Los Goya y la sordera académica
Salir al cine
Alberto Iglesias, Fernando Velázquez, Arnau Bataller, Arturo Cardelús y Sergio de la Puente compiten por el Goya a la mejor música original que se entrega en Granada el próximo 8 de febrero
Fieles a nuestra cita anual con las bandas sonoras candidatas al Goya que se entregará el 8 de febrero en Granada, no podemos sino empezar señalando algunas cuestiones previas y flagrantes ausencias en el quinteto final. Ya se sabe que esto último se debe a distintos factores: la inercia de las películas que acumulan nominaciones, aspiran a los grandes premios y arrastran casi por defecto a sus correspondientes músicas originales, la existencia de familias dentro del sector que barren siempre para casa (o contra el otro) a la hora del voto o una inclinación natural hacia el aplauso a los modelos industriales cuando no una sordera generalizada del gremio para reconocer los trabajos más originales o audaces.
Si empezamos por esto último, llama la atención la ausencia de las que, a mi juicio, son las dos bandas sonoras más singulares del cine español de 2024, ambas firmadas por Zeltia Montes (ganadora en 2022 por El buen patrón): Nina, de Andrea Jaurrieta, y Salve María, de Marc Coll, donde su exigente música se superpone a unas funciones meramente ilustrativas o de refuerzo para actuar como cuerpo extraño, con voz propia, en cierta colisión con la superficie de ambos filmes, para funcionar como un verdadero correlato de la esencia profunda de sus historias. No es eso lo que se le suele pedir a la música en nuestro cine industrial, más bien todo lo contrario en aras de una profesionalidad de escuela y género que nade siempre a favor de corriente, vista a la medida y no plantee retos relacionales o de lenguaje.
Pero también destacan por su ausencia otros trabajos silenciados por el poco alcance comercial o la escasa visibilidad de sus títulos. Óiganse por ejemplo las estupendas músicas de Paloma Peñarrubia para Los últimos pastores, Jonay Armas para La parra, Olivier Arson para El llanto o las canciones y pasajes incidentales de María Arnal para Polvo serán, un filme que hace precisamente de la música y el baile sus principales y originales señas de identidad.
Los que sí están y compiten son los trabajos de Arnau Bataller para El 47, Arturo Cardelús para Guardiana de dragones, Fernando Velázquez para La infiltrada, Sergio de la Puente para Verano en diciembre y, como no podía ser de otra manera, el de Alberto Iglesias para La habitación de al lado, su 19ª nominación y posibilidad de obtener su Goya número doce.
Su trabajo en el nuevo filme de Almodóvar destaca una vez más por la elegancia de una escritura orquestal que sabe estar siempre en el lugar y el tono precisos en un filme sobre la muerte que busca empero una luminosidad sanadora. Mahler o Messiaen se filtran en un lenguaje personal siempre reconocible que vuelve a tener lo melódico como eje y que transita del jazz a los apuntes de género en el recorrido emocional del filme huyendo siempre de lo lacrimógeno. Una música que trata de no adelantarse a la trama, trabajando en el presente de la narración y los personajes o entre los diálogos, de los que extrae incluso una musicalidad capaz traducir el timbre de la voz de Tilda Swinton en la fusión de tres violonchelos. No vamos a ocultar que, como de costumbre, es nuestra favorita aunque la película no sea precisamente la que más nos apasiona de Almodóvar.
Serio aspirante a premio parece una vez más Fernando Velázquez con su música para La infiltrada, sobre todo después de que el filme se haya convertido en uno de los favoritos del público y haya contado con buena recepción crítica generalizada. Siete veces nominado y ganador por Un monstruo viene a verte, el compositor bilbaíno, que este año también ha completado la cinta de animación Buffalo kids y el drama intimista La casa, regresa a terreno y tema conocido (Patria, El hijo del acordeonista) para vestir el filme de Arantxa Echevarría desde los moldes del género y un interesante tratamiento rítmico de la electrónica e instrumentos como el cello y la txalaparta vasca para apuntar la oscuridad, los conflictos internos y el suspense que vertebran el filme desde una cierta abstracción sonora que se pega a las imágenes a veces de manera casi imperceptible.
También funcional y siempre a favor de corriente es la música del ya tres veces nominado Arnau Bataller para El 47, de Marcel Barrena, la otra gran candidata a acumular premios en Granada y película oficial del sanchismo. Un formato mediano, unas cualidades orgánicas, respeto por el sentido literal de la imagen y una cierta voluntad de transparencia dirigen una partitura que busca acompañar al protagonista (real) en su lucha por la dignidad (de los suyos). Lo hace con escasos instrumentos, dando protagonismo a la trompeta, la flauta, la guitarra y el bajo eléctrico acompañados por una concentrada sección de cuerda en contrapuntos y progresiones armónicas que van construyendo poco a poco el sentido épico de la pequeña gesta civil del conductor de autobús que encarna Eduard Fernández.
Entre el intimismo y la gran escala se mueve la música sinfónica de Arturo Cardelús (ya nominado por Buñuel en el laberinto de las tortugas) para el nuevo filme de animación de Salvador Simó Guardiana de dragones, una historia de aventuras y fantasía ambientada en una China de leyenda que demanda instrumentación autóctona (erhu, yang chin, percusiones, flautas…) y que camina en variaciones y revestimientos desde lo frágil hacia los tutti orquestales con metales a todo pulmón, siempre sobre un inspirado tema principal compuesto para la intrépida y pequeña protagonista Ping.
Tal vez la sorpresa del quinteto sea la de Sergio de la Puente y su música para una discreta comedia de cámara y origen teatral como Verano en diciembre, de Carolina África. En la que es su segunda nominación al Goya, el compositor granadino asume el formato reducido y da protagonismo solista al clarinete, la trompeta, el vibrandoneón, el Fender Rhodes y el piano cohesionador para infiltrarse entre los caracteres de un puñado de mujeres de distintas generaciones de una misma familia. Su traje musical analógico-vintage y de raíz melódico-popular se beneficia de las prestaciones del grupo Fetén Fetén y su violín-trompeta, de la voz de Asier Etxeandía para el tango de Gardel Lejana tierra mía o de las nuevas versiones de clásicos de Mozart o Schubert.
Pueden escuchar todas estas músicas y a sus respectivos autores en Vamos al cine, el estupendo podcast de Raúl Luis García en Radio Clásica de RNE que tanto nos ayuda e inspira siempre en la elaboración de este artículo, o en sus plataformas y canales de referencia.
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