Pedagogía, catequesis y belleza
LES ARTS FLORISSANTS | CRÍTICA

La ficha
*****Programa: ‘Historia di Jephte’, de Antonio Draghi; ‘Jephte’, de Giacomo Carissimi; ‘Quarta toccata’, de Michelangelo Rossi. Intérpretes: Lucía Martín Cartón (soprano), Blandine de Sansal (mezzo), Mélodie Ruvio (alto), Edward Grint (barítono), Benoît Descamps (bajo), Elizabeth Kenny (tiorba), Sergio Bucheli (tiorba), Florian Carré (órgano y clave). Tenor y director: Paul Agnew. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Sábado, 15 de febrero. Aforo: Lleno.
Historia, magistra vitae. Muchos siglos atrás, la Iglesia introdujo la música y el teatro en los templos para atraer a los fieles y catequizarlos por vías no escritas. Así surgió en Roma el oratorio, el teatro musical religioso, sin que nadie se rasgara las vestiduras por ello en los tiempos de la Contrarreforma. Y en pleno siglo XXI, al menos en nuestra tierra, resulta muy complicado organizar conciertos en los templos por no se qué directriz pastoral y reparos de los párrocos que otras diócesis obvian abiertamente. Y así les va.
El espléndido grupo Les Arts Florissants, en un glorioso tanto anotado por Fernando Campomanes en el Espacio Turina, nos trajo dos oratorios basados en la historia de Jefté extraída del Libro de los Jueces. Más elaborado en lo teatral el de Draghi (1680), más conciso e intenso el de Carissimi (ca. 1648), pero ambos llenos de bellezas y de momentos conmovedores.
Agnew planteó unas versiones de gran concentración expresiva, con un perfecto continuo (excelentes los dos tiorbistas) y un empaste vocal lleno de colores y de brillo. Como tenor, Agnew sorprende por el color, el volumen y la ductilidad de su fraseo, algo que supo transmitir a los demás cantantes. Martín Cartón tuvo mayor protagonismo en la obra de Carissimi, volcando su bello timbre sobre una línea de canto delicada con la que firmó un lamento bellísimo. Espléndida Blandine de Sansal también en su lamento. Graves resonantes y articulados los de Benoît Descamps, fraseo y retórica en Edward Grint y voces dúctiles las de Ruvio y Giacone. ¡Ay!, ese coro final, deletreado nota a nota en infinitas gradaciones dinámicas y acentuado de manera cada vez más delicada en las sucesivas repeticiones de la palabra Lamentamini en una impresionante lección de retórica musical.
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