Música le pidió ayer su albedrío
VANDALIA | CRÍTICA
La ficha
****Programa: 'Góngora y la música'. Obras de L. de Briceño, M. Romero, J. Hidalgo, D. Gómez, L. Ruiz de Ribayaz, J. Blas de Castro y anónimas. Intérpretes: Rocío de Frutos (soprano), Jorge E. García (contratenor), Víctor Sordo (tenor), Javier Cuevas (bajo) y Manuel Vilas (arpa de dos órdenes). Lugar: Espacio Turina. Fecha: Miércoles, 29 de enero. Aforo: Un tercio.
Dos años faltan para que se cumplan los cuatrocientos de la muerte de Luis de Góngora y cien de la famosa reunión sevillana que dio nombre a la Generación del 27. Buen momento, pues, para prepararse y nada mejor que escuchar algunas de las muchas piezas musicales compuestas en el siglo XVII sobre esos poemas tan musicales y eufónicos del canónigo cordobés. Vandalia grabó hace dos años un doble disco con todas las obras sobre poemas gongorinos recogidas en los cancioneros hispánicos del XVII, una selección de los cuales se nos ofreció en este concierto. Se alternaron en él el Góngora mordaz y crítico, el más atado a la musa popular de las letrillas y romances y el más refinado y cortesano de los amores desdeñados y sufrientes. Y todo en una inmejorable interpretación por parte de Vandalia en la que cabe resaltar, ante todo, la claridad en la dicción y en la articulación, lo que redundó en la comprensión de los textos. Voces bien timbradas, de colores claros y brillantes, con apenas vibrato pero con completo control del sonido, que protagonizaron infinidad de acentuaciones (delicada manera de alargar la nota sobre "suspiros" en Ya no soy quien ser solía), de regulaciones (sobre "murmullos" en Ojos eran fugitivos, por ejemplo), de cambios agógicos (aceleración sobre "corred" en La más lucida belleza) y detalles retóricos variados, como las diferentes intensidades en las repeticiones de "¡Ay, como se lamenta!" en Sobre las altas rocas. El empaste de las voces es sobresaliente, sin por ello perder la individualidad tímbrica. Así, se pudo disfrutar de intervenciones a solo muy cuidadas, con la voz redonda, resonante, profunda y a la vez clara de Javier Cuevas, auténtico soporte armónico del grupo; o la delicada dicción y medido fraseo de Rocío de Frutos; o el timbre esmaltado de Víctor Sordo.
Y junto a ellos Manuel Vilas, dueño y señor de este repertorio y de la hispánica arpa de dos órdenes, que no guarda secretos para él. En las pierzas a solo exhibió su dominio del instrumento, la pulcritud de su pulsación y el brillo de su sonido y, sobre todo ello, el dominio de los cambios de ritmo, esas hemiolias tan características del barroco español que piden del músico flexibilidad y naturalidad en las transiciones binario-ternario. Sus improvisaciones sobre el patrón de la jácara bien pudieran haber sido firmadas por el mismísimo Juan Hidalgo.
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