La feria en tiempos de crisis
En tiempos de crisis se vacían los armarios y se lleva el contenido a las galerías: valores seguros que así se ofrecen al público. De eso se beneficia el visitante-aficionado. Puede encontrar, en la galería Carles Taché, casi una retrospectiva de Campano: lienzos que son hitos de su trabajo a lo largo de 13 años. A esto se unen las propuestas de galerías que cultivan a los clásicos de la modernidad. Quizá la mejor organizada sea la de Leandro Navarro, con pequeñas y delicadas piezas de Gargallo, un grupo de obras, entre pintura y escultura, de Manuel Rivera, y un excelente cuadro blanco de Gerardo Rueda. Hay que citar igualmente la galería Guillermo de Osma: junto a un precioso Albers, ajeno a su célebre experimentación con el cuadrado, puede verse un recinto dedicado por completo a Torres García y una pared que parece vibrar con las geometrías de Sandro Paternosto.
Puede haber quien concluya de todo esto el conservadurismo de ARCO. No se equivoca quien piense así pero ¿cabría esperar otra cosa? Es cierto que en 2011 el mercado internacional del arte ascendió vertiginosamente, superando los precios a los del 2010 en más de un 500% (aunque las cotizaciones distan aún del nivel alcanzado en 2006). Pero la subida es ajena a nuestro país. Aquí el coleccionismo lo hacen sobre todo las instituciones y son éstas las que sufren las mayores restricciones. No faltan compradores foráneos pero la retracción institucional empuja la oferta de valores seguros y la tónica conservadora de la feria.
No sé si también se relaciona con la crisis la abundancia de obras geométricas en la actual edición de ARCO. Hay autores clásicos: piezas de Jesús Rafael Soto, un admirable Max Bill (Dan Gallery), ensayos de línea y color de Lothar Quinte (galería Heinz Holtman), pero también destacan los nuevos trabajos de Francisco Olivares Díaz, FOD, en la galería murciana T-20. Entre la oferta holandesa, el país invitado este año, la propuesta de Zingerpresents se compone de grandes y frías formas geométricas. Son réplicas de obras de autores holandeses fechadas en los años en que la selección de fútbol de aquel país llegó a la final de un campeonato sin lograr ganarlo. Con esto, la galería quiere mostrar su alarma por los recortes que en cultura ha impuesto el gobierno de aquel país. Una carpeta con estos trabajos-protesta lo donará la galería a diversas instituciones culturales de aquel país.
Zingerpresents no combate en solitario. En la galería Mirta Demare, sección Solo Projects, Alicia Herrero ironiza sobre el mercado del arte y junto a réplicas de carteles de subastas, propone un canon que relaciona superficie y precio de ciertas obras, deformándolas, al alargar aquella superficie en función del valor de cada centímetro lineal. Del mercado, pero del otro, el del trabajo, habla Thomas Locher (galería George Kargl), llevando al lienzo, en ordenado graffiti, un texto de Marx que habla precisamente de la reducción del trabajo humano a mercancía. En el caso de este país nuestro, habría que añadir a esa reducción la de los derechos de los trabajadores, como sugiere Jesús Palomino (galería Rafael Ortiz) con una chapa para hacer pintadas a la vieja usanza con un rotundo Stop war on workers que el mismo autor completa con otro eslogan más sutil: Guerra Invisible. Los tiempos, dominados por la insaciable ansia de los mercados financieros, exigen reflexiones como éstas, sea con la ironía del España va bien de Antoni Muntadas (las palabras aparecen sobre un casi desierto) o la que dedica Rogelio López Cuenca al buen hacer de los banqueros, mientras que García Andújar, en la misma galería, Palma Dotze, pide Democratizar la democracia. En análoga dirección, el grupo Democracia evoca en un vídeo, Ser y Durar, a los luchadores por la libertad en este país, y Fernando Sánchez Castillo (galería holandesa Tegen Bosch Van Vreden), construye en madera y papel-aluminio una replica del Azor, el yate del general Franco. El artista lo había comprado y reducido a grandes cubos metálicos con una prensas de vertedero.
No es posible terminar estas notas sin mencionar hallazgos en la feria. El más afortunado, quizá, en Altxerri: la severa armonía de Elena Asins se enfrenta a unos breves trabajos de Teixidor donde la exacta geometría dialoga con la riqueza de la materia. Soledad Sevilla vuelve a mostrar sus tratos con la luz en un cuadro que, silencioso, cuelga en el exterior de la galería Soledad Lorenzo. Con parecida falta de retórica hablan las manos de Esther Ferrer y el homenaje a las luchadoras antifascistas de Sanja Ivekovic (Espaivisor). Más agitada, pero por una envidiable fantasía, los trabajos de una joven francesa, Françoise Vanneraud: justifica de sobra la visita a la galería Raquel Ponce.
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