Flojo estiramiento de una buena película

Un fotograma de 'Strangers: Capítulo 1'.
Un fotograma de 'Strangers: Capítulo 1'. / D. S.

La ficha

** 'Strangers: Capítulo 1'. Terror. EE UU, 2024, 91 min. Dirección: Renny Harlin. Guion: Alan R. Cohen, Alan Freedland, Amber Loutfi. Música: Justin Caine Burnett. Fotografía: José David Montero. Intérpretes: Fray Gutierrez, Madelaine Petsch, Gabriel Basso, Rachel Shenton, Richard Brake, Ella Bruccoleri.

La discreta filmografía del director de origen finlandés afincado en Hollywood Renny Harlin tiene tres rasgos que la definen. Uno es su dedicación a prolongar franquicias: Pesadilla en Elm Street 4: el amo del sueño (1988), La jungla 2: alerta roja (1990), El exorcista: el comienzo (2004). Otra es su dedicación a películas de acción testosterónica que casi nunca pasan de la medianía: Máximo riesgo (1993) y Driven (2001) con Stallone -en la segunda haciendo pareja con Burt Reynolds-, Deep Blue Sea (1999) con Thomas Jane, 12 trampas (2009) con John Cena y por supuesto Hércules: el origen de la leyenda (2014) con Kellan Lutz. El tercer rasgo, o más bien punto negro, es haber dirigido uno de los grandes fracasos de una cara superproducción: La isla de las cabezas cortadas (1995). Entre unas y otras ha hecho con idéntica discreta o mala fortuna algunas incursiones en el terror y la fantasía: Memoria letal (1996), Cazadores de mentes (2004) o La alianza del mal (2006). Valga su trayectoria para presentar esta primera entrega de una trilogía con la que retoma su dedicación a prolongar franquicias.

El original estirado es en este caso la película de terror Los extraños (Bryan Bertino, 2008) en la que una pareja era atacada en su aislada casa por tres enmascarados. Tuvo una secuela menos interesante en 2018 escrita por Bertino y dirigida por Johannes Roberts: Los extraños: cacería nocturna. La película original era una apuesta interesante para quien sienta interés por las historias de asalto doméstico, torturas y terror rural en las que unos indefensos inocentes se convierten en juguetes de sádicos que actúan sin más motivación que su enfermo placer.

En esta primera entrega de la trilogía ya rodada, Harlin comete los errores de inventar razones (la América profunda), de recurrir a un terror de chimpúm visual y sonoro, y de recalentar malamente situaciones de la primera entrega. Con aquella película, el debutante Bertino logró mucho con pocos recursos, abriéndose un hueco en el saturado universo del cine de terror. Con esta, el veterano Hardin logra poco con mucho (muchos efectos de sobresalto barato, muchos personajes, muchas explicaciones). Pero solo logra poco -hay que precisar- en lo que se refiere a originalidad o creatividad, no a la taquilla, donde ha logrado un éxito que garantiza el estreno de las otras dos entregas.

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