Una mala semana para la cultura (tal como la conocíamos)
Arte
La Junta baraja trasladar los fondos del CAAC a las Atarazanas y el Ayuntamiento de Sevilla aplaza su Festival de Cine a 2024. ¿Qué está pasando?
Las Atarazanas acogerán el gran museo de arte contemporáneo
El alcalde cree que Muñoz estaba "dejando morir" el Festival
Son malos tiempos para la cultura, o eso revela el hecho de que en apenas una semana dos referentes como el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) y el Festival de Sevilla se hayan visto amenazados por inesperadas decisiones políticas.
Un artículo publicado en este periódico desvelaba hace unos días un cambio de enfoque en el uso que la Consejería de Cultura quería dar a las Atarazanas: abandonada la idea de un espacio que recordara la vinculación de Sevilla con América, los antiguos astilleros podrían convertirse en un escaparate para la creación actual. "El CAAC", se decía en el reportaje, "no tendrá sentido cuando las Atarazanas acojan el gran museo de esta disciplina".
Poco después saltaba otra alarma: el festival de cine cancelaba su edición de 2023 y se pasaba del otoño a la primavera de 2024. La delegada de Cultura, Minerva Salas, explicaba que la coincidencia con la celebración de los Grammy Latino hacían "incompatible" la convocatoria del certamen cinematográfico en noviembre. Algunas voces veían en esta medida –y en la excusa un tanto endeble esgrimida para el aplazamiento– una muestra del desinterés del nuevo Consistorio por el SEFF, un proyecto especialmente querido por el anterior alcalde, Antonio Muñoz, cuyo equipo había elegido semanas antes de las elecciones municipales a su nuevo director, Tito Rodríguez.
Ambas noticias causaban perplejidad entre los aficionados: en el horizonte asomaba el probable desmantelamiento de dos propuestas asentadas que habían brindado, a lo largo de las décadas, múltiples momentos de felicidad a visitantes y espectadores. Alguien lo apuntaba en las redes sociales: la cultura de la ciudad –de la comunidad autónoma– no se entendería sin estos dos pilares.
La nueva apuesta de la Junta para las Atarazanas fue acogida con desconfianza por el sector artístico. "Lo que pegaba era algo parecido al museo Vasa de Estocolmo, en el que se puede visitar un buque monumental. Aquí habría sido estupendo mostrar una de las embarcaciones que fueron a América. Pero este giro de guión es un disparate", asegura uno de los especialistas consultados.
Parece haber consenso entre los profesionales, críticos, galeristas y creadores con los que ha contactado Diario de Sevilla: "El CAAC es una institución consolidada, con más de 30 años de historia, no puedes hacerlo desaparecer. Es el museo de arte contemporáneo más importante del sur de España y ha formado una colección importantísima", señalaba ayer un galerista a este periódico.
Hay quien ve en este proyecto un brindis al sol que no se materializará, como tantas otras ideas que desbordaban ambición y se quedaron en el camino. "Las Atarazanas no están pensadas para un centro de arte contemporáneo. Pueden ser un complemento, pero no pueden sustituir al CAAC", argumenta un artista que considera el Monasterio de la Cartuja "uno de los espacios más impresionantes donde puede estar tu obra".
"Acabar con una institución para crear otra, ¿qué sentido tiene? ¿Sólo porque el otro edificio está en el centro?", prosigue este creador, que duda que las Atarazanas tengan capacidad para ser una alternativa seria al CAAC. "Es imposible que ofrezcan las mismas salas", dice. Más cuando la rehabilitación y adecuación del Pabellón del Siglo XV, que está en marcha, ampliará el espacio para exposiciones y el almacén de obras.
La conversión de las Atarazanas en un museo de arte contemporáneo despierta otras incógnitas que la Junta tendrá que afrontar si sigue adelante con el proyecto. ¿Dónde se custodiará la colección permanente que ha atesorado el CAAC en este tiempo, unos fondos a los que se han incorporado últimamente los legados de creadores de la talla de Guillermo Pérez Villalta, Soledad Sevilla o Carmen Laffón, y galeristas como Juana de Aizpuru y Pepe Cobo?
El aplazamiento del Festival de Sevilla también causó indignación entre los asiduos a la cita, un malestar que se manifestó en las redes sociales y que expresaron también distribuidores, programadores y una extensa representación de profesionales del cine. Pese a que el alcalde José Luis Sanz aseguró este jueves que a la iniciativa le "hacía falta un salto de calidad", el recuerdo de la edición anterior no parecía dar señales de declive, con Virginie Efira, una de las actrices del momento, inaugurando la cita y la presentación al público hispalense de algunos de los largometrajes más sonados de la temporada, como Aftersun, de Charlotte Wells, o Saint Omer, de Alice Diop.
Una de las quejas que se le ha hecho en estos días al Ayuntamiento de Sevilla ante su preferencia por los Grammy Latino era la apuesta por proyectos promovidos "por grandes marcas internacionales en detrimento de los recursos culturales que la misma ciudad es capaz de generar", por "referentes de enorme tirón mediático pero nula capacidad de arraigo", tal como apuntaba el periodista Pablo Bujalance.
Ayer, una campaña iniciada en Change.org, Salvemos al Festival de Cine Europeo de Sevilla, recordaba que el encuentro "es el festival nacional de cine mejor valorado por el ICAA (Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales), por encima incluso del de San Sebastián, con 87.52 puntos sobre cien. También lo fue en 2019, 2020, 2021 y 2022. Y, sin embargo, solo dos semanas después de la revalidación de este título, se ha hecho pública la cancelación de su edición anual", lamentan los promotores de esta recolección de firmas, que responden al nombre de Jóvenes Programadores (SEFF).
"La falta de certezas en el –llamado por ellos– aplazamiento del festival, pero cancelación al uso, apuntan a un volantazo en toda regla y una falta de criterio y conocimiento total del propio festival y de la industria por parte del Ayuntamiento", concluyen.
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