La fugacidad de la fantasía barroca
Delectare. Femás 2011. Programa: Obras de T. Merulla, B. Strozzi, F. Turini, y B. Marini. Intérpretes: Adriana Fernández (soprano), Manfredo Kraemer (violín), Guadalupe del Moral (violín), Juan M. Quintana (viola da gamba) y Luca Guglielmi (clave). Fecha: Sábado, 12 de marzo. Lugar: Centro Cultural Santa Clara. Aforo: Lleno.
Nunca el Barroco musical fue más barroco, más libre, más desenfadado, más abierto a la fantasía y más desinhibido a la hora de jugar con el sonido que en el siglo XVII. Instrumentos como el violín alcanzaban su madurez técnica y desafiaban a los compositores a buscar los límites de sus posibilidades expresivas y articulatorias. Y, por otro, el recién nacido teatro musical dirigía a la música vocal hacia la expresión de los afectos mediante una retórica de la pintura musical basada en los acentos.
De ambas dimensiones, de la escritura camerística para violines y de la música vocal de cámara, se pudo difrutar anoche en el programa presentado por el grupo argentino Delectare. Con el bien conocido del público sevillano Manfredo Kraemer entre sus miembros y con un sólido, seguro y brillante continuo en manos de Quintana y Guglielmi (espléndidos ambos en los ostinati de los lamentos, sobre todo en Hor che Apollo), el conjunto instrumental abordó el siempre exigente repertorio italiano para violín de mediados del siglo XVII. En una música siempre cambiante, serpenteante como una rocalla y que gira sobre sí misma como una columna salomónica, Kraemer y del Moral se conjuntaron de forma más que notable, tanto en materia de sonido como de afinación, de articulación y de ornamentación. Especialmente subrayables resultaron los glissandi y los juegos de disonancias en la Sonata sopra il Ruggiero.
Las condiciones de la voz de Adriana Fernández, con una zona grave desimpostada y un ascenso hacia el agudo excesivamente blanqueado, lucieron más en las arietas. A los lamentos les faltó profundidad en el acento y densidad expresiva y dramática.
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