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Algunas claves del SEFF 2024
Fahmi Alqhai | Director del Festival de Música Antigua de Sevilla
Sevilla/La edición del año pasado, ya para siempre en el limbo de lo que pudo haber sido y no fue, le sigue escociendo porque la programación era "un pelotazo". Este año ha habido menos margen de maniobra, pero aun así, dice Fahmi Alqhai, la propuesta del Femás 2021 es "muy potente". Veteranísimo ya en estas lides pese a sus 44 años, el violagambista sevillano, referencia ineludible de la música antigua en España y desde hace muchos años habitual en los mejores escenarios europeos, reconoce que lleva días con "bocados en el estómago". El festival comienza hoy con un "pequeño milagro": la colaboración de Vox Luminis y el consort de la Orquesta Barroca de Friburgo, en la que será la primera comparecencia en la cita de las dos prestigiosísimas formaciones.
–"Omnia Vincit Musica". La música todo lo vence, es el lema de esta edición. ¿Es también una forma de darse ánimos? Porque vaya mesecitos...
–Evidentemente hemos tenido un año durísimo, se han perdido orquestas, ciclos, festivales... que ya veremos si se recuperan. La música implica una vocación muy grande, esto no es como una empresa, que cuando los números ya no son positivos se chapa y a otra cosa. Aquí hay algo muy profundo, muy espiritual, y no suelo hablar así, pero es que es real. Los artistas estamos acostumbrados a que desde el primer momento la vida entera sea una crisis, o una superación de crisis. Y en un año tan duro y oscuro, la música ha sido un pilar emocional, un gran apoyo para muchísima gente.
–¿Ha temido en algún momento por la celebración de esta edición después del trago de 2020?
–Que el festival hubiese tenido dos años de apagón habría sido gravísimo. Por eso se ha hecho todo el esfuerzo posible para hacerlo. En este momento lo más importante es que las cosas pasen; pueden salir mejor o peor, ahora mismo no hay ningún festival, ningún ciclo, ninguna programación que se esté desarrollando en un estado ideal, pero lo importante es que siga, porque así se refuerzan los proyectos. Y ofrecen algo necesario a los aficionados. No es lo mismo ver un streaming en pijama en tu casa que ponerte guapo, o guapa, tomarte un vinito y meterte en un sitio a escuchar un buen concierto.
–Algunos eventos que se han celebrado estos últimos meses han quedado desdibujados, un tanto etéreos, ¿cómo lograr que el Femás 2021 sea percibido por el público como un festival de todas todas?
–[Resopla] Es que yo creo que eso no se puede hacer. Ahora no, no es posible. Hay que se conscientes de la situación que vivimos. Por ejemplo, el Femás tiene en condiciones normales muchas actividades paralelas, exposiciones, charlas, este año se habían planteado masterclasses, y nada de eso se puede hacer, al igual que el ciclo de conferencias, que estaba cuajando y dando mucho contenido al festival. Es que no estamos en una situación normal. No es normal que vayas a las cuatro de la tarde a ver un concierto. Lo normal es lo que teníamos antes, que me imagino que volverá, aunque no sepamos cuándo. Pero insisto: aun así es necesario que se mantengan estas iniciativas. Porque el sustento de la cultura es siempre muy frágil, gran parte del sistema no acaba de creer en la cultura y si desaparece una programación, eso cómo se remonta. Ya hemos visto desaparecer festivales de la noche a la mañana, para siempre. De modo que ahora mismo hay que estar. Como sea.
–Ya se ha dado buena cuenta en este diario de la programación, pero aun así me gustaría que comentase las claves de esta edición...
–Ha sido muy complicado levantar una programación como a mí me gusta tenerla, con su lógica interna. Se ha hecho lo que se ha podido y creo que la programación es realmente muy buena. Pero hay que considerar que tenemos la hipoteca de una edición caída, y nosotros tenemos y debemos tener un compromiso con los músicos, se ha manoseado mucho el lema, pero nosotros tampoco queremos dejar a nadie atrás. Muchos grupos han tenido gastos por los que no han sido compensados y en esta situación hay que ser honestos y recuperar programación. No se puede ocultar, ni hay por qué: eso ha marcado mucho esta edición. Dicho lo cual, estoy sinceramente contento. Es una programación muy potente, con una notable presencia internacional, y además se ha hecho un trabajo importante para que los grupos españoles tengan más cancha de lo habitual.
–Ya sé que me va a decir que todos son fantásticos, y me lo creo, pero ¿qué conciertos no debería perderse el público?
–Es que es verdad, cuando hago la programación no siento que haya rellenos, todos son como mis bebés, los quiero por igual [risas]. Tener en la inauguración a Vox Luminis con el consort de la Orquesta Barroca de Friburgo es muy importante, un pequeño milagro, y además traen un programa maravilloso. Café Zimmermann de algún modo centrará el festival con la integral de los Conciertos de Brandeburgo. La tercera gran cita podría decirse que es la de Fabio Biondi y su Europa Galante. Ahora bien, conciertos de formato más pequeño pero igualmente especiales hay muchísimos. Desde la integral de suites para violonchelo solo Bach por parte de Nicolas Altstaedt, que es un lujazo, a Juan Pérez Floristán, que el año pasado no pudo explayarse como estaba previsto, pero ofrecerá ahora un recital que mantiene la esencia de lo que él quería hacer en 2020, pasando por Enrike Solinís, Dorothee Oberlinger, la Orquesta Barroca de Sevilla con Sergio Azzolini o el concierto que ofrecerán el Domingo de Resurrección Ottava Rima y Ministriles Hispalensis con un supergrande entre los directores corales como es Marco Mencoboni.
–¿Cómo ha vivido la gestión del cataclismo en lo que respecta a la cultura?
–En Francia tomaron la decisión de salvar su tejido cultural a base de ayudas directas. Y en Alemania, si no recuerdo mal, pagaron el 80% del caché de todas las actuaciones contratadas. Desde el punto de vista económico, me parece genial. Pero aparte de que España no tiene músculo financiero para ese tipo de remedios, a nivel emocional, o directamente de salud mental, me parece más equilibrado lo que se ha hecho aquí. Además, llevamos muchos meses con los teatros abiertos o semiabiertos y sabemos con certeza que no han sido vectores de contagio. Yo defiendo que hay que mantener abierta la cultura aunque sea en esta situación Frankenstein. Pero es que ahora todo es Frankenstein. Todo es raro y terrible. Francamente, no sé quién podría haber gestionado una pandemia de este tipo sin haber salido achicharrado y criticado por todos. ¿Se podían haber hecho mejor las cosas? Sí, y algunas cosas han sido para llevarse las manos a la cabeza, pero no creo que haya sido por desinterés. Ahora lo que me preocupa es qué va a pasar con la inyección de dinero que va a llegar de Europa, si esos fondos se van a gestionar de manera realmente efectiva.
–¿Cómo observa usted la moral de los músicos?
–A nivel artístico y técnico creo que están en un buen momento. Antes, cuando uno tenía 60 conciertos en la agenda y debía montar un proyecto nuevo, evidentemente se hacía, pero dándose uno patatas en el culo. El parón del último año ha servido a muchos, y me incluyo, para trabajar con absoluto mimo, repasando como cuando tenías un examen y mucho tiempo, e ibas a para sacar un 10, porque no te valía el 9. Muchos hemos reseteado, hemos podido coger el instrumento y tocar por gusto. Yo al menos me veo más tranquilo, tocando más lentito, sin necesidad de ser el Yngwie Malmsteen de la viola da gamba. Y en el escenario todo me emociona mucho más. Se lo decía el otro día a Rocío Márquez, a mí parar, aunque haya sido por cojones y por algo espantoso, me ha servido para reconectar con mi vocación, para volver a entender por qué me metí sin remedio en esto.
–¿Qué música le ha servido de consuelo en los momentos de desánimo del último año?
–Nunca le había echado mucho cuenta a la música sinfónica romántica, y no sé si ha sido por el momento o por haber tenido más tiempo, porque cuando estás metido dentro de la rueda toda la música que acabas escuchando es para dormirte en el avión o para trabajar, pero el caso es que he escuchado mucho a Brahms, a Mahler, a los grandes románticos. Y también he recuperado mucho heavy clásico. Estoy intentando adoctrinar a mis niñas en el gamberreo y sobre todo cocinando, cuando se ponían a ayudarme, les pegamos un repaso bueno a los discos gloriosos de Iron Maiden y Helloween.
–¿Y bien? ¿Protestas? ¿Peticiones de Rosalía o C. Tangana?
–No te creas, es que tienen una madre protestante [la alemana Johanna Rose, también violagambista] que les pone para dormir música de Mendelssohn y corales de Bach, eso es lo que hay, así que las pobres no tienen la posibilidad [risas]. Hace poco les dije: "Mirad, como se acerca la Semana Santa os voy a poner la obra cumbre, La Pasión según San Mateo". Y las niñas: "Por favor, eso con mamá vale, pero contigo...". Total, que les puse el Black Album de Metallica. Y ellas tan contentas.
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