Trincheras de España

Gavroche en el parapeto | Crítica

Libros de la Herida rescata la primera novela de la Guerra Civil escrita durante la contienda, obra de los escritores y periodistas republicanos Antonio Otero Seco y Elías Palma

Antonio Otero Seco (1905-1970) y Elías Palma (1893-¿1965?).
Antonio Otero Seco (1905-1970) y Elías Palma (1893-¿1965?).

La ficha

Gavroche en el parapeto. Antonio Otero Seco y Elías Palma. Prólogo de Luis A. Esteve y Gemma Mañá. Epílogo de Alfonso Castro. Libros de la Herida. Sevilla, 2023. 336 páginas. 22 euros

El reciente rescate de Antonio Otero Seco, escritor republicano exiliado en Francia, se inició con la publicación de una antología de su Obra periodística y literaria (Editora Regional de Extremadura, 2008) a cargo de Francisco Espinosa y Miguel Ángel Lama, seguida de la recopilación de sus Poemas de ausencia y lejanía (Libros de la Herida, 2021) donde Juan Manuel Bonet, Mariano y Antonio Otero San José y Edouard Pons recogieron y ordenaron toda su obra en verso, precedida de una valiosa semblanza del primero. La misma editorial sevillana, dirigida por los poetas itinerantes David Eloy Rodríguez y José María Valero, ofrece ahora la reedición de la novela que Otero escribió a medias con su amigo el también escritor y periodista Elías Palma, militante socialista y comandante del Ejército Popular, en una edición prologada por Luis A. Esteve y Gemma Mañá que incluye un epílogo de Alfonso Castro. Acompañada del subtítulo de “Trincheras de España”, Gavroche en el parapeto pasa por ser la primera novela dedicada a la Guerra Civil durante de la contienda, en una fecha muy temprana dado que el colofón de la segunda edición –la primera no se ha conservado– lleva fecha de 14 de abril de 1937, sexto aniversario de la proclamación de una República que dos años después sería sólo recuerdo.

A medio camino entre el reportaje y la novela, el libro se presenta como narración de combate

Como “primer libro de la epopeya” lo calificaba un ejemplar de Mundo Gráfico del mismo mes y año, en un artículo de Juan Ferragut (Julián Fernández Piñero) que abunda en referencias a la “gesta heroica” de la resistencia, ya inseparable de “nuestra revolución”. A medio camino entre el reportaje y la novela, por más que los autores precisen en una nota preliminar que no es ni lo uno ni lo otro –“para lo primero le sobra intimidad; para lo segundo le falta fantasía”–, Gavroche en el parapeto se presenta desde el principio, ya desde la extensa dedicatoria donde figuran entre otros el general Miaja y el coronel Vicente Rojo, como una narración de combate, destinada a sostener la moral de los milicianos frente al “extranjero invasor”. Basada en las crónicas que tanto Otero como Palma, que tenían además experiencia directa de la vida en el frente, publicaron en los periódicos, la novela obedece a un claro propósito propagandístico, pues como decía Ferragut “ahora la pluma se ha convertido en arma, y la palabra está obligada a tener la misma eficacia generosa y luchadora de la espada”, pero la ardiente defensa de la causa republicana se traslada con prosa ágil e indudable solvencia narrativa, reforzada por la inmediatez de los hechos y el desenlace todavía incierto de la lucha en el campo de batalla.

La capital asediada es el escenario principal, retratada en plena ofensiva franquista

Citan Esteve y Mañá otras narraciones testimoniales como El asedio de Madrid (1938) de Eduardo Zamacois, y también podría mencionarse la serie de crónicas noveladas de un amigo y correligionario de Otero, Manuel Chaves Nogales, Los secretos de la defensa de Madrid, publicada el mismo año 38. Mientras que Chaves, sin embargo, abandonó España después de que el Gobierno de la República trasladara la capital a Valencia en noviembre del 36, y por lo tanto escribió su relato desde la distancia, sin haber presenciado los hechos, Otero permaneció en la ciudad asediada hasta el final de la guerra, fue condenado y encarcelado por la dictadura y logró huir después de ser liberado y de nuevo detenido por sus actividades en la oposición clandestina. Madrid es en todo caso el escenario principal de Gavroche en el parapeto, aunque los autores incluyen un vibrante capítulo, “Martirio y heroísmo de Sevilla”, donde dan cuenta de la toma de la capital andaluza por las tropas de Queipo, a las que trató de hacer frente una columna minera que partió de Huelva y en la que se encuadraba el propio Palma, y menciones a otros lugares innominados pero más o menos reconocibles de la geografía del país en llamas.

El tono predominante de la crónica recuerda el origen periodístico de muchos pasajes

El nombre de “Gavroche”, seudónimo de Palma en la masonería, está tomado del personaje de Los miserables de Victor Hugo, el temerario “pilluelo” del París de las barricadas que es aquí un muñeco arrebatado a las tropas enemigas y vale como símbolo que conecta las viejas aspiraciones revolucionarias de los franceses con las españolas de la hora. Pese al eventual recurso a la transcripción de un diario o la inserción de una poco desarrollada historia de amor, el tono predominante de la crónica recuerda el origen periodístico de muchos pasajes que de hecho, como señalan los prologuistas, remiten a textos anteriores, pero el valor documental no se contradice con el literario, pues el estilo es cuidado aunque no esté libre de los estereotipos habituales de la narrativa militante. En sus mejores momentos, la novela logra transmitir un aire épico de gesta colectiva, protagonizada por personajes reales y sobre todo por héroes anónimos, que retrata con emoción y eficacia una de las visiones de la gran tragedia española.

Otero y Palma con Miaja y Vicente Rojo, los héroes de la defensa de Madrid.
Otero y Palma con Miaja y Vicente Rojo, los héroes de la defensa de Madrid.

Dos derrotados

Al margen de sus novelas de la primera juventud, publicadas a mediados de los años veinte, de Antonio Otero Seco se conservan un relato autobiográfico inédito, Vida entre paréntesis, donde el exiliado en Bretaña –llegó a Francia en 1947– abordó su experiencia en las cárceles de Porlier y El Dueso, y fragmentos de otra novela inconclusa, 98, rue du Temple. Aunque afiliado a la UGT en plena guerra, Otero no perteneció a ningún partido, ayudó a varios colegas enjuiciados en la zona republicana y arrastró durante su largo destierro una nostalgia incurable, sin que la lejanía le impidiera atender a escritores del interior como Delibes, con quien mantuvo correspondencia. A Elías Palma se le pierde el rastro en la posguerra, después de su excarcelación en 1943, y hasta la fecha de su muerte a mediados de los sesenta suele ponerse entre interrogantes. Antes de la novela conjunta había coeditado el volumen colectivo Ramón González Peña: un hombre en la revolución (1935), referido al dirigente socialista que protagonizó la insurrección de Asturias y llegaría a ser ministro de Justicia en el último Gobierno de Negrín, también expresamente citado en la dedicatoria de Gavroche, y Sinfonía incompleta de la guerra (1938), un libro apenas conocido que combina verso y prosa y lleva el curioso subtítulo de “El triunfo de la raza”.

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