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El director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, aseguró el domingo en la Feria del Libro de Sevilla que un idioma “no es sólo un vocabulario, es una Historia, es un conjunto de valores”, y defendió que la divulgación de la cultura española que se hace desde la institución que coordina transmite también nociones “democráticas en un momento difícil para la democracia”.
El poeta granadino –que iba a mantener un diálogo con el director de la Real Academia Española de la Lengua Santiago Muñoz Machado, quien finalmente no pudo asistir a Sevilla por enfermedad– señaló en una conversación con la catedrática Lola Pons que, mientras la Alianza Francesa nació a finales del siglo XIX y el British Council en la primera mitad del siglo XX, el Instituto Cervantes “tuvo que esperar a 1991, a que tuviéramos una democracia consolidada. La dictadura había tenido en la divulgación del español un enfoque muy imperialista, una postura que puede calificarse como ridícula cuando España es apenas el 8% de los hablantes del español en el mundo”.
García Montero explicó que conocía el funcionamiento del Cervantes desde los comienzos, como autor, “porque me invitaban a sedes de distintas ciudades y siempre un director amable del centro me llevaba a cenar y elogiaba la conferencia que había dado”, pero dirigir el organismo le dio otra perspectiva y le hizo percatarse de “los problemas y del presupuesto que hace falta. El Instituto Goethe recibe de Alemania 350 millones y nosotros 74, que sirven apenas para mantener la estructura y la plantilla”. No obstante, el gestor enumeró datos “para estar orgullosos sin caer en la autocomplacencia”, como las más de 8.200 actividades programadas durante el año o las “4.500.000 de horas impartidas en todas las sedes”.
Unas clases en las que, para García Montero, se celebra la riqueza de la cultura española. “Los profesores no son los jornaleros del subjuntivo como ellos dicen. Hablan de un libro que acaba de salir o usan como ejemplos una canción o una película; Pedro Almodóvar, por ejemplo, da mucho juego”, prosigue el director del Cervantes, que apunta que “la segunda lengua que más suena en Spotify en el mundo es el español” y que las series españolas que exhiben algunas plataformas difunden, según concluye un estudio reciente, “mensajes contra la violencia de género o a favor de la diversidad sexual, esos valores democráticos de los que hablábamos antes”.
La Feria del Libro de Sevilla acogió también este domingo la celebración de los 25 años de Páginas de Espuma, una editorial que en este cuarto de siglo, y en una apuesta inicialmente centrada únicamente en la narrativa breve, ha armado uno de los catálogos más sólidos de la literatura actual, por el que han pasado autores tan diversos como Guadalupe Nettel, María Fernanda Ampuero, Andrés Neuman, Clara Obligado, José Ovejero, Samanta Schweblin o Eloy Tizón, entre otros muchos. Un proyecto que venció a los prejuicios y que legitimó un género percibido hasta entonces como una variante menor. “En América puedes lograr el prestigio con el cuento: Borges jamás cometió una novela, Cortázar o Ribeyro fueron más celebrados con su narrativa breve. Pero en España no: los que escribíamos cuentos íbamos en ciclomotor, pero ahora gracias a Páginas de Espuma nos desplazamos en un Tesla”, afirma Fernando Iwasaki, uno de los invitados de una mesa que moderó la periodista Charo Ramos y que reunió, junto al editor Juan Casamayor, a los narradores Hipólito G. Navarro, Carlos Frontera e Irene Reyes- Noguerol.
Casamayor resaltó la importancia de los afectos en la visión de su oficio: “Creo que la relación de un editor y un autor pasa por la amistad. Puedo editar mejor si conozco a la persona que está detrás del libro”, afirma este profesional que en este cuarto de siglo se ha ganado también el respeto de lectores y libreros hispanoamericanos –porque “un editor es un viajante con maleta”– y que estudia con minuciosidad cada manuscrito que publica. “El último libro”, rememora Hipólito Navarro, “lo preparamos el día que se decidía el Brexit, y lo hicimos en el Hotel Inglaterra. Cuando los ingleses se estaban arrepintiendo de lo que habían votado, ese borrador ya no era mi libro, era el libro de Juan Casamayor”.
Los autores del cuento pasaron, dice Iwasaki, “del ciclomotor al Tesla” con Páginas de Espuma
El sello ha recuperado a clásicos como Henry James, Thomas Wolfe, Flaubert, Poe o Joyce, pero también ha confiado en voces que empezaban, como es el caso de Carlos Frontera, que deslumbró con su carta de presentación, Andar sin ruido. “A mí me engañaron: me dijeron que era un autor novel y yo entendí que era un autor Nobel. Y ya me veía yo en Oslo, o en Estocolmo”, recuerda entre risas el escritor. Irene Reyes-Noguerol, joven aún pero con una impresionante trayectoria avalada por la revista Granta, cumple un sueño al incorporarse con su reciente Alcaravea a los fondos de Páginas de Espuma. “En la carrera de Filología Hispánica leía mucho a los clásicos, pero quise ir más allá y saber qué se publicaba hoy, y aquí me encontré un catálogo maravilloso. Ahora que trabajo como profesora leo mucho Ajuar funerario [obra de Iwasaki y uno de los mayores éxitos en la trayectoria de la editorial] a los alumnos”.
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