"Nos creemos modernos, pero seguimos siendo esclavos de las convenciones"
Fernando Repiso. Escritor
El autor publica 'Las agujas de la noche' (Planeta), un intenso 'thriller' ambientado en el "submundo gay más canalla" donde reflexiona sobre el peaje que pagan los que buscan ser libres
Tras entregarse a "una odisea etílica, química y sexual", el inspector Iván de Pablos piensa que no hay "nada más triste que una noche de domingo después de un fin de semana de fiesta: los caballos desbocados y los fuegos artificiales del día anterior habían mutado en pesadumbre y cristales en las sienes". Aún le espera, no obstante, un episodio que cerrará la jornada de forma sombría y acrecentará su malestar: en la sauna masculina Blacksun, un local que el policía frecuenta, en la cabina VIP Stendhal, han descubierto el cadáver de Ale, un joven que parece haber muerto de un infarto según apunta el diagnóstico del forense. Pero De Pablos ya barrunta, el rostro extrañamente sereno del muchacho se lo sugiere, también lo indican otros detalles de la escena del crimen, que algo no cuadra, y el agente tendrá que completar el rompecabezas consciente de que maneja material ciertamente inflamable. "Sentía que, si lograba colocar todas aquellas baldosas sueltas en el lugar que les correspondía y llegar así al final del camino, se arrepentiría de por vida de lo que allí pudiera encontrar".
Tras debutar como novelista con la amable 6 mujeres 6, una desenfadada y luminosa disección de la institución familiar, Fernando Repiso (Sevilla, 1971) cruza al otro lado de la naturaleza humana, al margen de las sombras y la oscuridad, con Las agujas de la noche (Planeta), un vigoroso thriller ambientado en "el submundo gay más canalla, en las noches de droga y sexo", explica el autor sobre un escenario que le interesó "como un reverso tenebroso ante el que todos nos podemos sentir atraídos en un momento dado, por lo que tiene de placentero, aunque conlleve unos peligros que hay que tener en cuenta. Unos amigos me hablaron de una fiesta así y, como narrador, tuve claro que era una premisa llamativa, que sería interesante escribir desde ahí", dice el autor.
Los días en que la obra llegaba a las librerías, Repiso, todavía inseguro con el cambio de registro que había llevado a cabo, advertía en las redes a amigos y lectores de que Las agujas de la noche no guardaba muchas similitudes con 6 mujeres 6. "Ésta es más dura, incluye un par de escenas escabrosas que pueden herir sensibilidades. Y yo lo avisaba, que no quiero asustar a nadie", recuerda un autor decidido a reinventarse en cada narración. "Ahora estoy con la tercera novela, una historia de amor escrita en primera persona, y en el tono no tiene nada que ver con lo anterior, aunque el texto ya me está pidiendo un muerto, algo que sí asoma por los otros libros y que parece que me encanta", confiesa entre risas.
Si Repiso se preguntaba cómo acogerían su apuesta por una novela "negra, negrísima" era también por las "aristas" con las que ha perfilado a su Iván de Pablos, un inspector que ha encontrado en el sexo, las drogas y el alcohol un alivio a su desencanto, que no parece casarse con nadie aunque paradójicamente su ex mujer sea su única amiga. "Iván anda por el abismo, pero, cuidado, es feliz", opina sobre un protagonista que se le rebeló durante la escritura. "Yo siempre elaboro la biografía de cada personaje, lo tengo todo detallado para saber cómo habla, cómo se viste, qué piensa y cómo se desenvuelve... Pero esta vez sentía que había cosas de él que no controlaba. Es tan cabrón por momentos, tan desastrado... que a veces me provocaba la tentación de castigarlo. Pensaba: ha hecho esto mal, en el siguiente capítulo lo pagará de algún modo. Pero no lo hacía, porque no quería juzgarlo. Lo que me interesaba de él es que tiene su propia moral, su código de honor, él pese a todo también traza una línea en la que dice por aquí no entro", analiza Repiso.
A través de sus criaturas, de Iván y la galería de personajes que pululan por la sauna, el autor quería hablar de cómo la sociedad señala a quien quiere ser libre, cómo quien no responde a los patrones de conducta habituales recibe la incomprensión y el recelo de su entorno. "Somos, o nos creemos, muy modernos, estamos en el primer mundo, tenemos unas leyes estupendas que nos conceden derechos... pero seguimos siendo esclavos de las convenciones, cancelamos de inmediato a quien saque los pies del plato", considera. "Yo confieso que estoy un poco cansado del estereotipo que se está imponiendo desde la corrección política de los chicos gays casados y con su perrito. Yo quería mostrar otras realidades, que hay relaciones abiertas y felices o que hay gente que no necesita una pareja".
Como ocurre con toda buena novela negra, Repiso ha buscado que "más allá de la trama detectivesca" su libro hable del mundo. Su ficción describe, a través de la familia de Ale, la primera víctima, que "una gran ciudad, sus barrios más cool, son una burbuja, y no hay que irse muy lejos para encontrarte a un padre que no acepta la homosexualidad de su hijo, que jamás reconocerá que éste tiene un marido". Las agujas de la noche aborda también cómo "cada vez hay más drogas de diseño, y menos información", denuncia Repiso, que expone en su libro cómo la combinación de viagra y póper puede causar un infarto y pese a ello "no son pocos" los que hacen esa mezcla. "Estuve a punto de titular el libro Azules y póper, pero no lo iba a entender mucha gente. El archivo en el que escribía se llamaba inicialmente Eros y Tánatos, porque alude a la creación y a la destrucción, a todo aquello que habita en nosotros".
La ambientación podía haber dado pie a descripciones morbosas, pero Repiso narra con elegancia y pudor, tal vez porque como su protagonista no se posiciona del lado de los fisgones. "Si había una cosa en la vida que a Iván le daba un asco infinito era aquello. Lo había presenciado en multitud de ocasiones: vecinos arremolinados en torno a un individuo precipitado desde la azotea de un bloque de pisos. Conductores sin prisa ante un atropellado en un paso de cebra. Transeúntes asomados a la puerta de un banco recién atracado, con la alarma todavía sonando", se dice en el libro. "Es que a mí me marcó la novela negra clásica, Raymond Chandler y Agatha Christie, y sé que no hace falta un despliegue de sangre, que lo importante es la historia", argumenta el escritor. "Por ejemplo, hay momentos en la trama en que podía haber contado más, descrito cosas que yo sabía, pero creo que si no lo verbalizas, si lo dejas en manos de la imaginación de los lectores, el impacto puede ser mayor".
En Las agujas de la noche, Repiso incide en una de sus preocupaciones como narrador, el manejo del tiempo. "En 6 mujeres 6 titulaba cada capítulo con la hora del día que era. Es un detalle al que presto atención, que el relato tenga su tempo, su ritmo, que no aburra". Otro rasgo que le interesa es el humor: aquí está presente en la "intendencia doméstica, con un personaje que está de fiesta o trabajando y no tiene tiempo para comprar detergente y poner lavadoras. Echaba de menos que en las novelas negras se hablase de esas cuestiones. ¿Cómo se las avía en su casa un policía si anda entregado a un caso? Esos pasajes me ayudaban a relajar la tensión, a poner un punto cómico en tanta intensidad".
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