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Artes escénicas
En febrero de 2020, aunque la pandemia que obligaría semanas más tarde a un confinamiento ya empezaba a dar indicios de gravedad, todavía estaban permitidos los sueños. En esa fecha, Teatro Resistente, un epígrafe bajo el que se unían destacados profesionales de las artes escénicas andaluzas, se rebelaba contra las inercias del sector, respondía con un ejercicio de vocación a la crisis y al desánimo que les rodeaba: cansados de que las limitaciones de presupuesto les cortaran las alas, los integrantes de este proyecto –nada menos que un reparto de nueve actores y dos músicos– estrenaban Los árboles, una ambiciosa revisión de El jardín de los cerezos. El abultado equipo que movía el espectáculo no era la única apuesta arriesgada: aquel montaje, que tuvo su puesta de largo en el Teatro Central, trasladaba la historia de la venta de unos terrenos y el estudio de personajes que planteaba Chéjov a la Andalucía de los 70; la pieza, además, buscaba que la palabra dialogara con la música y el movimiento.
El desafío, pese a su complejidad, funcionó, y aquellos árboles dejaron una semilla que hoy da un nuevo fruto. Este fin de semana, el sábado a las 20:00 y el domingo a las 19:00, el Lope de Vega programa El gallinero (Un Strindberg andaluz), en la que los componentes de esta alianza retoman su interés en la investigación teatral a partir de un clásico "aunque en esta ocasión hemos hecho números y tenido en cuenta lo que es una producción, a nivel logístico y económico. Esta vez la propuesta es más pequeña", señala el dramaturgo José Luis de Blas. Pisan el escenario cinco intérpretes, Lola Botello, Nieve Castro, Fernando Jariego, Carmen León y Arturo Parrilla, y un músico, Chano Robles.
Para esta segunda aventura los miembros de Teatro Resistente se detienen en una novela de Strindberg –con diferentes títulos en sus traducciones al castellano, donde ha aparecido como La habitación roja, El cuarto rojo o El salón rojo según la edición– de la que han tomado algunos detalles. "El libro es como una vista de pájaro de la ciudad de Estocolmo, con cientos de personajes, cientos de historias. Pero hablaba de temas que nos interesaban y que podrían conectar con la Andalucía de los 70", dice De Blas, que no quiere llamar "adaptación" a su trabajo. "En Los árboles estábamos más cerca de Chéjov que aquí de Strindberg. Ahora, en este montaje, hay más creación", explica el autor y director, involucrado en espectáculos recientes como Captura y muerte de Bin Laden o La odisea de Magallanes-Elcano.
El retrato que Strindberg hace de la sociedad sueca de finales del XIX se convierte aquí en una mirada a la Andalucía de los 70. A una compañía de teatro, en la Sevilla de 1974, llegará Rengel, el joven protagonista, un aspirante a actor, y se topará con Rosario, la esposa del propietario de la empresa, que se reúne con otras mujeres que creen en la igualdad. "En la novela se reflexiona sobre la situación de los artistas a través de unos pintores, y la compañía de teatro no tiene tanta repercusión en la trama. Pero en los 70 empieza a vislumbrarse en Andalucía un nuevo teatro, y aparece también un asociacionismo vinculado a la lucha de las mujeres, algo de lo que Strindberg habla también en el libro. No me gusta crear desde los temas, pero hay cuestiones que han reverberado en esta relectura que hemos hecho", admite el dramaturgo. Como en la creación de Los árboles, el reparto ha aportado "experiencias personales, apuntes biográficos. El primer tramo de ensayos consiste en una mesa de trabajo, y a partir de ahí yo reescribía, con el cuerpo de los actores en mente".
En su charla, De Blas muestra su admiración por Strindberg, un autor al que no le bastó con dinamitar las convenciones en el teatro de su tiempo, sino que además dejó como legado "pinturas maravillosas" en las que también expresaba su mundo interior. Pero La habitación roja, además del genio del escritor, tenía otro rasgo que atraía a los integrantes de Teatro Resistente. "Buscábamos un texto que no fuera tan conocido, y eso ocurría con esta novela. No había sido muy adaptada, y eso nos permitía la libertad. No estás montando Hamlet, que tiene un poso, una recepción. Aquí puedes tomar unos materiales que nos interesan e investigar", resume el creador sobre una pieza en la que vuelven a combinar palabra, música y movimiento, con tres nombres encargados de la dirección: De Blas, Lola Botello y Natalia Jiménez Gallardo. "Seguimos siendo fieles a nuestro estilo, pero una puesta en escena no se puede imponer. Cada obra tiene su carpintería, y va reclamando su poética. Aquí nuestro lenguaje es más sintético: esta habitación roja lo demandaba".
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