El fútbol es así
Desde la óptica política-antropológica a la sentimental, diversos libros se acercan al fenómeno deportivo más grande del mundo.
Fútbol contra el enemigo. Simon Kuper. Trad. David González y Fernando Mora. Prólogo de Santiago Segurola. Contra. Barcelona, 2012. 368 páginas. 18,50 euros.
Una cuestión de fe. Enric González. Libros del K.O. Madrid, 2012. 69 páginas. 6 euros
Hay quien prefiere los estadios de noche: los inmensos focos, el verde eléctrico, la oscuridad del cielo aún mayor por contraste, todo se revela con más fuerza como un escenario magnético y fabuloso. Tal condición y las propias leyes del juego, más sencillas cuanto más difíciles de interpretar, abonaron siempre el terreno para la metáfora categórica, el paralelismo extasiado entre el fútbol y la vida. Unos citan a Camus, que proclamó que todo lo que sabía de la moral y del comportamiento de los hombres se lo debía a este juego; otros, renuentes, a Borges, que lo consideraba la cosa más estúpida del mundo.
Probablemente los dos tenían razón, y sin duda también cayeron en la exageración, una de tantas formas de la pasión, pero es indiscutible en todo caso, como dice Enric González, que "el fútbol es lo que se vuelca en él", y más aún: "Cuando un juego moviliza a miles de millones de personas deja de ser un simple juego". Esto es lo que se propuso demostrar Simon Kuper, periodista del Observer y durante un tiempo responsable de las páginas de divisas del Financial Times hasta que sintió que moría de aburrimiento y regresó a sus escritos futboleros, "una forma buena y nada desdeñable de entender el mundo".
Publicado en Inglaterra en 1994 y recuperado ahora por la editorial Contra, Fútbol contra el enemigo se convirtió en un clásico instantáneo del periodismo deportivo, hasta el punto de que Santiago Segurola, autor del prólogo, observa "un antes y un después" de esta obra que llegó dos años antes que Fiebre en las gradas: "Si [Nick] Hornby aproximó tanto el fútbol a la buena literatura que lo transformó en un fenómeno chic, Kuper señaló las infinitas posibilidades de un juego que puede observarse desde cualquier vertiente, porque si algo distingue al fútbol es su condición camaleónica". Con esta premisa como motor fundamental de su investigación, el autor, apasionado seguidor del Ajax, se echó al mundo para tratar de hallar respuesta a dos preguntas: ¿de qué manera se refleja el fútbol en la vida de un país?, ¿de qué forma la vida de un país se refleja en el fútbol?
Este viaje iniciático -Kuper tenía 22 años y un arrojo envidiable- por los cinco continentes se produjo antes del boom de la televisión por cable, de las pretemporadas en China y Estados Unidos, antes de que la globalización propiciara el nacimiento de un tipo distinto de hincha inevitablemente más desarraigado, menos atento al tradicional mandato de patria y sangre que a las afinidades más o menos arbitrarias y coyunturales. Pero no puede decirse que el libro haya envejecido. Refleja otros tiempos, acaso más inocentes y tribales, pero lo hace con tal vigor periodístico, con tal encanto y un sutil y certero tono de cálida ironía, que a la postre esa pequeña brecha histórica aporta a este fantástico y ameno conjunto de reportajes una cualidad entrañable.
El libro ofrece historias humanas potentes, divertidas, siniestras. Ahí están los estupendos retratos del macarra sentimental Paul Gascoigne y Helenio Herrera, ese entrenador que Mourinho no podrá ser porque ya existió. O el ciudadano anónimo Helmut Klopfleisch, disidente político de la RDA por la vía del fútbol, espiado y represaliado por la Stasi por seguir alimentando su amor por el Hertha de Berlín en lugar de ceder a la obligatoria admiración hacia el Dinamo, el equipo del Partido. No menos fascinante es el capítulo dedicado al Dinamo de Kiev. A esta ciudad llegó Kuper tras un periplo por Letonia, Lituania y Estonia, antiguas repúblicas soviéticas que acababan de independizarse, y después de una reveladora estancia en Rusia, donde un árbitro se hizo famoso por no dejarse sobornar (exigía demasiado dinero) y un colega suyo ejecutó la cuadratura del círculo en materia de corrupción: se dejaba comprar por los dos equipos de turno y luego pitaba con exquisita imparcialidad. La cima de la podredumbre llega, no obstante, en la capital de Ucrania. Y va mucho más allá del fútbol, porque la pieza sobre el Dinamo de Kiev cuenta la historia de un equipo y, en paralelo, la debacle moral fruto de un comunismo en ruinas y entregado a la delincuencia institucional y de un capitalismo incipiente pero ya enfermo de bulimia nihilista.
El escandaloso Mundial de Argentina 78, que finalmente se volvió en contra de los generales a pesar de su intento de presentarse ante el resto del planeta como los promotores de la última utopía; las raíces del amarrategui italiano y el turbador brote de odio antialemán en Holanda a finales de los 80; la vulgarización del fútbol-arte de Brasil como consecuencia de las transformaciones sociales y urbanas del país; la probada participación de los aficionados más radicales del Dinamo de Zagreb y el Estrella Roja en algunas de las matanzas más espeluznantes de la Guerra de los Balcanes (Arkan era el líder de los ultras del club de Belgrado); o la casi literalmente explosiva rivalidad entre los católicos del Celtic de Glasgow ("un club irlandés que juega en una liga extranjera", según el dicho de sus seguidores en todo el Ulster) y los protestantes del Rangers... todas las historias fluyen con nervio e interés en un libro que más que leerse se devora.
Alguien escribió que el carácter se forja los domingos por la tarde. No fue Enric González, aunque podría haber sido él. Que éste sea un irredento del Espanyol se antoja no sólo un accidente de su biografía sino también y sobre todo un sobrio alarde de coherencia estética. De su relación con el club periquito, de sus ritos de iniciación, de la nada inocente reescritura de la historia por parte del Barcelona y de su concepción ideal del juego trata, entre otros asuntos, Una cuestión de fe, un suculento y elegante librito, como todos los suyos, editado por Libros del K.O. Manuel Jabois, con Grupo Salvaje, sobre el Real Madrid (jugosa y significativa confesión: quería dejar de ser merengue cada vez que el equipo perdía); Antonio Luque, Sr. Chinarro, con Marchito azar verdiblanco, "el libro que la abuela del Betis querría haber escrito"; Marcos Abal (Una insolencia; Barça); Julio Ruiz (Yo me voy al Manzanares; Atlético de Madrid); y Ramón Lobo (El autoestopista de Grozni y otras historias de fútbol y guerra) completan la colección de la editorial madrileña, irregular pero siempre simpática y de elocuente título: Hooligans Ilustrados.
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