Marco Socías | Crítica
Guitarra elegante y elocuente
Fran Perea. Músico y actor
Por unos años dio la impresión de que el Fran Perea actor había acabado imponiéndose al músico, como si la vida no permitiera los desdoblamientos y el malagueño hubiese tenido que decidirse por una sola de sus caras. Su carrera teatral, en la que no han faltado proyectos de peso –con su compañía, Feelgod, o en revisiones de clásicos en los que compartía cartel con veteranos como Ana Belén o Lluís Homar– y sus compromisos para el cine y la televisión parecían haber silenciado al cantante. Pero en 2018 el cantautor volvió a la carretera con su disco Viaja la palabra, y en el difícil 2020 Perea encontró refugio en la composición y dio forma a Canciones para salvarme, un EP que reivindicaba la música como bálsamo. Lo presenta –con los protocolos pertinentes, porque como le gusta decir la cultura es segura– en febrero en una gira por Andalucía: el 5 estará en Córdoba (Teatro Avanti), el 6 en Sevilla (Teatro Los Remedios), el 19 en Almería (Teatro Cervantes) y el 20 en Mijas (Teatro Las Lagunas).
–Cuando salió el disco lo definió, en una entrevista con nuestro compañero Pablo Bujalance, como un intento de reafirmarse en el optimismo, "una invitación a vivir muy a pesar de la situación tan compleja que nos ha tocado".
–Es que si no eres optimista la llevas clara, tal como está el patio, con el 2020 que hemos tenido y este comienzo de 2021... Nos queda un buen desierto que cruzar aún. El otro día decía alguien: 'Se ve la luz al final del túnel, pero es más cara' [ríe]. Y en ese panorama, nosotros, los que nos dedicamos a la cultura, tenemos que seguir generando contenidos, debemos seguir trabajando.
–En Canciones para salvarme, el tema que da título al EP, cita a un buen puñado de artistas que "hicieron la vida mejor", un conjunto muy ecléctico en el que conviven Morente, Mecano, Sabina, Silvio o Pablo Alborán.
–Sí. Yo creo que la música es eso, diversidad, ¿no? Como la vida, como el mundo. Hay momentos en los que acudes a un artista determinado, a una canción;otros en los que necesitas otro tipo de música. Cuando escribí ese tema me dije que por qué no mencionar todos esos nombres que me han marcado a mí, o han marcado también a otras generaciones. Me gustaba hacer ese homenaje.
–En Cantando bajo la luna se imagina a alguien de otro planeta que observa a los humanos, pero el retrato no es desesperanzador: ese extraterrestre se queda admirado con Gene Kelly, con el cine, con aquello que nos permite soñar todavía.
–Fue una propuesta que le lancé a Georgina, que contáramos qué pasaría si alguien nos viese desde fuera. Y nos quedó un juego muy bonito, una historia tierna, acabamos hablando de cine, de esa otra pata de la cultura que también es sanadora. Aunque también, en cierto modo, la canción lanza una pregunta: cómo es que somos capaces de hacer películas tan buenas y luego, en la realidad, nos comportamos de esa manera tan extraña, tan complicada, y parece que aprovechamos cualquier oportunidad para fastidiar al prójimo.
–En las notas promocionales de sus conciertos se dice que reinterpretará grandes éxitos de su discografía con el "estilo de su madurez". A usted, ¿qué le ha aportado la edad?
–Yo diría que tranquilidad, básicamente. Con los años no tengo el ansia, tengo menos presión que cuando era joven. Y también hablaría de libertad, la libertad de poder hacer lo que quiero. A eso me ha ayudado la edad, pero también ciertas decisiones que he tomado. El éxito me pilló cuando era un chaval, pero ya pensaba que yo quería crecer como artista, arriesgarme, jugármela, probar otras cosas. Esa reflexión me rondaba todo el rato, y fue lo que elegí. Era un camino difícil, tan complicado casi como andar por Madrid estos días con la nieve [ríe], porque hay muchos obstáculos y te resbalas, pero a mí era lo que me pedía el cuerpo. Y el alma. Ese trayecto ha consistido en buscar proyectos con mensaje, con sustancia; disponer de libertad, con mi compañía teatral o en las canciones que estoy haciendo ahora.
–Me viene a la cabeza ese espectáculo que hizo en el que un Prometeo anciano, Lluís Homar, se encontraba consigo mismo de joven, un personaje que interpretaba usted. ¿Cómo sería el diálogo con el muchacho que fue, si algo así pudiese darse en la realidad?
–Pues le diría que tuviera esperanza, que era lo que le venía a decir el Prometeo anciano al Prometeo joven. Resiste, admira, persevera, comprométete, cree, ese tipo de cosas que al final son valores y a las que debes abrazarte cuando estás empezando, porque te van a permitir estar tranquilo contigo a la larga.
–Volvamos a los conciertos: en esta gira llevará un ilustrador y también recitará algún texto teatral...
–Me gusta incorporar, de alguna manera, lo que he aprendido en el teatro a mi música, a la puesta en escena de mis conciertos. Con la presencia de Marcus Carus, el ilustrador, se crean diferentes planos. Por un lado el espectador está escuchando una canción; me está viendo a mí tocar esa canción, en directo, que ya de por sí es otro plano narrativo; Marcus elabora sus ilustraciones, que están relacionadas con cada tema, y el público también lo está viendo a él. Creo que queda una experiencia interesante. Y además sumo a eso algunos textos que he interpretado a lo largo de mi carrera, y otros que no he hecho pero que me gustaría hacer. Yo pienso que la música es una vivencia íntima, algo que surge de ti y que compartes, y creo que debes buscar un discurso propio. Lo emocionante de dar un concierto es poder hilvanarlo con todo ese material del que dispones.
–La pandemia le impidió estrenar en el Festival de Almagro un espectáculo sobre las comedias de Calderón que preparaba con Ernesto Caballero. ¿Intentarán llevarlo a escena este año?
–Los proyectos de investigación no se pueden llevar a cabo ahora, habrá que esperar que pase un tiempo. Historias así te requieren echar muchas horas en una sala, estudiando, preguntándonos cosas, no es ensayar y punto. Ojalá podamos recuperarlo, porque era una propuesta preciosa, la visión que tiene Ernesto es interesantísima y estaba reuniendo a un equipo muy apañado. Pero aparte de eso yo no me puedo quejar, tuve mucha suerte porque cuando acabó el confinamiento pude seguir trabajando y hacer la segunda temporada de El vecino. Es una comedia estupenda, muy bien escrita, y estoy deseando verla. Netflix no nos ha dicho aún cuándo se estrena. Y también suenan campanas para una segunda temporada de Kosta, una serie que me permitió colaborar con un equipo de Finlandia, algo que disfruté mucho, comparto su manera de trabajar. Me emociona haber construido un puente con ese país. Ojalá sigamos.
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