Más ganga de un filón agotado
CRÍTICA 'LA HORCA'
La horca. Terror, EEUU, 2015, 81 min. Dirección y guión: Travis Cluff, Chris Lofing. Fotografía: Edd Lukas. Música: Zach Lemmon. Intérpretes: Cassidy Gifford, Pfeifer Brown, Ryan Shoos, Reese Mishler, Alexis Schneider.
Hace muchos, muchos años, en una galaxia cinematográfica muy lejana, La noche de los muertos vivientes aportó al cine de terror la novedad de narrar una historia de zombies con un estilo directo, casi documental, propio del cine independiente americano y los nuevos cines europeos. Un éxito que además -razón por la que se rodó así y sigue vigente hasta hoy- fue muy barato. Hasta ese momento la herencia expresionista, el gusto por lo gótico y el barroco kitsch habían dominado uno de los pocos géneros a los que se les permitía romper el contrato de la verosimilitud. Los decorados podían evidenciarse, las luces estilizar las sombras irrealizando los planos, las angulaciones forzadas romper la naturalidad... En 1960 Psicosis, como tránsito, narró una historia de terror con un pie puesto en la irrealidad tradicional (la mansión de Norman) y otro en la modernidad fotográfica -cuando la rodó sólo hacía un año que se había publicado The Americans de Robert Frank- que deliberadamente elegía el blanco y negro que estaba desapareciendo del cine pero aún reinaba en la fotografía. Ocho años más tarde llegó la película de Romero y pasados 31 años El proyecto de la bruja de Blair adaptó la idea del realismo extremo como tratamiento del terror a la era digital. Tan mala como influyente, tras ella se han sucedido -Paranormal Activity, REC, etcétera- una catarata de películas de terror rodadas como si fueran grabaciones privadas o comunicaciones en la red.
A este filón se apunta La horca. A este y a otros muchos de los filones de adolescentes asesinados en cadena por alguna fuerza generalmente no humana. Filones todos agotados que sin embargo el cine comercial americano sigue explotando. Extrayendo de ellos, lógicamente, sólo ganga: esa materia sin valor que se separa de los minerales. Fatigante por su cámara en continuo movimiento (porque, una vez más, se trata de una supuesta grabación amateur), aburrida por ser más de lo mismo, simplona por su guión y vulgar por su realización, La horca busca su pretexto para horrorizar en una obra teatral maldita -causó una muerte hace años- que unos estudiantes memos se empeñan en volver a montar. La intervención de otros aún más memos desencadenará lo que desde el principio se sabe que va a pasar.
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