Fidelidad al legado de los 70

Vino el cantaor jerezano a Sevilla a presentar Lealtad, un disco que, por lo que vimos en los Jardines del Alcázar, es una declaración de intenciones que sitúa al cantaor en el flamenco clásico, sea esto lo que sea.

Un flamenco clásico entendido como se hacía en los años 70 del siglo XX de aquella generación que llamamos las voces de trueno. El Berenjeno tiene un poderío vocal que le permite tener estos referentes.

Por eso, al final del recital, en las bulerías, vino por el aire esa copla que reza “tengo una novia morena que se llama Andalucía” que popularizó uno de los grandes de esa generación, Pansequito. Como este referente, El Berenjeno es un gran dominador de los estilos festeros siendo su cante por alegrías lo que más me gustó de la noche, con ese guiño al Flecha de Cádiz incluido.

El Berenjeno domina el ritmo pero sin aspavientos, sin exceso de trabalenguas o contratiempos, sin innecesarias exhibiciones de facultades. La técnica al servicio del cante, y no al revés.

Viniendo de donde viene, no faltó en su recital la seguiriya corta jerezana ni tampoco la soleá, donde engarzó varias letras de tema materno.

Por taranto hizo tres letras, incluyendo la cartagenera del Rojo que cerró la serie, broncas, directas, viscerales. Una forma de hacer los cantes mineros que, desde Manuel Torre, se hizo cada vez de forma más áspera. No faltó en el Alcázar el guiño caracolero con el que abrió el recital ni faltaron tampoco los fandangos del bis. Una forma de entender el flamenco que refresca, en una voz juvenil y pujante, un legado que, en ocasiones, no resiste la prueba de lo políticamente correcto actual en sus letras. Lo digo por si es usted escrupuloso.