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"Ser titular de una orquesta como la ROSS sería un placer"

Giacomo Sagripanti | Director de orquesta

El maestro italiano vuelve a dirigir a la ROSS, casi una década después, con un programa que incluye la ‘Sinfonía de Réquiem’ de Benjamin Britten y la ‘Sinfonía nº4’ de Gustav Mahler 

Giacomo Sagripanti ayer en el Maestranza, momentos antes de esta entrevista / Juan Carlos Muñoz

El director italiano Giacomo Sagripanti (Giulianova, Abruzzo, 1982) dirigirá jueves y viernes en el Teatro de la Maestranza, donde tiene lugar esta entrevista, el programa Gran Sinfónico 3 de la ROSS, que, dentro del ciclo Andalucía Sinfónica, la orquesta sevillana llevará también el domingo al Villamarta de Jerez. Sagripanti vino por primera vez a Sevilla en febrero de 2014 para dirigir una Cenerentola de Rossini y un concierto sinfónico y regresó con la ROSS en noviembre de 2015.

Pregunta.–¿Qué recuerdos tiene de aquellos conciertos?

Respuesta.–Vine para hacer Cenerentola, pero el director que estaba previsto para el concierto sinfónico aquella semana tuvo una baja y, como era un programa italiano, me lo pidieron a mí. Lo recuerdo muy bien. Fue muy interesante, pero ahora es mejor porque tenemos tres días de ensayos en el mismo escenario del concierto y eso es un lujo.

P.–¿Cómo ha encontrado a la orquesta?

R.–Más joven. De repente se ha convertido en una orquesta de jóvenes. Eso es normal, porque en diez años se producen muchos cambios. Muchos de los que quedan me recordaban y vinieron a saludarme al camerino. Creo también que ahora es mejor orquesta. Lo aprecié desde la primera lectura. Fueron muy profesionales, muy atentos a todos los detalles y muy disciplinados. Pienso que han aprovechado estos diez años para mejorar.

P.–Viene de hacer un Nabucco en Toulouse y mirando su agenda le siguen Rondine, Don Pasquale, Turco in Italia, Traviata, Trovatore, Barbero... ¿Se considera básicamente director de ópera?

R.–Intento hacer cinco o seis programas cada año en sinfónico. El mes próximo debuto en la Philharmonie de París con la Orquesta de Cámara de París y la de Beethoven. Una muy buena orquesta con un programa muy interesante. Es cierto que he ganado mi fama haciendo ópera, y la ópera me permite trabajar en todos los grandes teatros del mundo, Viena, Londres, París, Madrid, este año también Nueva York. Pero intento siempre hacer programas sinfónicos con orquestas buenas. No he trabajado todavía con la Filarmónica de Berlín o la de Viena, pero puede ser que eso llegue algún día. Lo que me interesa es no parar con el sinfónico y hacer mucho repertorio, que es muy importante.

P.–¿Cuál es para un director la principal diferencia entre ambos repertorios, la ópera y el sinfónico?

R.–Hay enormes diferencias. En el estudio y en la técnica. El trabajo del director de ópera italiana es técnicamente el trabajo más virtuoso, el más difícil. Porque es un trabajo puramente técnico: en escena pueden pasar mil cosas y mantener la coordinación es esencial. El trabajo del sinfónico no tiene los problemas que tiene un teatro, el foso, la distancia, el coro, los solistas, la escena, pero tienes otras cosas que son detalles de trabajo musical. Es más fácil ir todos juntos con el sinfónico, porque hay solo una plantilla, pero es mucho más difícil buscar sonidos, atmósferas, los matices, es una cocina más refinada, si quiere. Para un director de ópera es importante hacer sinfónico, porque en el foso puedes utilizar este refinamiento del sonido que debes tener en el sinfónico. Es algo que te sirve para destacar detalles en una obra de Verdi, por ejemplo, en la ópera francesa o en Puccini, que es un compositor muy sinfónico, por no hablar de Wagner. Uno puede empezar haciendo ópera de joven y con el tiempo ir metiéndose en el sinfónico. Al revés es mucho más difícil, por esa cuestión técnica que le decía, porque tienes que acostumbrarte a muchísimas más cosas. Yo empecé con la ópera belcantista, pero siempre haciendo sinfónicos. Por supuesto que en ese terreno también hay obras de gran dificultad técnica –pienso en Stravinski, por ejemplo–, pero lo puedes preparar: el 99% de lo que ensayas sale en el concierto. En la ópera es imprevisible. Un día un cantante no tiene la voz como el día anterior y tienes que cambiar el tempo, las dinámicas..., y de todo eso tienes que darte cuenta sobre la marcha, en el foso, comprender la situación al instante y hacerlo.

"El trabajo del director de ópera italiana es técnicamente el trabajo más virtuoso, el más difícil. Porque es un trabajo puramente técnico: en escena pueden pasar mil cosas y mantener la coordinación es esencial"

P.–¿No lo han vuelto a llamar del Maestranza para una ópera?

R.–Muchas veces, pero no he podido por problemas de agenda. Este año me propusieron Turandot, y en este caso me lo impidió un problema familiar. Buscamos un proyecto más corto y salió este concierto, que me interesa muchísimo.

P.–Una obra no muy difundida en nuestro entorno, la Sinfonía de Réquiem de Britten, y una muy popular, la de Mahler...

R.–Me interesó mucho la propuesta. Primero, porque la obra de Britten no la había dirigido nunca. Segundo, porque temáticamente es muy interesante: todo el programa se modula en torno a la muerte. La obra de Britten es un Réquiem sin palabras. Cada uno de los tres movimientos lleva el título de un número de la misa de difuntos: Lacrymosa, Dies Irae, Requiem Aeternam. Eso parece significar que quiso dar una dirección muy clara a cada movimiento, y en este sentido es una obra si quiere expresionista, pero en la interpretación los dilemas son puramente musicales: mucho contrapunto, una orquestación muy interesante, muy del siglo XX. Todo se basa en la construcción del sonido. Mahler es otra cosa. La es la última de sus sinfonías Wunderhorn. Y la plantea como un viaje a la muerte, pero desde el punto de vista infantil. Toma el texto del poema y a la vez este concepto de muerte muy alemán y muy eslavo, porque la muerte en este mundo es una parte de la vida. Hay que aceptar la muerte con una sonrisa, como lo puede hacer un niño. Y esa es una idea muy mahleriana. Para nosotros los latinos tiene algo de macabro. Pero en la cultura alemana es normal: ver la muerte con los ojos de un niño y hacer bromas con la muerte. El primer movimiento de la sinfonía es una descripción muy infantil del mundo terrenal, de lo que pasa en la vida. Pero llega entonces una llamada de las trompas, que es la llamada de Dios, y empieza también a jugar con el fídel, el instrumento del diablo [Mahler lo representa con el primer violín en scordatura, un tono más alto]. Es el segundo movimiento, una danza de la muerte, otra figura típica de la cultura alemana, que Berlioz y Liszt también utilizaron. El tercer movimiento es el más mahleriano, el más profundo, el que expresa el sufrimiento por la muerte. Y en el cuarto se abre la puerta del paraíso para mostrar todo este mundo infantil, de una gran dulzura, hasta el punto de que todo termina como en un sueño. Estás vivo, y esa es la magia de la obra, que cierra todo un mundo en Mahler.

Otra foto de Giacomo Sagripanti tras el ensayo del miércoles por la mañana en el escenario del Maestranza / Juan Carlos Muñoz

P.–Cuando estuvo en Sevilla en 2014, la ROSS buscaba director y su nombre estuvo entre los candidatos. Ahora curiosamente la orquesta vuelve a buscar director, ¿lo han sondeado?

R.–No lo sabía. Me enteré al llegar. Yo no tengo de momento una orquesta y considerar una orquesta sinfónica del nivel de la ROSS es seguramente un placer. Creo que estas cosas dependen de muchos factores... He tenido algunos puestos de responsabilidad en teatros y orquestas, pero creo que son cosas que no pueden forzarse, tienen que salir de forma muy natural...

P. –¿Lo consideraría si se lo propusieran?

R.–Claro que sí, porque Sevilla es una ciudad que adoro, tengo muchísimos recuerdos extraordinarios de aquí. Y la orquesta tiene ahora mucho mejor nivel que hace diez años. Para mí como director italiano ser titular de una orquesta como esta sería un placer. Además hago ópera en los mejores teatros del mundo. Me consta que ha habido problemas de coordinación entre la ópera y los conciertos sinfónicos en este teatro. Y creo que sería la primera vez que en la ROSS puede haber un director artístico que también puede hacer ópera al máximo nivel. Sería una opción muy interesante, pero ya le digo que tiene que ser algo que surja de forma natural. Mi relación con los músicos de la orquesta está siendo muy buena, soy feliz por estar aquí y si en la orquesta también están contentos conmigo... Ya veremos lo que pasa.

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