Gigantesco y honesto esfuerzo de crear el mega western

HORIZON WESTERN SAGA - CAPÍTULO 1 | CRÍTICA

Kevin Costner protagoniza el filme. / D. S.

La ficha

*** 'Horizon Western Saga - Capítulo 1'. Western, EEUU, 2024, 181 min. Dirección: Kevin Costner. Guion: Jon Baird, Kevin Costner. Fotografía: James M. Muro. Música: John Debney. Fotografía: James M. Muro. Intérpretes: Kevin Costner, Sienna Miller, Sam Worthington, Jena Malone, Abbey Lee, Michael Rooker, Danny Huston, Luke Wilson, Isabelle Fuhrman.

El romance de Kevin Costner con el western empezó cuando interpretó en 1985 Silverado para Lawrence Kasdan, su primer papel importante. Cinco años más tarde, convertido ya en una estrella, el inmenso éxito y los siete Oscar -incluido uno para él como director en su debut- de Bailando con lobos oficializó el romance. Cuatro años más tarde, en 1994 y otra vez a las órdenes de Kasdan, interpretó al legendario sheriff del OK Corral en Wyatt Earp. En 2003 volvió al western, esta vez también como director, con Open Range, volviendo a cosechar un éxito que le compensó de los estrepitosos fracasos de Waterworld como productor y actor y de El mensajero del futuro como productor, actor y director. En 2018 volvió a encontrarse con el western -esta vez en formato de serial televisivo y tono de melodrama bigger tan life- Yellowstone, emitido hasta 2023. Hombre de intereses vitales y empresariales diversos, su amor por el Oeste le llevó, además de a ser el cantante del grupo de country Kevin Costner & Modern West, a abrir el parque temático Tatanka: the Story of the Bison en Deadwood (Dakota del Sur), lugar emblemático por haber sido territorio de asentamiento de pueblos indios devastados tras descubrirse oro en las Black Hills. El parque tenía una dimensión educativa y reivindicativa.

La sinceridad del amor de Costner por la historia del Oeste y por el western es indudable. Otra cosa son los resultados. Bailando con lobos, pasados los años, ha envejecido mal aun conservando cierta dignidad. Open Range -quitando las interpretaciones de Costner y de Robert Duvall, y un espectacular tiroteo- tampoco alcanza las pretensiones, sinceras, entusiastas, del actor y director. Ahora se lo ha jugado todo -incluso su patrimonio personal- produciendo, coescribiendo, interpretando y dirigiendo este mega western por el que lucha desde 1988, en principio formado por dos partes de tres horas de duración y 100 millones de dólares de coste, a la que deberían seguir otras dos, si las primeras resultan rentables, hasta conformar una tetralogía que narre en 12 horas la historia de los Estados Unidos en su expansión hacia el Oeste desde la doctrina del destino manifiesto hasta el Go West, Young Man pasando por la Guerra Civil.

El planteamiento de esta primera entrega parece más apropiado para una serie difundida a través de las plataformas que para la gran pantalla. Hasta el punto de que da la sensación de ser un episodio piloto introductorio. No solo porque las 12 horas de duración, en el caso de que logre completar la tetralogía, son más propias de ese formato, sino por el planteamiento dramático. Demasiados personajes, demasiadas subtramas y demasiados acontecimientos crean una cierta confusión. Costner parece empeñado en asaltar todas las variantes que fueron tejiendo y enriqueciendo el western: los pioneros, las masacres y las guerras indias, los dramas con mujeres fuertes que se enfrentan a hombres abusadores, el nacimiento y crecimiento de las ciudades, el hombre que aparece de la nada cargando con un oscuro pasado (heredero de tantos que van de Shane al hombre sin nombre), la venganza, por supuesto, el ejército y las distintas sensibilidades de los militares con respecto a la cuestión india (lo que para siempre tendrá los rostros del capitán Kirby York y el teniente coronel Owen Thursday).

Estilo clásico de buen western paisajístico de gran formato (en esto sí acierta al darle gran pantalla) con una extraordinaria fotografía de James M. Munro, que ya había trabajado con Costner en Open Range, actualizado por el brutal realismo que inserta en los más bellos y monumentales paisajes las más bestiales o bajas acciones. Hay en su puesta en imagen un sentido de la épica que hace innecesarios los esfuerzos de John Debney para forzar la grandiosidad -o el drama- con una música excesiva. El punto de vista busca el equilibrio objetivo representando las violencias ejercidas por los indios sobre los blancos y por estos sobre los indios, sin olvidar nunca que la de los nativos está justificada por la invasión de sus tierras y la brutalidad de los invasores. Es loable esta voluntad de situarse entre los antiguos westerns groseramente anti indios (no pocos obras maestras) y los poswesterns que a partir de los años 60 presentan a los indios como buenos salvajes rousseaunianos (cosas del arte: la mayor parte de ellos horrorosos). Lo que falla, sin que por ello la película deje de ser un loable, honesto, estimable y gigantesco esfuerzo creativo, es la ya aludida confusión argumental, la dispersión, la incapacidad para dar al espectador un hilo narrativo.

Habrá que esperar a la segunda parte para ver si lo propuesto y anunciado en esta se concreta en ese western definitivo con fuerte carácter histórico que Costner ha pretendido hacer equivocándose de formato al no llevarlo a las plataformas tanto por su duración como por su profusión de personajes. Habría que recordarle que cuando se quiso hacer la historia del Oeste con la superproducción La conquista del Oeste (1962, primera película de ficción en el formato Cinerama) se encargó a tres directores, se dividió en episodios que iban de los pioneros a los forajidos pasando por las caravanas, las guerras indias, el ferrocarril y la Guerra Civil, y se unificó argumentalmente a través de tres generaciones de una familia. Y bastaron 164 minutos.

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