Se graduó en el Conservatorio Superior de las Baleares y luego marchó a ampliar estudios a la Höchschule de Basilea, donde trabajó con Marcus Weiss. Reside actualmente en la ciudad suiza, donde también trabaja como profesor de la International School of Music.

-¿No se plantea la vuelta a España?

-Procuro venir a todo lo que me proponen (cursos, conciertos…), pero la situación para la música en España no es fácil. Además en Basilea me siento muy a gusto, no solo por mi puesto de profesor, sino por las redes de concierto en las que ya me muevo y también por motivos personales. De todos modos, es posible que en unos meses empiece a dar clases también en Madrid.

-¿Cómo surge este dúo de nombre tan singular (Ivory & Reed) con una pianista alemana?

-Fue en 2012, un poco por casualidad. En Basilea todos sabíamos que Camilla [Köhnken] era una de las mejores estudiantes de piano de la ciudad. Yo conocía a su marido, un saxofonista israelí, que tuvo que dejar de tocar por un problema físico. Había unas jornadas de cámara en el conservatorio y le propuse que tocara conmigo. Aceptó, ensayamos, empezamos a conocernos y nos dimos cuenta de que funcionábamos bien. Trabajamos una Sonata para violín de Schumann, con la que participamos en un concurso; fue muy bien y decidimos seguir adelante.

-Los concursos han sido parte esencial de su carrera. Acaba de ganar uno convocado por la Fundación que gestiona la Orquesta de Basilea. ¿Qué importancia les da?

-No son lo más importante, pero ayudan, te dan a conocer, te permiten acceder a redes de conciertos y son un respaldo económico, pues algunos pueden llegar a solventarte un año de vida. De hecho, el proyecto de esta grabación nació del premio de un concurso de música de cámara, en concreto el Orpheus de Suiza.

-¿Cómo orientan el trabajo del dúo?

-Decidimos trabajar el repertorio puramente camerístico de saxo y piano, es decir evitar la idea de un saxo solista acompañado. Para ello necesitábamos transcripciones que merecieran la pena, que nos hicieran crecer, porque nuestro objetivo es tocar buena música; cuanto mejor es la música más te ayuda, más avanzas. Hasta ahora hemos ganado premios en todos los concursos a los que nos presentamos. Y tocamos ya en muchos festivales suizos y alemanes de peso gracias a esos concursos. Lo más importante fue trabajar desde el principio con grandes profesores. Son los grandes profesores los que amplían tu visión de la música. Camilla estudiaba con Claudio Martínez Mehner, y conocerlo para mí fue esencial; una vez que das clases con él toda tu percepción de la música cambia: lo hace todo con un respeto infinito por la música, con mucha profundidad. Después también trabajamos con Ferenc Rados y con el fagotista Sergio Azzolini. Todo esto nos ha dado una perspectiva que no teníamos en nuestros inicios. Cada vez queremos profundizar un poco más, ir un poco más allá, hacer que cada interpretación sea nuestra, la sintamos como propia, pero conjunta, de los dos.

-El CD incluye las Romanzas Op.94 de Schumann, originales para oboe, piezas de Hindemith y Desenclos y la famosa Sonata para violín de Franck. ¿Por qué este repertorio?

-La idea inicial era hacer música original neoclásica del periodo de entreguerras, pero empezamos a trabajarlo y nos dimos cuenta de que faltaba algo. No encontrábamos la pasión que necesitamos para tocar. Teníamos que hacer algo en lo que creyéramos de verdad. En los conciertos habíamos tocado siempre las Romanzas de Schumann, las trabajamos con Claudio, y pensamos que era una buena presentación. Las obras de Hindemith y Desenclos son de las más interesante que hay para esta formación de saxo y piano. La Sonata de Hindemith es una obra de gran calidad, la de Desenclos quizá no tanto, pero la habíamos tocado mucho, la conocíamos bien y podíamos sacarle mucho partido. Para completar pensamos en Schumann, pero la Sonata de Franck, tan conocida, era un reto. La probamos en varios conciertos, gustó mucho y nos decidimos por ella.

-¿Planteó problemas la adaptación?

-Sí. La hicimos primero en si bemol, para tocarla con el saxofón soprano, y luego en mi bemol, para el alto. Probamos y nos dimos cuenta de que con el alto iba mucho mejor. El siguiente paso fue mío, tuve que adaptar sonido, vibrato, fraseo para imitar con el aire la evolución del arco sobre las cuerdas del violín. Fue un trabajo muy bonito, pero lento. Trabajé con algunos violinistas, descubriendo un mundo nuevo, cada intervalo tenía que tener un color especial, un tratamiento diferente. La adaptación al alto tiene muchas dificultades de afinación, porque es un registro muy agudo y las frases son muy largas, tienes que gestionar muy bien el aire, y hay momentos muy delicados. Empezamos a tocarlo tratando de encontrar lo mismo que en las otras obras, la armonía, el equilibro, y luego la tocamos en varios conciertos antes de hacerla para Claudio. A nivel técnico resultó muy difícil, pero no nos bastaba con hacer una versión aceptable de una obra que han grabado los mejores violinistas del mundo. Teníamos que hacer una propuesta musical con mayúsculas.

-¿Cómo ve la composición actual para saxofón? ¿Está paliando esa escasez de repertorio original?

-Veo aspectos positivos y negativos. Algunos miden su carrera por el número de estrenos, pero lo importante es que esos estrenos sean de calidad. Hay compositores que están trabajando directamente con los intérpretes y consiguen aportar cosas interesantes al instrumento, no sólo desde el punto de vista del concepto sino de la técnica. Pero no todo es así: en Francia llevan 20 años haciendo un repertorio muy efectista, pero poco profundo. Sin embargo compositores como Giorgio Netti, que ha hecho con el saxo un trabajo de laboratorio exquisito, Georges Aperghis, la coreana Eun-Ji-Lee o Mark André están haciendo obras muy interesantes.

-¿Puede comentar los proyectos cercanos que más lo ilusionan?

-En febrero haré otro disco con Iberia: los conciertos de Glazunov, Caplet, Villa-Lobos, Ibert. Y lo haré con una orquesta que montaremos nosotros. Será una gran plantilla, un lujo. Pretendemos hacer un trabajo camerístico con la orquesta para conseguir versiones profundas, meditadas. Además tendremos a Sergio Azzolini de director. También me hace mucha ilusión un estreno que haré en noviembre con un trío que tengo con piano y percusión, con el que hago sobre todo música actual: es una obra muy interesante de Abel Paúl, un compositor de Valladolid, que presentaremos en el Festival Carmelo Bernaola.

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