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Andrés Pérez Domínguez refleja en 'Los dioses cansados' el turbio clima moral de la crisis El autor presenta esta tarde su nueva obra, una "falsa novela policiaca" ambientada en Sevilla

Andrés Pérez Domínguez, en el Hotel Inglaterra con un ejemplar de 'Los dioses cansados'.
Braulio Ortiz Sevilla

30 de abril 2016 - 05:00

El inspector Nicolás Gallardo vuelve a Sevilla, su ciudad natal, después de unos años residiendo fuera, en Madrid y en Berlín. En su nuevo destino en la Brigada de Homicidios su jefa, también amiga, le pide que para que se vaya aclimatando a su puesto investigue un caso: el aparente suicidio de Leopoldo Barrena, un antiguo juez y ex consejero de la Junta, ya retirado, del que se rumoreaba que pensaba presentarse como candidato a las elecciones autonómicas. Lo que parece un caso sencillo -el lector ya intuye que no lo es: ha asistido antes, al comienzo de la narración, a un accidente de coche que más tarde se cruzará en la trama- se va complicando cada vez más. A partir de esta intriga, el sevillano Andrés Pérez Domínguez refleja el turbio clima moral de un tiempo. Los dioses cansados (Alianza), una novela que el autor presentará hoy a las 20:00 en la Pérgola de la Feria del Libro, ahonda desde la ficción en asuntos tan cercanos como la corrupción, la especulación inmobiliaria y la cultura del pelotazo.

"Como escritor", explica el autor de La clave Pinner y El silencio de tu nombre, "me interesaba tomarle el pulso a la actualidad. La crisis inmobliaria es algo que hemos vivido de cerca, que nos afecta a todos, sólo hay que darse una vuelta por el centro para comprobar cuántos locales se alquilan y se venden. Pero quería contarlo de una manera literaria y de una forma muy entretenida. Efectivamente, el protagonista es un inspector de homicidios inmerso en una investigación, pero eso es un pretexto del que me sirvo para contar cómo nos ha sacudido la crisis, para hacer mi fotografía del mundo", expone.

En este sentido, a Pérez Domínguez le agrada la definición que ha hecho su editora, Valeria Ciompi, de su libro, al que ha calificado de "falsa novela policiaca". "Me parece una descripción muy acertada", considera un escritor que nunca se ha querido ceñir a las limitaciones de los géneros. "Yo siempre digo que hay tres tipos de novelas: novelas buenas, novelas malas y novelas regulares. Todo lo que suponga hacer una clasificación por géneros corresponde más al mercado que a mí como autor. Esas etiquetas facilitan las cosas a una editorial, a un librero, al lector, no a mí, aunque yo en realidad no tenga ningún problema con ellas", admite el narrador, que cita a Patricia Highsmith como ejemplo de alguien que se rebeló contra las convenciones. "En su libro Suspense. Cómo se escribe una novela de misterio, ella se ríe de quienes opinan que una novela negra tiene que ser liviana. Defiende que también puede ser reflexiva, y yo opino lo mismo, que eso la enriquece".

Otro rasgo propio de la literatura de Pérez Domínguez consiste en buscar la profundidad psicológica de los personajes. Su inspector Gallardo arrastra algunos puntos oscuros -sus compañeros, de hecho, no guardan un buen recuerdo de él- mientras que un aparente canalla como Benito Ferreira, que actúa a espaldas de la ley, cobija en el fondo un corazón noble. "Es un extorsionador, un chantajista, un tipo que tiene que hacer el trabajo sucio de un hombre poderoso, pero luego es un buen padre, alguien que tiene sus principios", analiza el autor. Ferreira tal vez encarne cómo la crisis ha empujado a la gente a comportamientos reprobables. "La novela lleva una faja promocional que dice: La lealtad es una virtud que no pueden permitirse los hombres desesperados. Y eso ocurre hoy. Le ocurre a Ferreira, pero también a Gallardo, mi inspector: a veces para hacer lo que está bien hay que saltarse algunas normas".

Pérez Domínguez ha querido hacer verosímiles los pasajes ambientados en las dependencias de la Policía, y Los dioses cansados está trufada de detalles inesperados: el agente protagonista, por ejemplo, suele llevar su pistola en la mochila. "No era lo más rápido para un tiroteo inesperado, pero esa clase de situaciones se daban en las películas, no en la vida real", se dice en la novela. "Cuando uno escribe una historia cuyo protagonista es un inspector de homicidios -añade el autor- uno corre el peligro de descuidarse y dejarse llevar por lo que ha visto en las películas o leído en las novelas negras. Yo sentía que la mejor manera de contrarrestar esa tendencia inevitable era documentándome. Estuve en comisarías, vi cómo trabajababa la policía, y lo que hacen está lejos de los tópicos a los que estamos acostumbrados. La mayoría de los agentes que he conocido no han sacado la pistola en toda su carrera", revela.

Acostumbrado a ambientar sus ficciones en escenarios como Berlín, Nueva York o en el campo de exterminio de Mauthausen, Pérez Domínguez regresa esta vez a Sevilla -donde ubicaba también La clave Pinner-, lo que le permite algunas observaciones ciertamente jugosas sobre la urbe. Como cuando su protagonista observa las setas de la Encarnación: "Una ciudad no era moderna porque se levanten adefesios con aire futurista, sino por la mentalidad de quienes la habitaban. Y a Gallardo se le antojaba que, aunque alguna vez , en un futuro improbable, el paisaje de Sevilla semejase al de Blade Runner, en el fondo seguiría siendo igual de rancia". Pérez Domínguez se ha acercado a esa ciudad "contradictoria", que "se divide entre los que aman las tradiciones y quienes las detestan o les son indiferentes, aunque todo eso forma parte de su encanto", con el propósito de no caer en otro tópico en el que incurren algunos autores cuando plasman en sus páginas la capital andaluza, "esa manera en que marcan el modo de hablar de los personajes". Al escritor, según proclama, no le interesan tanto los localismos como un lenguaje universal: el de la emoción. "Un libro, para mí, tiene que estar bien escrito, ante todo; debe tener un listón moral desde el que reflexionar. Y además tiene que ser entretenido y emocionar, si no lo anterior no sirve de nada".

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