El flamenco en el Camino

El cantaor Curro Albaicín publica la segunda entrega de su trilogía sobre los cantes, los bailes y las gentes flamencas del barrio del Sacromonte granadino

Juan Vergillos

01 de mayo 2011 - 05:00

Zambras de Granada. Curro Albaicín. Editorial Almuzara. Córdoba. 299 páginas.

Hablar de flamenco en Granada es hablar de La Zambra. Del Camino y del Cerro. Y hablar de la zambra es hacerlo de músicas y bailes tradicionales de los que, habitualmente, y Curro Albaicín no es una excepción, se hace remontar su origen a la época árabe. La tesis de este libro, muy extendida en ciertos ámbitos jondos, es que los moriscos se aliaron con los gitanos y con ello consiguieron escapar del expulsión y conservar sus tradiciones, incluyendo las musicales y coreográficas. Quizá la cosa no sea para tanto, quizá tenga que ver más con el gusto por lo exótico que a mediados del siglo XIX hizo que surgieran fenómenos culturales tan complejos como el flamenco. Desde luego que en el siglo XVI se usa la palabra zambra. Otra cosa es que tenga algo que ver con el baile y el cante de la Granada decimonónica. Albaicín sigue la pista a la palabra y al fenómeno musical granadino a lo largo de la literatura de los siglos XVI al XX para pasar luego a la consideración del repertorio de las zambras y sus principales intérpretes históricos y actuales.

José Luis Navarro ha señalado que los gitanos del Sacromonte, el popular barrio granadino, "fueron los primeros, desde no sabemos exactamente cuándo, en comercializar sus cantes y sus bailes". De nuevo encontramos las primeras noticias del flamenco, o del preflamenco, nebulosamente asociadas a cantos y bailes folclóricos más o menos estilizados para la escena o, como en este caso, para el turista inquieto. Son los viajeros románticos los que aportan las primeras noticias de la zambra. Muchos son los testimonios que dan noticia de los cantos y los bailes del Sacromonte: Jouvin, Piaron, Estébanez Calderón, Inglis, Gautier, D'Amicis, Botkine, Davillier, Lundgren, etcétera. De todos ellos da cuenta esta obra de Albaicín, como antes lo hiciera Navarro García en Cantes y bailes de Granada o Molina Fajardo en sus obras dedicadas al flamenco granadino. Los viajeros románticos testimonian que la gitanería sacromontina vende su canto y su baile a los forasteros curiosos organizando fiestas remuneradas a domicilio. Se trata de las zambras primitivas, que retoman una tradición de baile y de cante que, supuestamente, viene de la zambra morisca. Las más populares agrupaciones de este tipo, desde finales del siglo XIX, según nos señala Albaicín siguiendo a los autores anteriores mencionados, son la del Cujón, la de los Amaya, la Golondrina o la Canastera. Por ellas pasarán todos los intérpretes granadinos de mayor o menor importancia, tanto en el baile, como en el cante y la guitarra.

Estos son, como señala Albaicín, los estilos característicos de la zambra granadina, todos ellos asociados a rituales nupciales: la cachucha, baile que, según Albaicín, nada tiene que ver con el que popularizaran Fanny Elssler o Dolores Serral. La alboreá, cuyas letras, algunas de las cuales transcribe Albaicín, glosan la boda tradicional y la virginidad de la novia. En la zambra la canta y la baila un coro femenino, compuesto por seis mujeres según este autor. Se acompaña de crótalos, palillos, guitarras y bandurrias lo que certifica su origen folclórico, aunque Albaicín dice que se trata de "instrumentos andalusíes". La mosca es un baile asociado a la alboreá, siendo el fin de fiesta de ésta, en que se pasa de lo solemne a lo picaresco. Otros bailes asociados a la zambra, según Albaicín, son los tangos, los fandangos del Albaicín, la zambra árabe, el petaco y las manchegas. La nómina de artistas, con inclusión de una reseña biográfica de cada uno de ellos, que completa este libro incluye, a intérpretes tan importante en la historia del flamenco, todos ellos iniciados en las cuevas del Sacromonte, como Mario Maya o Juan Habichuela, por hablar de dos intérpretes de géneros tan distintos, hasta músicos y bailaores anónimos, auténticos jornaleros de la zambra granadina. Es quizá esta nómina lo más novedoso y valioso del libro de Albaicín. En realidad se trata de un repaso a toda la historia, grande y pequeña, del flamenco granadino.

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