El corazón de México baila flamenco
Flamenco
Ana Morales, El Carpeta, Eduardo Guerrero y María Moreno son algunos de los artistas que participan en el Festival Ibérica Contemporánea 2019 en Santiago de Querétaro
Santiago de Querétaro (México)/Y en plena batalla, un eclipse oscureció el cielo y de un cegador resplandor se apareció el Apóstol Santiago. Aquel 25 de julio de 1531 (fecha que aún trae de cabeza a los historiadores), los chichimecas se dieron por vencidos y sucumbieron al evangelizado indio otomí Conín, mercader aliado de los conquistadores españoles y fundador de Querétaro. De eso hace casi 500 años y, por estas fechas, como en Triana, la ciudad se prepara para sus fiestas mayores. Sin embargo, no es lo único que hermana a la hermosa ciudad mexicana con el arrabal sevillano. También está el flamenco. Y su latido lo inunda todo.
El Festival de Danza Ibérica Contemporánea ha conseguido, a lo largo de sus siete ediciones bienales, impregnar intensamente la vida queretana. Mira, en el porche colonial del Gran Hotel está Manuel Fernández Montoya El Carpeta, el menor de los Farruco. Y por allá va Ana Morales camino de las aulas de la escuela de la Fundación Proart, impulsora de esta cita escénica que se ha consolidado como "el más importante festival flamenco de Latinoamérica". Así lo han asumido las autoridades locales. Y así lo defiende su directora, Adriana Covarrubias. Aunque ella prefiere dar más importancia al "ambiente de hermandad que hay entre los artistas".
Aquí pasan dos intensas semanas juntos todos los flamencos en cartel, conviviendo además con intérpretes de otras disciplinas como el clásico español y el contemporáneo. Comparten aulas, comparten alumnos, comparten hotel, comparten escenario, comparten afición, comparten público, comparten paseos, comparten enchiladas, comparten arte... comparten una vivencia única. Todo eso que difícilmente pasaría en Sevilla, sí que sucede en este histórico enclave mexicano en mitad del Camino Real de Tierra Adentro, la preciada ruta de la plata entre la capital y Santa Fe, que atravesaba codiciados yacimientos mineros como el de Zacatecas. De ahí su arquitectónico esplendor de cantería rosada.
El festival, que este año supera los 18.000 espectadores, ha compuesto una inédita pócima para, a un tiempo, honrar y revitalizar lo jondo, con un concepto multidisciplinar y universalista. Por un lado está la formación, con un programa de cursos que atrae a más de 400 alumnos de todo el país, pero también de Estados Unidos, Canadá, Brasil... y China. Por otro lado, están los espectáculos, con una oferta que intercala obras de bailaores emergentes como Una mirada lenta de Ana Morales, Faro de Eduardo Guerrero o Silencios de Rafael Estévez y Valeriano Paños; con galas multiestelares en las que comparten cartel flamencos como los sevillanos El Carpeta, Nazaret Reyes y José Galán, o la gaditana María Moreno, con bailarines de español de la Compañía Ibérica de Danza y del Taller Coreográfico Larreal del Conservatorio Mariemma.
Ni deja de lado a los jóvenes mexicanos que ya irrumpen en el panorama flamenco, como Karen Lugo, Triana Maciel o Marien Luévano, dedicándoles la gala México Flamenco. Y hasta hace guiños a la faceta instrumental del género, con propuestas como la del flautista cordobés Sergio de Lope, y la marcada presencia en todas las actividades de cantaores como Antonio Campos, Jesús Corbacho, Matías López El Maty y Samara Montañez, y guitarristas como Óscar Lago, José Luis Medina o Javier Ibáñez, entre otros.
Tampoco olvida la maestría de figuras veteranas como la gaditana Maribel Gallardo, el cordobés Cristóbal Reyes o Javier Latorre, en paralelo a los homenajes a referentes como La Chana. La ChanaY no son meras menciones. El pasado domingo, cuando las calles rebosaban de familias y vendedores callejeros de colorida artesanía indígena, el festival montó un cine de verano en mitad del Andador 5 de Mayo –el equivalente a nuestra Calle Sierpes– para proyectar el documental La Chana de Lucía Stojevic. Y el aforo se desbordó. También sucedió un ratito antes en el cercano pueblo de La Cañada donde, ante la fachada de la Iglesia Chiquita, el primer templo católico fundado en Querétaro allá por 1529, los vecinos pudieron disfrutar gratuitamente del Fígaro de Ibérica.
Esta conciencia integradora es, quizás, el rasgo más llamativo de la cita flamenca mexicana, que se celebra entre el 6 y el 20 de julio. Aunque el epicentro es el Teatro Metropolitano, con sus 1.300 butacas siempre llenas, el lema Siente Ibérica salpica todos los rincones de esta ciudad que, en 1997, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Joyas del barroco novohispano como el convento de San Francisco, actual Museo Regional; el de Santa Cruz, que el pasado año cedió parte de sus edificaciones al nuevo Museo de Arte Contemporáneo; o la espléndida Hacienda Viborillas, datada en 1710, del municipio de Colón, se han transformado en escenarios para el baile, el toque y el cante. Lo mismo que ha sucedido con espacios públicos como el Jardín Guerrero, donde el bailaor sevillano Juan Paredes impartió su ya tradicional clase pública congregando, tras el pasacalles a compás, a centenares de adultos y niños atraídos por el título Flamenco para todos.
Todos esos puntos geográficos quedan, durante las dos semanas que dura el festival, decorados con banderolas y postes con los rostros y nombres de los artistas, enmarcados en la potente imagen gráfica de esta edición, que ha creado el muralista Andrey Sánchez jugando con referentes culturales de España y México, y destacando "el simbolismo de la silueta del corazón". Un motivo que dio pie, a modo de preámbulo, a la serie de intervenciones Corazones Ibéricos en la que más de 25 artistas plásticos reinterpretaron los corazones esculpidos de todos los bailaores del festival. El corazón de Ana Morales, el corazón de El Carpeta, el corazón de Eduardo Guerrero... están latiendo con fuerza en México.
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