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El poder de la fábula

En ‘Matamonstruos’ asistimos al último acto de la epopeya de John Dunbar, pistolero que trata de sacudirse la fama de terrible 

Jon Bilbao: "Recurrimos constantemente a la ficción para construir nuestra identidad"

El escritor Jon Bilbao (Ribadesella, 1974). / D. S.
Luis Manuel Ruiz

13 de octubre 2024 - 21:09

La ficha

'Matamonstruos'. Jon Bilbao. Impedimenta, 2024. 336 páginas. 22,50 euros.

Comienzo con la misma jeremiada de siempre: me resulta incomprensible que otros autores y autoras de nuestro país anden por ahí de congreso en congreso, firmando guiones de televisión y repitiéndose en las bocas de la gente mientras el nombre de Jon Bilbao, a pesar de lo prolongado de su carrera (lleva ya más de quince años en el tajo), siga pronunciándose en voz baja y siendo coto reducido de un puñado de devotos. Ya en el pasado he diagnosticado el posible origen de esta indiferencia del público general: que atribuyo no a la calidad intrínseca de la literatura de Bilbao (muy superior a la fábrica de salchichas que nutre a la mayoría de editoriales) ni a su originalidad (patente a cada nuevo libro que publica, valga este de muestra), sino al hecho, ay, de que se trata de un narrador que desde su primer libro (Como una historia de terror, 2008) se ha consagrado a esa cosa que aquí, donde las universidades equiparan madurez y retrato verídico de la realidad, resulta poco menos que una excentricidad o un pecado de adolescencia: el género fantástico, o el género sin más.  

La primera media docena de libros de Bilbao, en su mayoría antologías de cuentos (Bajo el influjo del cometa, 2010; Física familiar, 2014, más otros), mostraban ya esa saludable promiscuidad de registros y orientaciones que también ha venido marcando sus títulos más recientes. Encontrábamos en sus narraciones iniciales un asomo a la zona menos iluminada de nosotros mismos, un descenso a ansiedades, dudas y miedos que forman parte del mobiliario de la vida contemporánea pero a los que por lo habitual preferimos no prestar atención para seguir siendo funcionales y satisfactorios. Con especial atención se dedicaba entonces Bilbao a explorar dos fuentes de intranquilidad: de una parte, la presunta civilización que nos protege, bajo la que se oculta, o contra la que se eleva, un orbe de irracionalidad y sinsentido que en cualquier momento, en cualquier circunstancia extrema, puede abatirla como un castillo de naipes; y de otro, la falsa seguridad de la vida en pareja, que esconde también un fondo tenebroso de incomprensión, soledad y vértigo. Para llevar a cabo sus indagaciones, el autor se servía de relatos de una morbosa nitidez, con predilección por ambientes y situaciones próximas a la asfixia, y de un lenguaje rectilíneo, neutral, muy crudo, cuya desnudez contrastaba con la densidad de las tramas.  

Fue con Basilisco (2020) cuando su interés comenzó a virar en otras direcciones y a internarse en territorios que hasta entonces habían sido considerados propios del subgénero más miserable: nada menos que la novela del Oeste. En este primer título, seguido luego por Araña (2023) y ahora este Matamonstruos, el de Ribadesella ha ido construyendo un artefacto de complejidad creciente que integra los cuentos psicológicos de sus inicios con el terror sobrenatural y las películas de vaqueros. Si esto ya de por sí no ofrece suficientes indicios de su originalidad y su arrojo, hay que sumarle que dicha mezcla le sirve para plantear una interrogación sobre el significado auténtico de la ficción en nuestras vidas, cuestión que también han rondado otras de sus obras anteriores, y para ofrecer respuestas parciales que apuntan en la dirección de la esperanza. Es lo que aporta, al menos, este último título, que no sé si llamar propiamente novela, libro de cuentos o ninguna de las dos cosas.  

En Matamonstruos, en fin, asistimos al último acto de la epopeya (del drama) de John Dunbar, pistolero que trata de sacudirse la fama de terrible que, bajo el sobrenombre de Basilisco, le antecede allá a donde va. En entregas anteriores, Dunbar ha matado forajidos, se ha enfrentado a los indios, ha guiado una caravana de iluminados al Oeste y se ha enamorado de la gentil Lucrecia: pero algo, un ser dañino y negro que a veces toma el semblante de una araña, le corroe por dentro y se alimenta de sus miedos y obsesiones. En este último episodio (al parecer definitivo), Dunbar aspirará a la redención a través del combate: para salvarse deberá encarar a una serie de monstruos (los del título) cuya muerte implicará su propio renacer. En la literatura de Bilbao, según hemos dicho, este esquema argumental resulta cualquier cosa menos obvio: porque dicho western, desarrollado con mimo documental y un lenguaje moroso y elegante, se entremezcla, funde y ensambla con las miserias domésticas de Jon, el alter ego del escritor que protagoniza otros de sus textos, y acaba por servir de vehículo para un manifiesto sobre el poder redentor de la fábula. En resumen, aunque quizá este no sea el título idóneo para acceder a su obra (recomendamos recorrer antes los dos tomos previos de la trilogía), Bilbao bien merece engrosar su censo de lectores y reivindicar su cuota de espacio entre congresos, recomendaciones y las inevitables fábricas de salchichas

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