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benito olmo. escritor
La maniobra de la tortuga (Suma), la novela de Benito Olmo, nació de un primer borrador escrito "casi de corrido" hace dos años. Desde entonces, su autor -que había publicado a través de la autoedición un anterior título, Mil cosas que no te dije antes de perderte (Punto Rojo)- se dedicó a pulir un texto que terminó presentando al premio La Trama/Aragón Negro. La novela quedó finalista y Ediciones B, el sello que participa en el galardón, se ofreció a publicarlo en formato digital: "Pero César Pérez Gellida (autor que prologa La maniobra de la tortuga) me aconsejó el sello con el que él publicaba", explica Olmo.
Un salto, de la autopublicación a la edición nacional, en el que el escritor ha apostado por el género negro: "En Mil cosas que no te dije antes de perderte, aunque no era puramente policíaca, también había un importante componente de misterio junto a la trama romántica", apunta. En La maniobra de la tortuga, Olmo entra de lleno en los giros y ortodoxias del género negro. Un paño en el que asegura encontrarse "más que cómodo" y en el que piensa seguir moviéndose "bastante tiempo". Con autores como Jo Nesbo, Connelly, Vázquez Montalbán u Óscar Lobato como escritores de referencia, el género negro es, "sobre todo -afirma Benito Olmo-, el que más disfruto leyendo".
"Más allá que una moda, pienso que la novela negra está constituyéndose en un movimiento literario en toda regla -reflexiona el escritor-. El género surgió en Estados Unidos en los años 30, con Chandler y Hammett como referentes, al rebufo de la tremenda crisis económica: un escenario que se ha ido reproduciendo en los últimos tiempos".
Hacer novela de misterio supone un "desafío importante, sobre todo -añade Benito Olmo-, si la acción es actual. En los años 80 y 90, antes del móvil y del ADN, había muchas más opciones de cometer el crimen perfecto".
La maniobra de la tortuga transcurre con la Bahía gaditana como fondo vivo: "Los crímenes no son patrimonio exclusivo de las grandes ciudades: fíjate, por ejemplo, en los casos de José Butrón, de Ana del Castillo... -indica-. Incluso la ficción está recurriendo también a lugares más pequeños: Pérez Gellida ambienta sus historias en Valladolid, o Dolores Redondo, que ha llevado al mapa el Valle de Baztán. La maldad está en todas partes".
Además de la atrayente posibilidad de mostrar Cádiz como un "entorno diferente, más allá del arquetipo de sol, chiste y cierto concepto de calidad de vida. Nunca he entendido esa necesidad de mostrarse alegre hasta la exageración -continúa Olmo-. ¿Por qué se quiere hacer de bufón?".
Con no poca lógica, si la careta de la buena vida resulta histriónica, el rostro de la mala vida es tremendo: algo que el propio autor pudo comprobar durante sus años trabajando en la Policía Portuaria, "un lugar en el que puedes ver de primera mano la miseria, la gente estrangulada, acostumbrada al malvivir, al trapicheo..."
Y como contrapunto perfecto a esa ciudad mellada que sonríe, o sonreía, el protagonista absoluto de una narración marcada en distintos frentes por la violencia machista: el inspector Manuel Bianquetti, un personaje antipático, amargado, engreído, violento, incapaz social, que tiene aliento para seguir aguantando más historias sobre sus espaldas: "Quería ese contrapunto con la ciudad feliz oficial -prosigue Olmo-, si bien es cierto que Bianquetti se fue haciendo más exagerado y marginal conforme iba escribiendo, y luego ya me sentía a gusto escribiendo con él o sobre él: un personaje para el que romper las reglas es un reto".
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